Busto del emperador Vitelio. (mármol, segunda mitad s. XVI) |
El Estado romano ha
compatibilizado grandes logros en las obras públicas, el derecho, el arte, la
literatura, la economía, etc. con permanentes conflictos provenientes del
exterior, en la cúspide del poder y en las provincias. En todo ello ha tenido
mucho que ver el trabajo de los esclavos, por lo menos durante los siglos II a.
C. a II d. de C., así como el de los colonos, artesanos y otros libres.
Mientras estos producían, una minoría numerosa se empleaba en conflictos,
odios, muertes, filosofar, historiar y otras formas de ocio. La labor de los
recaudadores de impuestos, por su parte, hizo el resto.
Cornelio Tácito (*), que
vivió entre la segunda mitad del siglo I de nuestra era y las primeras décadas
del II, nos ha dejado en sus “Historias” una visión muy expresiva de su época,
cuando los emperadores se sucedían en el plazo de pocos meses.
En cuanto a Vitelio –dice-
empujó a la guerra a Fabio Valente[i]
mientras tapaba los problemas “tras un velo de buena vida… oculto en lo
recóndito de sus jardines, como esos animales envilecidos que, con tal de que
les pongas la comida, sestean amodorrados”. Se encontraba Vitelio en el bosque
de Ariccia, cercano a Roma, que tenía connotaciones sagradas, cuando “vino a
sobresaltarle la noticia de la traición de Lucilio Baso[ii] y
la defección de la flota de Rávena. No mucho después le informaron sobre Aulo
Cecina[iii] “mezclando
lo dulce y lo amargo”: que se había rebelado pero también que había sido
arrestado.
Vitelio regresó
eufórico a Roma para “en una concurrida asamblea”, elogiar a sus soldados. Al
prefecto del pretorio, por su amistad con Cecina, ordenó arrestarlo, colocando
en su lugar a Alfeno Varo[iv].
Más tarde “dirigió al Senado una pomposa alocución que los senadores elogiaron
con exquisitas adulaciones”. Se aprobó una resolución “en graves términos” contra
Cecina, y todos mostraron indignación de que un cónsul “hubiese traicionado al
Estado, un general, al emperador y alguien colmado con tal cantidad de riquezas
y tantos honores a un amigo”, aparentando protestar en defensa de Vitelio. “En
las palabras de ninguno se oyeron censuras contra los jefes flavianos (los
seguidores de Vespasiano), evitando mencionar a Vespasiano. “Y no faltó un
cobista –dice Tácito- que, entre la mofa general”, fue nombrado cónsul durando
en dicho cargo un solo día, de la misma forma que había ocurrido durante la
dictadura de Julio César (Caninio Rebilo[v]).
En otra ocasión Vitelio
convalecía de una grave enfermedad en unos jardines, cuando observó que un
palacete cercano permanecía durante la noche iluminado; al interesarse por el
motivo se le informó de que en casa de Cecina Tusco (gobernador romano de
Egipto) se celebraba un banquete con numerosos invitados, entre los que estaba
Junio Bleso[vi].
Los demás detalles sobre la suntuosidad y el clima de disipación “se exageran”,
dice Tácito, no faltando quienes acusaron a Bleso y a otros “de disfrutar de la
vida mientras el príncipe yacía enfermo”.
Estando Vitelio molesto
por ello, irrumpió uno en la alcoba del emperador estrechando al hijo de este
contra su pecho. Cuando el príncipe le preguntó “la razón de su trastorno”, le
respondió que no tenía sentido temer a Vespasiano (opositor de Vitelio en el
Imperio), “el enemigo del que hay que precaverse está en Roma, entre los
íntimos, presume de abuelos Junios y Antonios y, con su estirpe imperial, se
exhibe cordial y espléndido”. Vitelio, sin pararse a distinguir entre amigos y
enemigos, estaba favoreciendo a un rival (dice el interesado informante) “que
contempla las penurias del príncipe desde una fiesta”. Debe dársele una noche
de luto –dice el interlocutor de Vitelio- “para que sepa y sienta que Vitelio
está vivo y en el poder y que, si acaece la fatalidad, tiene un hijo”.
“Zozobrando entre el crimen
y el terror de que aplazar la muerte de Bleso acelerase su propio fin”, decidió
recurrir al veneno. Incluso en circunstancias seguras, cuando Cecina y otros
cabecillas ya conspiraban contra Vitelio, Fabio Valente, acompañado de un
nutrido “y melindroso” regimiento de meretrices y eunucos, avanzaba cansinamente
para una guerra, pero ni siquiera en estos momentos tan críticos, “pudo Valente
sacudirse la fama de apurar placeres ilegítimos”. Este se hizo escoltar por
unos pocos, destacó las cohortes de Rímini y ordenó al Ala Británica cubrir la
retaguardia; él se desvió hacia Umbría y de allí a Etruria, puso en marcha un
plan terrible si hubiese tenido éxito: hacerse con unas naves y desembarcar en
algún lugar de la provincia Narbonense para movilizar a las tropas de las
Galias y de Germania.
Tras la marcha de
Valente, Cornelio Fusco desplazó el ejército y envió liburnicas (un tipo de
embarcación propio de Dalmacia) a costear por las inmediaciones de Rímini,
cercando así a sus defensores por tierra y por mar. Ocupados los llanos de
Umbría y el territorio del Piceno que baña el Adriático, toda Italia quedó
dividida por los Apeninos entre Vespasiano y Vitelio. Dice Suetonio[vii]
que cuando las tropas de Vespasiano entraron en Roma, Vitelio se escondió, pero
encontrado por las tropas de aquel, fue asesinado y su cuerpo arrojado al río
Tíber. También Valente había sido capturado, pasándose todas las fuerzas al
vencedor: en Hispania comenzó por la legión Adiutrix, que era hostil a Vitelio
en memoria de Otón, arrastrando a la X y a la VI. Tampoco hubo dudas en las
Galias; en cuanto a Britania, la corriente favorable a Vespasiano la puso de su
lado, aunque numerosos centuriones y soldados promovidos por Vitelio “cambiaban
con aprensión de príncipe conocido”.
En medio de todo esto,
con rumores de guerra civil, “los britanos sacaron pecho siguiendo a Venusio,
quien además de un carácter salvaje y odio a los romanos, estaba enfurecido
contra la reina Cantimandua”, última de la tribu de los brigantes, que le había
repudiado tomando por esposo a Velocato, escudero de aquel, lo cual produjo una
gran conmoción en sus dominios. A favor de Venusio estaban las simpatías de la
población; “del adúltero, la pasión de la reina y su crueldad”, dice Tácito.
Así que Venusio, con refuerzos foráneos y la rebelión de los propios brigantes,
puso a Cartimandua en situación crítica, reclamando ella el auxilio de los
romanos, que consiguieron rescatarla del peligro, aunque “Venusio quedó con el
reino y nosotros con la guerra”, añade Tácito.
Por las mismas fechas hubo
revueltas en Germania, que Tácito estudió en su “De origine et situ Germanorum”,
atribuyéndolas a la desidia de los oficiales y al amotinamiento de las
legiones, la fuerza de los extranjeros (los germanos) “y la perfidia de
nuestros aliados”.
También se rebelaron
los pueblos de la Dacia, “gente nunca de fiar” y en ese momento envalentonada.
En cuanto se enteraron los dacios de que Italia ardía en guerra y que todos
eran enemigos de todos, asaltaron los campamentos de los romanos y se adueñaron
de las dos orillas del Danubio.
“Tampoco callaban las
otras naciones. En el Ponto, un esclavo incivilizado, prefecto de la armada
real en otro tiempo, promovió un alzamiento. Se trataba de Aniceto, liberto de
Polemón, antaño muy poderoso e incapaz de aceptar que el reino se hubiese convertido
en provincia romana”. Así pues, movilizó a la población del Ponto en nombre de
Vitelio además de “emponzoñar a los más necesitados con la esperanza de rapiña”.
Trebisonda fue asaltada por los enemigos de Roma, “antigua ciudad fundada por
los griegos en un extremo de la costa del Mar Negro”.
“También atizó el fuego
una flota que se movía a su antojo en un mar desguarnecido”, porque se habían
trasladado a Bizancio las mejores liburnicas y toda la tropa, alarmando este
asunto a Vespasiano, que decidió enviar un destacamento de legionarios, que
sorprendió a los enemigos de Roma, desorganizados y distraídos “con su afición
al pillaje”. A Vespasiano “todo le rodaba mejor de lo que pudiera desear”
cuando recibe buenas noticias estando en Egipto, encaminándose hacia Alejandría
y proponiéndose cortar los suministros de grano provocando el desabastecimiento
y la discordia del enemigo, los partidarios de Vitelio.
(*) Fue cónsul suplente en algún momento y gobernador de la provincia de Asia hacia el final de su vida.
[i] Jefe militar que estuvo complicado en las luchas del año 69.
[i] Jefe militar que estuvo complicado en las luchas del año 69.
[ii] Apoyó a
Vespasiano y luego fue legado en Judea.
[iii] Senador
desde el reinado de Nerón al de Vespasiano.
[iv]
Escritor y jurista.
[v] General
romano.
[vi]
Descendiente de un senador del mismo nombre.
[vii] Vivió
entre los años 70 y 126, escribiendo las “Vidas de los doce césares”.
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