https://infovaticana.com/2017/08/15/quien-se- enfrentara-los-modernos-perseguidores-la-iglesia/ |
El profesor Francisco
Javier Caspistegui[i]
ha estudiado las diversas percepciones que la reacción contrarrevolucionaria de
la Vendée provocó en España, tanto por parte de los historiadores como por la
población en general, así como por periodistas y escritores. Mientras que el
año 1789 se ha convertido en Europa en paradigma de la revolución, la Vendée
encarnó la oposición a la misma.
La Vendée, una región
del oeste de Francia, se convirtió en territorio de un acontecimiento cargado de contenido
político e ideológico y, según el momento histórico, se han dado diversas
interpretaciones sobre los hechos protagonizados por los opositores a
la revolución en Francia. Las noticias llegaron a España muy pronto, en el
mismo año 1793, y señala Carl Schmitt[ii]
–citado por el autor al que sigo-, escasamente favorable a la Ilustración, que
fue a comienzos del siglo XIX cuando cuajó el dualismo amigo-enemigo como
elementos excluyentes, lo que ha derivado en el radicalismo contemporáneo. Para el
autor citado, la Ilustración estaba en el origen de los conflictos posteriores,
cuando la tolerancia no ha sido un principio básico y las posiciones se han ido
ideologizando cada vez más.
En España se vio, en un
principio, que los acontecimientos de la Vendée eran lo contrario al caos de
una revolución tiránica, y la victoria vendeana de 1793 se valoró de esa
manera, continuando así hasta 1794, cuando se consideraba ejemplares a los
protagonistas de la Vendée. Como además los vendeanos luchaban por motivaciones
religiosas, y los revolucionarios se habían empleado (como todos) en una violencia
enorme, Edmund Burke[iii]
publicó que Inglaterra debía intervenir para salvar al resto de Europa del
peligro de la Revolución.
A partir de 1795 las
cosas empezaron a cambiar (según F. J. Caspistegui), especialmente por la
moderación de los nuevos dirigentes republicanos, de forma que la revolución en
Francia empezó a verse en España más favorablemente, además de que este país
había comenzado nuevas relaciones con su vecina, considerando enemiga a
Inglaterra. Hasta la guerra española de 1808 la opinión fue variando al hilo de
acontecimientos que fueron percibidos como cambios profundos, aunque toda
opinión que muda con rapidez no lo hace con seguridad.
La resurrección de las
referencias a la Vendée en España surgió con la citada guerra de 1808: Julio
Romero Alpuente[iv]
escribía por ese año comparando a los contrarrevolucionarios de la Vendée con
los españoles contra los franceses, teniendo en cuenta que en ambos casos había
un componente religioso; Juan Francisco Siñériz[v]
reforzó la legitimidad de la lucha de los españoles recordando los excesos
atroces de las tropas napoleónicas, además de que la Vendée era el precedente
más claro de lo que estaba ocurriendo en España; es decir, la Vendée se
historizaba, pero cuando más utilidad práctica alcanzó el “espejo” de la Vendée
fue en las décadas siguientes, al iniciar el liberalismo su proceso de
asentamiento en España.
Al plantearse el
conflicto entre españoles liberales y absolutistas, las semejanzas con lo
ocurrido en la Vendée crecían, y ello sirvió para los dos bandos en liza. La
guerra de 1820 fue la primera y los tradicionalistas se calificaban a sí mismos
“como la Vendée española” frente a los sans-culottes
liberales[vi].
Con el estallido de la guerra de 1833 las posiciones se hicieron más nítidas,
incluyendo el intento legitimista en la Vendée, un año antes, protagonizado por
la duquesa de Berry, hermana de la regente española María Cristina. Martínez de
la Rosa, en un discurso al Parlamento, señaló que el recurso a la Vendée era
útil para comprender la propia guerra española, añadiendo que “aún cuando no
tuviéramos más ejemplo que el de la Vendée, nos probaría esta verdad”. Larra
habló del escenario español como una “cuasi-Vendée”, y duque de Broglie,
ministro de negocios extranjeros francés, habló de evitar “en nuestras
fronteras otra Vendée” para justificar la ayuda francesa a los liberales. El
mismo insistía en el problema de fondo de la guerra, al señalar que en ella se
dirimían dos principios, de la misma forma que, en otro tiempo, había ocurrido
entre catolicismo y reforma, despotismo y libertad.
Era una forma de
asentar la lucha como un conflicto entre la verdad y el error –dice el autor al
que sigo- y era útil recordar las crueldades de la Vendée. Cuando finalizó la
guerra se recurrió al ejemplo vendeano como referente para sustentar las
ventajas del acuerdo, lo que quiere decir que dicho referente fue muy dúctil.
Las traducciones también llegaron a España: Adolphe Thiers comenzó la
publicación de su “Historia de la Revolución Francesa” en 1823 y la terminó en
1827; Mignet publicó en 1824 su obra del mismo título. La primera llegó a
España en 1836 y la segunda en 1840. En la imagen de Napoleón se buscaba lo más
positivo de lo ocurrido a partir de 1789 y se destacaba su magnanimidad con la
Vendée y la capacidad para derrotar a los fanatizados frailes de otras
“vendées”, como la Romaña italiana[vii].
Aparecieron obras en
las que se alababa a los vendeanos y Jean-François de la Harpe[viii]
insistió en el motivo religioso de aquel conflicto pero, a la contra, Fernando
Garrido[ix]
señaló que los vendeanos, como los carlistas españoles, eran defensores del
altar y del trono, los juzgó fanatizados por el clero que aprovechaba la escasa
formación de la población. Por el contrario, las posiciones cercanas a lo que
significaba la Vendée consideraron a los tradicionalistas como mártires. F. J.
Caspistegui recuerda el caso de “las diez y seis carmilitas de Compiègne”, en
el norte de Francia, que rechazaron la Constitución civil del clero y fueron
guillotinadas en 1794. Las cifras de muertos por la acción de la Convención y
por el terror se han calculado en dos millones, 900.000 de los cuales serían
vendeanos, pero estos datos han sido publicados por los adversarios de la
revolución.
En ambos casos se hizo
hincapié en los horrores debidos a los oponentes, contrastándolos con lo
ocurrido en Estados Unidos, cuya guerra de secesión fue vista como la más “humanitaria”
de las disputadas hasta ese momento. Con el estallido de la segunda guerra
carlista en 1872, la Vendée mantuvo su carácter de referencia, aunque ya no constituía
un punto de encuentro único por parte de quienes luchaban contra el liberalismo
en Europa. Se tuvieron en cuenta otras regiones y se vieron elementos comunes
entre jacobitas[x],
vendeanos, carlistas, miguelistas y brigantes italianos, pero al “competir”
diversos movimientos, el papel referencial de la Vendée ya no fue lo que había
sido.
[i] “La
‘Vendée’ en las culturas políticas de la España decimonónica”.
[ii]
Pensador alemán del siglo XX y miembro del partido nazi.
[iii] Nacido
en 1729, falleció en 1797, por lo que fue contemporáneo de los acontecimientos
en Francia. Ser un whig no le hizo
simpatizar con las ideas de los revolucionarios franceses.
[iv] Nació
en 1762 y murió en 1835. Fue un fiscal y político liberal “exaltado”,
[v] Fue el
autor de un proyecto de Constitución europea (Madrid, 1839). Nació en 1778 y
murió en 1857, aunque fue más conocido como novelista.
[vi] Diario
de Sevilla del 27 de noviembre de 1822.
[vii] En el
contexto de la sujeción de Italia por Napoleón, este “mandó a Cacault salir de
Roma e ir a Florencia. Antes de marcharse, Cacault vio al cardenal Busca, quien
desesperado de poder detenerle y engañarle todavía, le dijo: ‘Haremos una
Vendée con la Romaña y con las montañas de la Liguria; en fin, con la Italia
entera”, cap. IX de la “Historia de Napoleón” de Mr. De Norvins, p. 97.
[viii] (1739-1803).
Dramaturgo y crítico literario francés que apoyó a los revolucionarios del
terror.
[ix] Escritor
y político socialista del siglo XIX.
[x] Los
partidarios de Jacobo II de Inglaterra después de la revolución de 1688.
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