https://es.wikipedia.org/wiki/ Historia_de_la_prensa_espa%C3%B1ola |
La
prensa, que dará título a una de las obras de Palacio Valdés, sale malparada, y
tendrá presencia en la novela de la época, lo que es muestra de hasta qué punto
los periódicos y revistas habían logrado penetrar en la vida de los españoles.
Los personajes de ficción eran encuadrados ideológicamente según el periódico
que leyesen, como Máximo Juncal, el médico librepensador de La madre naturaleza (Pardo Bazán), que lee
“El Motín”, periódico de un liberalismo radical, anticlerical y que también
leía el republicano José María (La fe)
de Palacio Valdés, el cual, en Años de
juventud del Doctor Angélico dice que no
pudiendo reprimir legalmente la injuria, acudía [el ofendido] al
recurso de pagar a unos cuantos bravucones que entraban de improviso en las
redacciones de los periódicos, apaleaban a los redactores y rompían y deshacían
cuanto encontraban.
En
cuanto a los diversos grupos sociales, después de los intentos revolucionarios
de 1854 y 1868, Pardo Bazán dice en Memorias
de un solterón: no hay clases… No hay más que apetitos, vanistorios y
exigencias. Nuestras instituciones democráticas han menguado la fuerza social
de la nobleza de sangre, pero han duplicado la del dinero. También Varela,
en Elisa la malagueña, muestra cómo
los administradores de los aristócratas terminan siendo más ricos que estos. La
burguesía se ha enriquecido por el comercio, los negocios y la política,
encontraba alianzas matrimoniales con la aristocracia, que no las desdeñará; se
trata de esas alianzas entre los blasones y las talegas, título de uno de los
cuadros que forman Tipos y paisajes
de Pereda.
En
La Espuma, de Palacio Valdés, se
narra la historia de Clementina y su padre, el duque de Requena, rico banquero
“de orígenes inciertos” que logró amasar una gran fortuna por medios poco lícitos,
y no se trata de un ejemplo aislado en la novela del período. El Torquemada de
Galdós fue un prestamista con gran olfato para los negocios, y también trataron
los novelistas de la época la figura del indiano, por lo general de ascendencia
norteña, que vuelve a España para gozar con tranquilidad de los bienes amasados
tras años de duro trabajo: El cuarto
poder (Palacio Valdés), La puchera y
Don Gonzalo González de la Gonzalera (Pereda).
Sin
embargo, el grupo que más atrajo la atención de estos escritores fue la clase
media, cuyas virtudes, esperanzas, anhelos, estrecheces y miserias reflejó
Galdós en sus Novelas Contemporáneas,
y en uno de sus Episodios Nacionales (Los
apostólicos), comenta Galdós, a propósito de don Benigno Cordero, que
representa, a su juicio, el ideal del primitivo buen burgués: Hombre laborioso, de sentimientos dulces y
prácticas sencillas,… don Benigno amaba la vida monótona y regular… era acabado
tipo de ‘burgués’ español, que se formaba del antiguo pechero fundido con el
hijodalgo...
La
clase media, ligada al modesto funcionario, al pequeño comercio, a las
actividades liberales, con frecuencia intentaba vivir por encima de sus
posibilidades, debido a las exigencias que le imponía la nueva realidad social,
como comenta un personaje de Memorias de
un solterón, de Pardo Bazán, y Clarín comentó, a propósito de La desheredada, de Galdós, que “el
arroyo quiere ser Guadalquivir, y el Guadalquivir ser mar…”. Por el deseo de
figurar pierden el “honor” y crean no pocos conflictos familiares personajes
como Rosalía Piapón de la Barca (La de
Bringas, Galdós) o Rosa (Memorias de
un solterón, Pardo Bazán), y por el lujo se sacrificaba la buena
alimentación, como comenta Valera al hablar de la cocina española. Las
cuestiones económicas se convirtieron en motivo de continua preocupación para
los personajes de las novelas de la época, apareciendo prestamistas, usureros,
etc.: hombres de más necesidades que
posibles; empleados con más hijos que sueldo; otros ávidos de la nómina tras
larga cesantía; militares trasladados de residencia, con familión y suegra por
añadidura; personajes de flaco espíritu… con la carcoma de una mujercita que da
tés y empeña el verbo para comprar las pastas…[i],
pero también hay ejemplos de familias que aspiran a vivir decentemente de sus
propios recursos (Miguel Rivera y Maximina en Maximina, de Palacio Valdés).
El
mundo obrero aparece retratado en menor medida, diciendo Galdós del “populacho”
(no el pueblo) en El equipaje del rey
José (Episodios Nacionales), que es
bajo, soez, envidioso, cruel y, sobre todo, cobarde. En La Tribuna, Pardo Bazán muestra el
interior de una fábrica de tabacos donde trabajan cuatro mil mujeres que irán a
la huelga. La escritora simpatiza con su causa a través de Amparo, la
protagonista, llamada la Tribuna: ¿Hizo
Dios dos castas de hombres, por si acaso, una de pobres y otra de ricos? ¿Hizo
a unos para que paseasen, durmiesen, anduviesen majos y hartos, y contentos, y
a otros para sudar siempre y arrimar el hombro a todas las labores, y morirse
como perros sin que nadie se acuerde de que vinieron al mundo?... Unos trabajan
la tierra, otros comen el trigo: unos siembran y otros recogen; tú, un suponer,
plantaste la viña, pues yo vengo con mis manos lavadas y me bebo el vino…
Palacio Valdés
describe, en La Espuma, una excursión
de un grupo de aristócratas a las minas de Riosa[ii] y
el duro contraste entre la frívola existencia de aquellos y el drama de los
mineros, enfermos y prematuramente envejecidos que Quiroga, el médico
socialista de la mina, denuncia. El mismo autor, como Pardo Bazán, nos presenta
una fábrica de tabacos en Sevilla, en La
hermana San Sulpicio: me impresionó –dice-
y me produjo temor. Tres mil mujeres se
hallaban sentadas en un vasto recinto abovedado… Apenas se respiraba en aquel
lugar… Filas interminables de mujeres… liaban cigarrillos delante de unas mesas
toscas… Al lado de muchas de ellas había cunas de madera con tiernos infantes
durmiendo… (cunas que suministraba la propia empresa).
Clarín, por su parte,
nos ofrece en La Regenta uno de los pocos elogios del trabajo presentes
en las novelas de la época, al rememorar el paseo de los obreros una vez
terminadas sus ocupaciones: era la fuerza
de los talleres que salía al aire libre. En las novelas de esta época se
encuentran personajes de extracción popular, como familias cargadas de hijos
que, con frecuencia, se sostienen gracias al trabajo femenino; otros forman
parte del hampa, o de la mendicidad (en este caso en Misericordia de Galdós). Se habla también del desamparo de los
niños y la crueldad con la que eran tratados (Sotileza, Pereda) y hacia quienes muestran una gran sensibilidad
personajes como Ana Ozores (La Regenta)
o Miguel Rivera y don Facundo (Riverita,
Palacio Valdés). También Galdós habla de su Celipín en Marianela, que luego vuelve en El
doctor Centeno y Tormento.
La dureza de la vida
campesina, con gran resignación de sus personajes, se describe en obras como La puchera de Pereda, que nos habla
también de la dureza que sufren los pescadores en Sotileza, como hará, así mismo, Palacio Valdés en José. Galdós denuncia el primitivismo de
las aldeas, que petrifica millones de
seres, matando en ellos toda ambición noble y encerrándoles en el círculo de
una existencia mecánica, brutal y tenebrosa.
Los clérigos ocupan un
gran espacio en estas novelas, lo que muestra la importancia que tenían
entonces, siendo tratados de diversa forma. En las novelas de Pereda abundan
los curas de “misa y olla”: el párroco de Robleces (La puchera), el entrañable “pae Apolinar” de Sotileza, o don Sabas, el párroco de Tablanca en Peñas arriba. Alarcón también dibuja un
cura bondadoso, uno de aquellos curas a
la antigua española…; curas indígenas,… de la clase de católicos rancios, sin
ribetes de política ni de filosofía…
Pero también hay
clérigos cultos y dechados de virtudes, como el jesuita Manrique, y Alarcón
dice que “siempre me he complacido yo en pintar, en mis obrillas, clérigos y
frailes, ya sabios, ya ignorantes, ya severos, ya alegres, pero todos deseosos
de arreglar las cosas de la vida…”. Pardo Bazán se refiere al joven sacerdote
don Julián en Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza, siendo en esta
última obra donde Gabriel Pardo (personaje creado por la autora) justifica la
escasa instrucción de una buena parte del clero español: el clero es el reflejo de la sociedad en que vivimos… (iii).
[i] Pérez
Galdós, B., “Obras completas”.
[ii] En el
centro-sur de Asturias.
(iii) J. Andrés Gallego y L. Llera, "La cultura española en el siglo XIX...".
No hay comentarios:
Publicar un comentario