Sixto Cámara (*) |
Como en otros países,
también en España hubo utópicos que fueron el precedente del socialismo en
sentido amplio, pues luego esta ideología, como es sabido, se dividió en varias
tendencias, explicadas por razones históricas en algunos casos.
En Cádiz desarrolló su
labor ideológica y política Joaquín Abreu (1782-1851), que había sido oficial
del ejército y diputado en Cortes en 1822. Conoció personalmente a Fourier en
Francia (1833) durante un exilio que sufrió y a él debemos varios artículos publicados
en el periódico de Algeciras, “El Grito de Carteya”. Más tarde esos mismos
artículos fueron publicados por “El Vapor” de Barcelona, firmados con el
pseudónimo “El Proletario”.
Una de las ideas del
inspirador de Abreu era la del “trabajo atractivo”, que impediría que el
trabajador estuviese condenado a la misma profesión, aunque por el empleo del
término “proletario” parece que conocía la obra de Babeuf, más próximo a la
idea de la lucha de clases y la agitación política. Abreu consideró justificado
el incendio de la fábrica de Barcelona “Bonaplata” por la introducción de
máquinas, que privaban del trabajo a una parte de los obreros, lo que generó
indignación en los propietarios y en la patronal barcelonesa en general, que
hicieron todo lo posible para impedir que Abreu publicase en “El Vapor”, pero “La
Phalange”, órgano oficial de los fourieristas franceses, le elogió.
Abreu consagró su vida
a la defensa y difusión del fourierismo en España: El Phalansterio de Fourier –dice- era y es, según su inventor, la teoría de una población construida con
todas las reglas del arte para hacerla bella, cómoda y saludable a sus
moradores… La libertad individual sería un hecho en ella; la propiedad y su
libre uso estarían garantizados a sus dueños individuales de una manera
indestructible.
En Madrid y en 1846,
uno de los discípulos de Abreu, Fernando Garrido Tortosa (1821-1883) se
relacionó con liberales progresistas como Sixto Cámara, Ordax Avecilla[i] y
otros, que parece formaron el primer grupo de fourieristas en la capital. Excepto
Ordax, fiel siempre al partido progresista, el resto pasó a engrosar las siglas
del partido demócrata, donde las ideas socialistas se mezclaron frecuentemente
con las republicanas.
En 1848 nació el
periódico de Garrido, “La Organización del Trabajo”, cofundado con Federico Beltrán
y cerrado dos meses más tarde por Narváez. Un año más tarde apareció “El Eco de
la Juventud”, que se fusionó con “La Reforma Económica” de Ordax Avecilla y dio
lugar a “La Asociación”. A través de estos periódicos el público madrileño pudo
leer la doctrina de Saint-Simon, Proudhom, Louis Blanc y el mismo Fourier, pero
sobre todo sirvieron para crear, en el interior del partido demócrata, una
corriente socialista.
Garrido conoció en
Inglaterra y Francia a líderes de relieve del movimiento democrático y radical
europeo, volviendo a España con el comienzo del bienio democrático (1854-1856).
Fundó entonces, con Cervera, “El Eco de las Barricadas”, estando el carácter de
Garrido siempre más próximo al de un romántico exaltado e inquieto, al de un
hombre de acción en el marco de la izquierda más radical de su tiempo. Ya en
1848 opinó en un artículo que el comunismo no era una amenaza, considerando que
el único mal del comunismo era la desaparición de la propiedad privada y la
destrucción del concepto tradicional de familia. Es más, quiso hacer
compatibles el comunismo y el fourierismo.
Y sin embargo, en su
obra “Españoles y marroquíes” salió en defensa del expansionismo africano del
general O’Donnell. Fue un escritor fecundo, con obras relativas a las
persecuciones políticas, las asociaciones obreras, los crímenes del despotismo,
las clases trabajadoras, los progresos de la humanidad, la regeneración de
España y una biografía de Sixto Cámara, además de artículos en la prensa.
Sus continuos viajes al
extranjero le enriquecieron, profundizando en el owenismo, trabando amistad con
personajes tan distantes como Manzini y Bakunin. “El socialismo y la democracia
ante sus adversarios” (1862) es la obra que mejor define su concepto de
socialismo, según los autores a los que sigo[ii].
El socialismo de Garrido cuadra con los principios generales del liberalismo,
con la limitación de los derechos individuales a favor de los colectivos y con
la agitación política. Su liberalismo está tan fusionado con el socialismo que
muchos le consideran el primer socialdemócrata español.
Cámara, natural de
Milagros (La Rioja), se trasladó a Madrid en 1843, donde se convirtió en un
publicista del socialismo en “El Nuevo Espectador”. Vivió en la capital el auge
del fourierismo y colaboró con el grupo de Garrido y con Ramón de la Sagra[iii],
este desde París. En 1849 publicó la visión de Thiers sobre la propiedad, “La
cuestión social”, y en Lisboa, donde estuvo exiliado, escribió “La unión ibérica”
(1859). La participación en las revueltas del bienio progresista la habían
convencido de que la única solución posible era la “revolución pacificadora”.
Cristiano como Donoso Cortés (tan distantes uno del otro) conceden a la Providencia no solo el mantenimiento del
ser, sino la capacidad operativa dentro de la acción colectiva de los hombres.
Cámara, en un artículo para favorecer al partido demócrata, invitó a colaborar
a los labradores, jornaleros, pequeños propietarios, funcionarios públicos y
quintos, en una amalgama de cristianismo y socialismo. Y apela “al Dios
Totopoderoso para que sea Él… quien intervenga, a fin de coronar la revolución
redentora”.
Sobre Cataluña nos
informa Fernando Garrido en su “Historia de las clases trabajadoras”, donde
dice que “como en Cádiz desde 1840, la idea social tuvo en Barcelona… apóstoles
y propagandistas. Pero en Barcelona predominó la idea comunista de Cabet[iv]”.
Varios publicaron en 1848 el periódico “La Fraternidad”, y después “El Padre de
Familia”.
Según algunos el
cabetismo fue precedido por las ideas de Fourier y Saint-Simon, circulando en
Barcelona, ya en 1839, “La Revolución Francesa de 1830”, y a finales de la
década de los cuarenta hay un reducido grupo de cabetianos. Aparte los
periódicos citados por Garrido, sabemos que en 1848 F. José Orellana[v]
tradujo “Viaje a la Icaria”, “De qué manera soy comunista” y “Mi credo
comunista”, y que en 1849 Narcís Monturiol[vi]
publicó un breviario de las doctrinas del maestro con el título “Reseña de las
doctrinas antiguas y modernas”. Monturiol (1819-1885) fue el personaje central
del grupo catalán, fundador y animador de “La Fraternidad” (1847). Desde sus
páginas se predicó el credo comunista y apolítico de Cabet, en una Cataluña en
vías de industrialización y apta para recibir ese mensaje.
Además, había en las
posiciones de Monturiol un mensaje de paz basado en un cierto misticismo
cristiano, que encajaba bien con la burguesía catalana, esencialmente católica
y preocupada por la violencia de algunas asociaciones obreras después de 1840.
Y hay un hecho capital en el cabetismo catalán: el interés de Cabet por la
historia y la política del principado, ya que el órgano oficial de dicho
movimiento en Francia, “Le Populaire”, aportó informaciones sobre el movimiento
en España y publicó algunas cartas de seguidores españoles.
[i] Abogado
que pasó del partido progresista al demócrata. Natural de Valderas (León), fue
diputado por Valencia de Don Juan (León).
[ii] Andrés
Gallego, J., Gambini, D., Scalia, G., Flores, M.J., “La cultura española del
siglo XIX…”. En un capítulo de esta obra se basa el presente resumen.
[iii] Nació
en A Coruña en 1798 y murió en Neuchâtel (Suiza) en 1891. Sociólogo, botánico y
pensador socialista.
[iv] Étienne
Cabet fue un representante del comunismo cristiano en la Francia del siglo XIX,
pero también anticlerical.
[v] Nació en
Albuñol (sureste de la provincia de Granada) en 1820 y murió en Barcelona en
1891. Escritor que estudió diversas ciencias sociales, periodista, demócrata y
socialista.
[vi] Nació
en Figueras en 1819 y murió en San Martín de Provensals (Barcelona) en 1885.
Además de inventor fue un seguidor de Cabet y, por lo tanto, del socialismo de
influencia cristiana.
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