domingo, 1 de diciembre de 2019

La Audiencia de Guatemala en el siglo XVII


Desde finales del siglo XVI los ataques de piratas y corsarios en la Bahía de Honduras[i] iban en aumento, por lo que el rey Felipe III decidió nombrar como Presidente de la Audiencia de Guatemala[ii] a Antonio Peraza[iii], que tomó posesión en 1611.

Peraza había nacido en 1549 en San Sebastián de La Gomera (Canarias), habiendo sido capitán de arcabuceros en 1588 durante la guerra contra Inglaterra, y en 1599 fue Gobernador de Chucuito[iv] (Perú), a donde llegó con once criados y sus respectivas familias, según Horacio Cabezas[v]. En 1611 arribó, enfermo, al puerto de Acajutla, ahora en el suroeste de El Salvador. Poco después el Concejo le comunicó que tenía terminantemente prohibido nombrar corregidores y alcaldes a parientes suyos, así como a los de los oidores; luego se realizó el juicio de residencia a su antecesor, Alonso Criado de Castilla[vi]. A finales de ese año fueron enviadas tropas a la barra y montañas de Tulate[vii] para reducir a un grupo de cimarrones o esclavos negros fugados. Según el carmelita Antonio Vázquez de Espinosa, en el Corregimiento de Escuintla (sur de la actual Guatemala) había un pueblo de negros y mulatos libres que, por “una módica paga”, capturaban esclavos cimarrones y los devolvían a sus dueños.

En 1612 unos indígenas lencas[viii] mataron a dos frailes franciscanos y un capitán español en Taguzgalpa, consecuencia de los atropellos cometidos por el gobierno español anterior, que pretendía reunirlos en poblados en dicho territorio y en Tologalpa, y otro alzamiento indígena se produjo en Tecpán Atitlán[ix], reprimido por un pelotón de arcabuceros.

Otra cosa es el comercio en los territorios de esta Audiencia: uno de los principales comerciantes, que era familiar del Santo Oficio, criticó abiertamente al Presidente de la Audiencia por haber permitido que los negros de la Bahía de Honduras llevasen armas, los cuales eran acusados de asaltos constantes a las caravanas comerciales. Por su parte el Ayuntamiento de Santiago de Guatemala, en cierta ocasión, exigió no permitir el desembarco de dos naves con esclavos negros, pues los dueños de los obrajes, trapiches, chácaras y labores de “panllevar” conseguían mano de obra en el repartimiento de indios que les resultaba más barata y que, además, se endeudaban al proporcionarles herramientas y mercancías con la condición de que las pagaran después de cultivar las milpas o porciones de tierra.

No obstante los terratenientes y comerciantes poseían algunos negros a los que empleaban como calpixques (capataces), guardaespaldas, herreros, hojalateros y cocheros, así como algunas negras como cocineras, sirvientas y criadas, siendo estas muy codiciadas sexualmente por sus dueños.

La economía también tenía que ver con los tributos, por lo que un oidor visitó Nicaragua y Costa Rica para revisar la situación de los impuestos. El arzobispo e historiador Francisco García Peláez pudo ver que la causa de la conflictividad existente era el cobro de la alcabala, que fue incrementándose durante el gobierno del conde de la Gomera, Antonio Peraza. Por otro lado, en 1614 el cronista dominico Francisco Ximénez señala que en ese año se dio una “gran discordia”. El autor al que sigo indica, mediante una gráfica que, desde 1611 hasta 1620, el rendimiento de la alcabala había ido en aumento continuo excepto en 1617 para recuperarse después. Desde 1613 se había conseguido frenar la evasión fiscal, con el lógico resentimiento de los afectados.

Se concedieron encomiendas, una de las cuales consistente en la mitad del pueblo de Santo Tomás Chichicastenango a uno, y la otra mitad a otro encomendero, pueblo que pagaba como tributo 812 tostones, 55,5 fanegas de maíz y 198 gallinas.

No faltaron los conflictos con y entre eclesiásticos: en 1614 un oidor mandó prender a un clérigo cumpliendo orden del obispo, pues aquel intentaba desviar un cortejo procesional para que no pasara frente al Colegio de los jesuitas. El obispo, además, declaró a la ciudad de Santiago de Guatemala en entredicho, lo que produjo una explosión en cadena de los distintos sectores sociales. Las relaciones entre el obispo Juan Cabezas de Altamirano y el conde de la Gomera fueron tirantes debido a que los jesuitas, con el apoyo del último, invertían en la compra de un obraje añilero en la Costa Sur, con el objeto de tener ingresos para la construcción y el sostenimiento del Colegio de San Francisco de Borja. El obispo consideró esta actividad como “poco digna” para una comunidad religiosa, pero el verdadero malestar del prelado se había originado cuando Peraza no le había concedido las tierras que había solicitado para la creación de un obraje añilero en Escuintepeque, en la costa sur, donde pretendía colocar a un nutrido grupo de esclavos negros que sus familiares habían traído consigo desde Cuba (otra actividad "poco digna").

Después del entredicho, las rencillas y la oposición se incrementaron entre mercaderes y artesanos contra la alcabala, mientras que los oidores no podían manipular al conde de la Gomera, que había prohibido a las autoridades locales traer vino del Perú, además de habérseles quitado el control del repartimiento de indios en un corregimiento. Los encomenderos protestaron por no poder aumentar el número de sus tributarios, y el obispo tuvo que sufrir las mofas recibidas por el entredicho y porque, en 1615, el rey había ratificado la decisión de la Audiencia de Guatemala de no permitir al hermano del obispo, un monje benedictino, residir en Guatemala.

En 1617 el conde de la Gomera impulsó la crianza de grana o cochinilla en Totonicapán, Suchitepéquez, Guazacapán, Atitlán y en ciertas regiones de Nicaragua y Chiapas, pero los conflictos por el pago de la alcabala no cesaron, como se demuestra por los disturbios en Santiago de Guatemala, y no se acabó aquí la política de Peraza, sino que encargó buscar en el Mar del Norte, junto a las costas de Nicaragua, un navío de piratas flamencos cargado de oro que había encallado, pero una fuerte tempestad frustró el resultado.

Por aquellos años se dio una plaga de chapulín (insecto ortóptero), afectando a las plantaciones de jiquilite (arbusto del que se extrae un tinte), además de que cayó ceniza sobre el Corregimiento del Valle, quemando pastos y cultivos (probablemente por la erupción de algún volcán, pues cuando se produjo la muerte de Felipe III y el comienzo del reinado de Felipe IV se hizo el “baile del volcán”). Estas desgracias no fueron las únicas porque, ya desde 1614, el Consejo de Indias empezó a recibir denuncias sobre el supuesto cohecho en que habría incurrido Peraza, además de haber otorgado encomiendas a personas que carecían de “pureza de sangre”, lo que era cierto porque los hijos de Bernal Díaz del Castillo eran mestizos al descender de una indígena. Se acusó a un oidor de violar la correspondencia y de coaccionar a una dama para que sirviera de testigo contra Peraza.

En 1620 el deán y comisario del Santo Oficio ordenó la incautación de la “Historia General de las Indias Occidentales”, del fraile dominico Antonio de Remesal, terminando con el encarcelamiento de este, y una vez llegó a Santiago de Guatemala el Juez de Visita en 1621, confinó en Patulul[x] a Peraza y a los oidores, aunque antes de enviar el expediente al Consejo de Indias los reinstaló en sus cargos, condenando a pena de cárcel a otros.

Y sigue el problema del impago de la alcabala, pues algunos morosos fueron ejecutados por “rezagos”. El tráfico de esclavos negros no se contuvo, el comercio de vino con Perú fue nuevamente autorizado en 1620, el número de obrajes añileros continuó aumentando hasta el punto de que en San Salvador, Guazacapán y Escuintla operaban más de 200, 70 y 40 respectivamente, construyéndose otros en San Miguel de la Frontera, Choluteca y Nicaragua. El latifundio se consolidó mientras los pueblos indígenas de las tierras cálidas perdían sus tierras comunales o morían por enfermedades contraídas en los obrajes. Esto al tiempo de que los grandes exportadores de añil en Santiago de Guatemala y en Granada (Nicaragua) incrementaban sus riquezas.

Hacia 1620 en la capital tenían sus casas señoriales alrededor de 137 comerciantes, 33 encomenderos y 96 terratenientes, permitiendo el añil la consolidación de otras formas de explotación laboral, como el peonaje por deuda, la aparcería y el colonato.

A finales de 1621 llegó a Guatemala el obispo hasta ese momento de Chiapas, Juan Zapata y Sandoval, un criollo mexicano que en 1609 había publicado una obra sobre la justicia distributiva y los que a ella se oponían; en ella defendía que las dignidades eclesiásticas y las encomiendas debían darse a criollos que, en igualdad de méritos, debían ser preferidos a los peninsulares[xi]. Durante su pontificado  se institucionalizaron los estudios superiores en Santiago de Guatemala, lo que se hizo valiéndose de los colegios de los dominicos y de los jesuitas, pero no sin contienda entre estos dos grupos de eclesiásticos.

Los jesuitas se opusieron, en 1625, a que en el colegio de los dominicos se pudieran hacer estudios mayores, y los dominicos solicitaron el cierre del colegio de los jesuitas, creciendo la polémica hasta 1676. Mientras tanto, en la región de Taguzgalpa[xii] (1623) unos indígenas dieron muerte a algunos frailes franciscanos, que intentaban concentrarlos en poblados como lo habían hecho con otros.

El conde de la Gomera, por su parte, terminó sin mucha fortuna, pues su hijo escribe que hallándose tan pobre y desvalido que para poder hacer su viaje [de vuelta a España] fue necesario que el General Thomas de la Raspur le prestase algunos dineros… y habiendo llegado a Sevilla cargado de años, de servicios y de miserias murió….



[i] En la costa atlántica, las islas mayores son Roatán, Guanaja y Utila.
[ii] Antes, Audiencia de los Confines.
[iii] Antonio Peraza Ayala Castilla y Rojas, conde de Gomera. Ver el artículo de Carmelo Sáenz de Santa María, “La personalidad del canario Antonio Peraza…”. 
[iv] En el extremo sur del país, junto al lago Titicaca.
[v] “Gobernantes de Guatemala. Siglo XVII”. En esta obra se basa el presente resumen.
[vii] En la costa guatemalteca del Pacífico.
[viii] Habitaban territorios de lo que hoy es Honduras y El Salvador.
[ix] Al sur de la actual Guatemala.
[x] Al sur de la actual Guatemala.
[xi] “Disertación sobre justicia distributiva y sobre la acepción de personas a ella opuesta”.
[xii] Luego llamada Costa de los Mosquitos.

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