No es seguro si Goya
pintó esta obra entre 1793 y 1794 o entre 1810 y 1814, pero está relacionada en
cuanto a su estilo con una serie de pinturas con escenas de guerra. “Los
presos, no solo los prisioneros de guerra, se encuentran entre las víctimas de
la injusticia y la crueldad que figuran en muchos de los dibujos y grabados de
Goya”. Junto a escenas como esta hay otras donde un hombre es asaltado o
diversas personas están siendo objeto de tortura y castigo. “Esta escena de la
prisión, ejecutada con un mínimo de color, es notable por la atmósfera de
tristeza y el efecto de sufrimiento anónimo creado por las figuras
indistintamente pintadas… La comparación con “El patio de un manicomio”, obra
también de Goya, ha llevado a fechar la primera en torno a 1793-1794.
“Escena en una prisión”
es un grabado en zinc al óleo de 43 por 32 cm. y se encuentra en el Museo
Bowes, en la ciudad inglesa de Barnard Castle[i].
Aquí Goya muestra un ejemplo de la amplia pintura que nos dejó donde se refleja
su vida atormentada, tanto por los sucesos en su familia que le hicieron
sufrir, como por la sordera que le hizo cada vez más desconfiado. Según Nigel
Glendinning[ii],
en la correspondencia con su amigo Martín Zapater trasciende la angustiosa
conciencia del paso de los años. De los siete hijos que consta le nacieron
vivos a Goya y Josefa Bayeu, solo uno sobrevivía. En 1792 se encontró mal y
empeoró en pocos días; tras dos meses de “dolores cólicos”, pidió licencia al
rey para ir a Andalucía a reponerse. El viaje desencadenó un segundo ataque, al
parecer apoplético. En 1781 había fallecido su padre y la sordera no tardaría
en atormentar al artista. Contribuyó al estado de ánimo decaído de Goya, en
algunas etapas de su vida, la memoria de los hijos y familiares desaparecidos.
En los retratados brota la sensibilidad de Goya al registrar no solo la
realidad exterior sino la intimidad, adelantando diversas hipótesis sobre el
estado climatérico de la vida del pintor.
En este sentido parece
lógica la hipótesis de que “Escena en una prisión” puede corresponder a la
última década del siglo XVIII, pero también de esta son varios retratos (el de
Sebastián Martínez, la marquesa de Solana, la marquesa de Santa Cruz, doña
Tadea Arias y la duquesa de Alba, por poner algunos ejemplos); más relación con
la “Escena en una prisión” tiene “Fuego por la noche”, pero los frescos de San
Antonio de la Florida son también de esta época y nada tienen que ver con esa temática (claro que se pintaron para decorar la cúpula de la ermita).
Durante la guerra
contra los franceses pintó retratos como el de Juan Antonio Lorente, el del
duque de Wellington o el de su hijo Mariano, pero también bodegones, escenas de
la guerra y su autorretrato de 1815. Por lo tanto vemos que las escenas que
podrían inspirarle sus momentos depresivos, pesimistas, de angustia, se pueden
encontrar en diversas etapas de su vida, para terminar con las pinturas de la
Quinta del Sordo, al óleo en las paredes de dos habitaciones, que luego se
pasaron a lienzo en 1873. Goya debió de pintar estas escenas (terribles y
misteriosas en algunos casos) entre 1820 y 1823, este el año de su muerte.
En la “Escena en una
prisión” la única luz viene del exterior, detrás de un túnel, con los
personajes solo abocetados, negruzcos, delgados, abatidos, uno de ellos
recostado sobre su espalda, teniendo las piernas en un nivel superior al del
cuerpo, posiblemente una postura de absoluta desesperación o decaimiento.
[i]
Al norte de Inglaterra. John Bowes, nacido en 1811, fue un coleccionista que
fundó el museo de su nombre.
[ii] “Goya,
la década de los Caprichos”, Madrid,
1992.
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