De las tres Beiras
portuguesas, Castelo Branco es la capital de Beira Baixa, en el interior del
país, haciendo frontera con España y muy cerca del curso del Tajo. La ciudad
tenía hace un siglo unos 9.300 habitantes, pero ahora supera los 56.000,
habiendo perdido habitantes desde los años sesenta pasados. A 319 metros sobre
el nivel del mar, se encuentra en un altiplano y al noroeste de la ciudad hay
una montaña donde aún se pueden ver los restos de un castillo templario.
Dice Sant’Anna Dionísio
que el historiador Alexandre Herculano, al regresar en 1854 de un viaje por la
Beira, apuntó lo siguiente: Cielo puro. Horizontes
bien distintos. La Beira Baja, parece un plano donde se eleva en el centro el
monte de Castelo Branco, en cuya pendiente oriental está la ciudad…
Castelo Branco tiene un
museo fundado por el arqueólogo Francisco Tavares Proença en 1910, conteniendo
la colección arqueológica del mismo y otras piezas que se han ido incorporando
con el paso del tiempo. Una de sus particularidades es la colección de colchas
confeccionadas con lino y seda, las colchas de “noivado” o de novios, hechas
para el ajuar de los que se casaban. También la colección de pintura,
en la que destaca un “San Antonio” de 0,66 por 1,52 m. que se atribuye al
pintor Francisco Henriques, que vivió entre el siglo XV y el XVI, perteneciente a la escuela flamenca. Del palacio episcopal se llevaron al museo
cuatro tapices de estilo flamenco datados a finales del siglo XVI. Uno de
ellos representa la historia de Lot y mide 3,50 por 2,60 m.
Otro de los atractivos
de la ciudad son los jardines del palacio episcopal, sede este de los obispos
de Guarda en invierno. El palacio fue luego ocupado por un liceo, pero conserva
su monumentalidad y decoraciones. Los jardines fueron trazados siguiendo el
gusto italiano con estanques y juegos de agua, estatuas religiosas y profanas
de granito. El obispo Joâo de Mendoça fue el que encargó el jardín,
concluyéndose en 1725.
Un arco antiguo que
llevó el nombre de “Porta do Pelame”, y hoy del obispo (medio punto) da acceso
a la plaza de Luis de Camôes, centro de la ciudad antes de que este se
desplazase a la plaza del Municipio y a la Alameda, que tuvo el nombre del
dictador Salazar.
Subiendo a la explanada
del castillo, a casi 500 m. de altura, muy cerca de donde hubo correrías
de españoles y franceses en los años 1648 y 1807 respectivamente, se ve un buen panorama y, cuando el cielo está claro, se divisa el río
Tajo.
Castelo Branco es el
resultado, en origen, de la evolución de dos villas hispano-romanas en el cerro
de Cardosa, donde se encuentra el castillo del que ya hemos hablado, y
pertenecieron a los templarios por donación de Fernando Sanches en 1209, pero las dos
villas se empeñaron en mantener su individualidad, rigiéndose por fueros
distintos.
En la “Guía de Portugal”,
editada por la Fundación Calouste Gulbenkian, se dice que “saliendo de la
estación del ferrocarril, al sur de la ciudad, se entra en Castelo Branco por
una amplia avenida de 30 metros de largo, y ya desde esta se ve el monte de
Cardosa con las ruinas del castillo. Luego se desemboca en la Avenida de los
Combatientes de la Gran Guerra", que casi nunca falta en las villas y ciudades
portuguesas. El edifico de Ayuntamiento (Paços
do Conselho) es un edificio del siglo XVII, antigua residencia de la
familia de Bartolomé de Fonseca, habitada por sus descendientes, los Mesquitas
y Alburquerques hasta 1935, año en que fue adquirida por el municipio. El
edificio cuenta con azulejos que pueden verse también en Viseu, Porto y otras
muchas villas y ciudades portuguesas.
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