jueves, 5 de diciembre de 2019

Odio, traición y guerra en el año 69

Busto del emperador Vitelio.
(mármol, segunda mitad s. XVI)

El Estado romano ha compatibilizado grandes logros en las obras públicas, el derecho, el arte, la literatura, la economía, etc. con permanentes conflictos provenientes del exterior, en la cúspide del poder y en las provincias. En todo ello ha tenido mucho que ver el trabajo de los esclavos, por lo menos durante los siglos II a. C. a II d. de C., así como el de los colonos, artesanos y otros libres. Mientras estos producían, una minoría numerosa se empleaba en conflictos, odios, muertes, filosofar, historiar y otras formas de ocio. La labor de los recaudadores de impuestos, por su parte, hizo el resto.

Cornelio Tácito (*), que vivió entre la segunda mitad del siglo I de nuestra era y las primeras décadas del II, nos ha dejado en sus “Historias” una visión muy expresiva de su época, cuando los emperadores se sucedían en el plazo de pocos meses.

En cuanto a Vitelio –dice- empujó a la guerra a Fabio Valente[i] mientras tapaba los problemas “tras un velo de buena vida… oculto en lo recóndito de sus jardines, como esos animales envilecidos que, con tal de que les pongas la comida, sestean amodorrados”. Se encontraba Vitelio en el bosque de Ariccia, cercano a Roma, que tenía connotaciones sagradas, cuando “vino a sobresaltarle la noticia de la traición de Lucilio Baso[ii] y la defección de la flota de Rávena. No mucho después le informaron sobre Aulo Cecina[iii] “mezclando lo dulce y lo amargo”: que se había rebelado pero también que había sido arrestado.

Vitelio regresó eufórico a Roma para “en una concurrida asamblea”, elogiar a sus soldados. Al prefecto del pretorio, por su amistad con Cecina, ordenó arrestarlo, colocando en su lugar a Alfeno Varo[iv]. Más tarde “dirigió al Senado una pomposa alocución que los senadores elogiaron con exquisitas adulaciones”. Se aprobó una resolución “en graves términos” contra Cecina, y todos mostraron indignación de que un cónsul “hubiese traicionado al Estado, un general, al emperador y alguien colmado con tal cantidad de riquezas y tantos honores a un amigo”, aparentando protestar en defensa de Vitelio. “En las palabras de ninguno se oyeron censuras contra los jefes flavianos (los seguidores de Vespasiano), evitando mencionar a Vespasiano. “Y no faltó un cobista –dice Tácito- que, entre la mofa general”, fue nombrado cónsul durando en dicho cargo un solo día, de la misma forma que había ocurrido durante la dictadura de Julio César (Caninio Rebilo[v]).

En otra ocasión Vitelio convalecía de una grave enfermedad en unos jardines, cuando observó que un palacete cercano permanecía durante la noche iluminado; al interesarse por el motivo se le informó de que en casa de Cecina Tusco (gobernador romano de Egipto) se celebraba un banquete con numerosos invitados, entre los que estaba Junio Bleso[vi]. Los demás detalles sobre la suntuosidad y el clima de disipación “se exageran”, dice Tácito, no faltando quienes acusaron a Bleso y a otros “de disfrutar de la vida mientras el príncipe yacía enfermo”.

Estando Vitelio molesto por ello, irrumpió uno en la alcoba del emperador estrechando al hijo de este contra su pecho. Cuando el príncipe le preguntó “la razón de su trastorno”, le respondió que no tenía sentido temer a Vespasiano (opositor de Vitelio en el Imperio), “el enemigo del que hay que precaverse está en Roma, entre los íntimos, presume de abuelos Junios y Antonios y, con su estirpe imperial, se exhibe cordial y espléndido”. Vitelio, sin pararse a distinguir entre amigos y enemigos, estaba favoreciendo a un rival (dice el interesado informante) “que contempla las penurias del príncipe desde una fiesta”. Debe dársele una noche de luto –dice el interlocutor de Vitelio- “para que sepa y sienta que Vitelio está vivo y en el poder y que, si acaece la fatalidad, tiene un hijo”.

“Zozobrando entre el crimen y el terror de que aplazar la muerte de Bleso acelerase su propio fin”, decidió recurrir al veneno. Incluso en circunstancias seguras, cuando Cecina y otros cabecillas ya conspiraban contra Vitelio, Fabio Valente, acompañado de un nutrido “y melindroso” regimiento de meretrices y eunucos, avanzaba cansinamente para una guerra, pero ni siquiera en estos momentos tan críticos, “pudo Valente sacudirse la fama de apurar placeres ilegítimos”. Este se hizo escoltar por unos pocos, destacó las cohortes de Rímini y ordenó al Ala Británica cubrir la retaguardia; él se desvió hacia Umbría y de allí a Etruria, puso en marcha un plan terrible si hubiese tenido éxito: hacerse con unas naves y desembarcar en algún lugar de la provincia Narbonense para movilizar a las tropas de las Galias y de Germania.

Tras la marcha de Valente, Cornelio Fusco desplazó el ejército y envió liburnicas (un tipo de embarcación propio de Dalmacia) a costear por las inmediaciones de Rímini, cercando así a sus defensores por tierra y por mar. Ocupados los llanos de Umbría y el territorio del Piceno que baña el Adriático, toda Italia quedó dividida por los Apeninos entre Vespasiano y Vitelio. Dice Suetonio[vii] que cuando las tropas de Vespasiano entraron en Roma, Vitelio se escondió, pero encontrado por las tropas de aquel, fue asesinado y su cuerpo arrojado al río Tíber. También Valente había sido capturado, pasándose todas las fuerzas al vencedor: en Hispania comenzó por la legión Adiutrix, que era hostil a Vitelio en memoria de Otón, arrastrando a la X y a la VI. Tampoco hubo dudas en las Galias; en cuanto a Britania, la corriente favorable a Vespasiano la puso de su lado, aunque numerosos centuriones y soldados promovidos por Vitelio “cambiaban con aprensión de príncipe conocido”.

En medio de todo esto, con rumores de guerra civil, “los britanos sacaron pecho siguiendo a Venusio, quien además de un carácter salvaje y odio a los romanos, estaba enfurecido contra la reina Cantimandua”, última de la tribu de los brigantes, que le había repudiado tomando por esposo a Velocato, escudero de aquel, lo cual produjo una gran conmoción en sus dominios. A favor de Venusio estaban las simpatías de la población; “del adúltero, la pasión de la reina y su crueldad”, dice Tácito. Así que Venusio, con refuerzos foráneos y la rebelión de los propios brigantes, puso a Cartimandua en situación crítica, reclamando ella el auxilio de los romanos, que consiguieron rescatarla del peligro, aunque “Venusio quedó con el reino y nosotros con la guerra”, añade Tácito.

Por las mismas fechas hubo revueltas en Germania, que Tácito estudió en su “De origine et situ Germanorum”, atribuyéndolas a la desidia de los oficiales y al amotinamiento de las legiones, la fuerza de los extranjeros (los germanos) “y la perfidia de nuestros aliados”.

También se rebelaron los pueblos de la Dacia, “gente nunca de fiar” y en ese momento envalentonada. En cuanto se enteraron los dacios de que Italia ardía en guerra y que todos eran enemigos de todos, asaltaron los campamentos de los romanos y se adueñaron de las dos orillas del Danubio.

“Tampoco callaban las otras naciones. En el Ponto, un esclavo incivilizado, prefecto de la armada real en otro tiempo, promovió un alzamiento. Se trataba de Aniceto, liberto de Polemón, antaño muy poderoso e incapaz de aceptar que el reino se hubiese convertido en provincia romana”. Así pues, movilizó a la población del Ponto en nombre de Vitelio además de “emponzoñar a los más necesitados con la esperanza de rapiña”. Trebisonda fue asaltada por los enemigos de Roma, “antigua ciudad fundada por los griegos en un extremo de la costa del Mar Negro”.

“También atizó el fuego una flota que se movía a su antojo en un mar desguarnecido”, porque se habían trasladado a Bizancio las mejores liburnicas y toda la tropa, alarmando este asunto a Vespasiano, que decidió enviar un destacamento de legionarios, que sorprendió a los enemigos de Roma, desorganizados y distraídos “con su afición al pillaje”. A Vespasiano “todo le rodaba mejor de lo que pudiera desear” cuando recibe buenas noticias estando en Egipto, encaminándose hacia Alejandría y proponiéndose cortar los suministros de grano provocando el desabastecimiento y la discordia del enemigo, los partidarios de Vitelio.



[ii] Apoyó a Vespasiano y luego fue legado en Judea.
[iii] Senador desde el reinado de Nerón al de Vespasiano.
[iv] Escritor y jurista.
[v] General romano.
[vi] Descendiente de un senador del mismo nombre.
[vii] Vivió entre los años 70 y 126, escribiendo las “Vidas de los doce césares”.

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