Ricote, en la actual provincia de Murcia |
Un ejercicio
interesante, complementario del que ya hizo en su día Américo Castro, ha
realizado Blanca Santos de la Morena[i].
Es conocida la idea de Cervantes cercana al erasmismo que ya detectaron
Bataillon y Américo Castro en primer lugar, pero tampoco faltan quienes le ven
pegado a la ortodoxia católica. De hecho se hacen en su obra muchas referencias
al catolicismo: reconocimiento de Cristo como hijo de Dios, caracterización
positiva de los sacerdotes católicos, aceptación de la muerte con la esperanza
en la resurrección, etc.
En la obra de Cervantes
hay muchas referencias a los distintos grupos religiosos que existían en la
España y la Europa de su época, pero no cabe duda de que Cervantes tiene claro
su cristianismo, que algunos han visto intolerante y otros contrario a la
expulsión de los moriscos, pero esta discusión está basada más en la
conflictividad social que se daba en su época y no en la oposición de Cervantes
a otras religiones. En otras ocasiones, las opiniones que Cervantes deja ver en
sus obras son ambivalentes, pero dio mucha importancia al tema morisco y a las
responsabilidades españolas ante el problema islámico.
Hay estudiosos que ven
en Cervantes un partidario de la libertad de conciencia, de acuerdo con la
libertad de culto permitida a los cristianos cautivos en Argel: “Cervantes se
hallaba muy al tanto de las resonancias que la idea de libertad de conciencia
despertaba en la cabeza y en el corazón de los moriscos”. Pero también hay una
visión negativa en la obra de Cervantes sobre los moriscos, que “se hacen reos
de crímenes…, saqueo y traición…”, muy particularmente en el caso de los
moriscos valencianos. En Persiles,
Cervantes da testimonio de que es consciente de la mayor gravedad del problema
morisco levantino, continuando dicha preocupación en La Galatea, en su teatro y en el Quijote, con la conversión de Zoraida[ii] y
la trágica historia de Ricote[iii].
Cervantes tiene un
interés especial por el problema morisco en el contexto de una sociedad
preocupada por la limpieza de sangre, y el tema musulmán en toda su literatura
no comprende solo el problema morisco, sino que se emplea en denunciar casos injustos, el de
Ricote o lo que dice su personaje Berganza[iv]
sobre los moriscos. Américo Castro, por su parte, distingue entre los moriscos
españoles y su expulsión, de los cristianos de Argel en poder musulmán lo que,
según la autora a la que sigo, es importante porque una cosa es la situación
social de los gitanos, moriscos, hidalgos pobres, labradores, etc. y
otra la situación de los soldados cristianos que terminan prisioneros de los
musulmanes. Ambos asuntos tienen en común el componente religioso.
En cuanto al tema de la
expulsión[v], en
La Galatea, novela pastoril, está en
el relato de Timbrio y Silerio, que cuentan sendas narraciones; en El coloquio está el morisco amo de
Berganza, y en Persiles se cita el
asalto berberisco a tierras cristianas con la colaboración de los moriscos, que
desean abandonar España. Las causas de este recurso temático –dice Santos de la
Morena- son de orden moral, personal (Cervantes estuvo cautivo cinco años en
Argel) y social (la obsesión por la limpieza de sangre), pero también hay
causas de tipo religioso con la intención de adoctrinar.
Otro es el caso de la
conversión de cristianos en musulmanes una vez que han caído bajo el cautiverio
de estos. La piratería berberisca hacía estragos en las costas mediterráneas,
con el saqueo constante de las poblaciones próximas; si bien esto es común a
siglos anteriores, se acentúa durante el XVI. Estas incursiones en territorio
español son narradas en novelas cervantinas: en las Ejemplares
(El amante liberal), el Quijote, La Galatea y Persiles se encuentran historias
intercaladas en las que ciertos viajeros cuentan su vida. Las razias de piratas
están presentes también en Los baños de
Argel y La gran sultana. En La Galatea (1585) la llegada del enemigo
se produce en la ciudad de Barcelona y la narración está en el relato de
Timbrio.
El episodio no dista
mucho del saqueo de Cádiz que se narra en La
española inglesa: “Entre los despojos que los ingleses llevaron de la
ciudad de Cádiz, Clotaldo, un caballero inglés, capitán de una escuadra de
navíos, llevó a Londres una niña de edad de siete años”. La actitud del muy
cristiano Clotaldo quedará sin castigo, aun considerando que dicho personaje es
católico en un país con muchos protestantes. Y en la última novela de
Cervantes, Persiles, la más alejada del cautiverio de nuestro autor, el problema del asedio de
turcos a las costas españolas sigue presente: cuando la escuadra de peregrinos
llegue a una ciudad valenciana, Periandro y los demás son advertidos por el
cura de que “muchos días ha que nos dan sobresalto con la venida de esos
bajeles de Berbería”.
Los renegados
(cristianos que han renunciado a su fe para formar parte de los ejércitos de
corsarios en el Mediterráneo) se repite con frecuencia en la literatura del “Siglo
de Oro”, y por lo tanto también en Cervantes, pero para el estudioso Gil
Sanjuán la condición de renegado corresponde más a una imposición que a un
ejercicio de libertad. En El trato de
Argel, una comedia cervantina temprana tras el cautiverio del autor,
Zahara, musulmana, reniega de su fe por amor:
¡Déjame
a mí con Mahoma, / que agora que no es mi señor, / porque soy sierva de Amor, /
que el alma subjeta y doma! Y Aurelio, en la misma obra, dice:
Que sea mi vida mucha, o que sea poca, /
importa poco; solo el que bien muere / puede decir que tuvo larga vida, / y el
que mal, una muerte sin medida.
En El trato de Argel está el caso de un
morisco ajusticiado en Valencia por haber renegado, es decir, un musulmán que
anteriormente ya había sufrido un proceso de conversión a través del bautismo.
En la misma obra Azán Agá, caracterizado por su crueldad, dice un personaje: Yo cupe a un renegado veneciano que, siendo
grumete de una nave, le cautivó el Uchalí[vi],
y le quiso tanto, que fue uno de los más regalados garzones [que atiende la
mesa] suyos, y él vino a ser el más cruel
renegado que jamás se ha visto. El tal Azán Agá llegó a ser muy rico y rey de Argel (en la obra de Cervantes).
La situación provocada
por los continuos asedios de los berberiscos y la complicidad de los moriscos
que, aparentemente, se habían convertido al cristianismo, resulta insostenible –según
la autora a la que sigo- en el tiempo de la redacción de Persiles, No podemos asegurar que la voz del
jadraque (o sultán) en la obra corresponda a la opinión de Cervantes, y este
tema vuelve a ser motivo de preocupación para el autor en la segunda parte de
el Quijote.
En ocasiones Cervantes
crea personajes contrapuestos, como sucede con las dos Constanzas: en un caso (La ilustre fregona) un aventurero se
enamora de una fregona pero luego se descubrirá que Constanza es de noble cuna;
en otro (La Gitanilla) un noble se
enamora de una gitana que, en este caso, sí es de baja extracción social.
Gitanos, moriscos,
turcos, argelinos, judíos, polacos, ingleses, hidalgos, labriegos y cautivos
fueron grupos que Cervantes interiorizó para tratar el problema del “otro”: La gran sultana y Los
tratos de Argel. En las novelas Ejemplares
aparecen gitanos, personajes del hampa sevillano, o marginados, como los amos de
Berganza en el Coloquio.
Otro asunto cervantino
es la libertad de la mujer, como en el episodio de Marcela[viii]
en el Quijote, La Gitanilla y La ilustre
fregona; o los celos, tema de reflexión en La Galatea, pero también de forma seria y cómica, respectivamente,
en El celoso extremeño y en el
entremés El viejo celoso.
[i] “El tema
musulmán en la literatura de Cervantes…”.
[ii] Quiere
abandonar Argel para hacerse cristiana.
[iii] Víctima
de la expulsión decretada por el rey Felipe III, lo que Ricote cuenta a Sancho.
[iv] En “El
coloquio de los perros”, Berganza y Cipión son dos perros de Valladolid.
[v] Cervantes
pone en boca de Ricote que los moriscos “no tienen tierra alguna”.
[vi] Almirante
de la flota otomana en el siglo XVI.
[viii] Es
una pastora altiva que lleva la desgracia a quien la conoce, sin que los
hombres que han intentado seducirla lo hayan conseguido, uno de ellos
Crisóstomo.
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