Plano de la ría y puerto de Ferrol |
Con la monarquía
borbónica Galicia adquirió un valor estratégico que antes no había tenido. La
pérdida de Flandes y los territorios italianos hizo que la política atlántica
(las colonias americanas) cobrase primacía en la Corte española. Era necesario
contar con una flota poderosa que facilitase los intercambios comerciales y que
garantizase las rutas marítimas frente a las agresiones británicas, sobre todo.
El Nuevo Mundo
desempeñó un papel de gran relevancia en los conflictos internacionales
desencadenados por las potencias europeas durante el siglo XVIII. Esto se puso
ya de manifiesto en las guerras de sucesión a las coronas de España, Polonia y
Austria, cobrando mayor importancia en la segunda mitad del siglo: guerra de
los siete años y sublevación de las trece colonias británicas.
Cádiz se convirtió en
el puerto central de la reforma llevada a cabo por el ministro Patiño[i],
pero dividió el litoral español en tres departamentos marítimos, uno de los
cuales tenía su capital en Ferrol (1726), lo que responde a la importancia de
su puerto en siglos anteriores. Pero el peso del puerto de Ferrol siguió siendo
discreto durante la primera mitad del siglo XVIII[ii],
hasta que el marqués de la Ensenada se convirtió en el gran paladín de la
opción ferrolana, ya con Fernando VI. Don Zenón de Somodevilla se había formado
bajo la protección de Patiño en la administración de la Armada, su verdadera
escuela, y durante esta etapa había tenido la ocasión de visitar la comarca de
Ferrol: en 1730 residió unos meses en el apostadero de A Graña, dirigiendo la
labor de su pequeño astillero.
La marina española
ocupó, durante el reinado de Fernando VI, un lugar privilegiado en los planes
de Ensenada, recomendándole el monarca que apoyase su política naval “con
preferencia a todo”. Por otra parte, siguiendo la tendencia marcada por las
grandes potencias navales del momento (Inglaterra y Francia), Ensenada mandó
crear cuatro grandes arsenales, tres en la península (Ferrol, La Carraca[iii]
y Cartagena) y otro en América (La Habana). Así se formaron, prácticamente de
la nada, los arsenales-astilleros de Ferrol, surgiendo fábricas y centros de
reparación.
Llama poderosamente la
atención –dice Martín García- que casi todos los rivales que le salieron a
Ferrol estuvieran ubicados en el propio reino de Galicia. En 1747 fue apremiado Cosme de Álvarez para que preparase los planos de un arsenal en la ría de
Ferrol capaz de albergar sesenta navíos de línea y de construir “quatro a un
tiempo”, pero en 1749 fue enviado para que estudiase otros puertos, y en la ría de
Vigo sondeó y demarcó todos los parajes, desde Redondela hasta las islas Cíes.
También analizó las posibilidades en la ría de Pontevedra. Años más tarde, don
Juan José Navarro, marqués de la Victoria[iv],
ya para el rey Carlos III, expuso algunos inconvenientes que veía en Ferrol
(aunque también ventajas): “la escasez, lo estéril, [sic] del clima, siempre variable
y expuesto a temporales, lluvias y los ánimos de sus naturales, abatidos,
floxos, enemigos del trabaxo…”. Martín García considera que en este informe se
ven las rencillas personales y el desprecio que sentía Navarro por el ya caído en
desgracia marqués de la Ensenada. Pero se reconocieron varios méritos a Ferrol:
sus cualidades defensivas, el fondo de sus aguas y tener la facilidad de poder
hacer escuadra para América y en el Canal de Inglaterra.
La bonanza económica y
el desarrollo demográfico de los centros urbanos gallegos, como A Coruña y
Ferrol, no obsta para reconocer que a finales del siglo XVIII las villas y
ciudades de Galicia eran modestas[v].
Según el censo de 1787, la mayoría de ellas no alcanzaban los 5.000 habitantes;
solamente tres centros urbanos, según parámetros de la época, alcanzaban tal
calificación: la villa de Ferrol y las ciudades de Santiago y A Coruña. En la
segunda mitad del siglo XVIII, Ferrol vio un flujo migratorio favorable de
importancia, que continuó aunque con menor importancia en la primera mitad del
siglo XIX. La Armada necesitaba brazos para las obras, además de los militares
que se asentaron en la villa, “las levas honradas” y los maleantes.
La mayoría de estos
inmigrantes procedían de la misma Galicia, sobre todos los municipios actuales
de la comarca ferrolana y los del norte de la actual provincia de A Coruña.
Hacia el sur también fluyeron a Ferrol habitantes del golfo Ártabro y los de
los actuales municipios de Monfero y As Pontes. Fuera de este ámbito cercano,
vecinos de Santiago y Lugo y los territorios de la Galicia rural. Barceloneses,
murcianos y santanderinos se avecindaron en Ferrol, pero también asturianos,
franceses, italianos y portugueses. Así, la mayoría de la población ferrolana
en 1787 era masculina, joven y solteros.
El nuevo Ferrol trajo
consigo nuevas categorías socioeconómicas: en 1797 el 67% eran asalariados por
el rey, siguiendo muy de lejos en cantidad los artesanos, jornaleros, tenderos,
profesionales liberales, comerciantes, hidalgos y los dedicados al sector
primario. Los ahora municipios de Cedeira, Valdoviño, San Sadurniño, A Capela,
Pontedeume, Cabanas, Fene, Neda, Narón, Mugardos y Ares, además de Ferrol,
experimentaron cambios demográficos que tienen en el puerto ferrolano su
principal explicación. Aquí encontraron muchos empleo en la construcción naval,
mientras que la villa compraba a su comarca los productos del campo o del
mar, destacando en aquellos las harinas.
Las feligresías de la
ría ferrolana y sus villas de A Graña, Mugardos, Neda y en menor medida Ares,
fueron las que más crecieron durante la segunda mitad del siglo XVIII, pues
Ferrol fue incapaz de absorber todo el flujo migratorio.
[i] Nacido
en Milán en 1666, falleció en 1736 en La Granja de San Ildefonso, habiendo sido
Secretario de Estado con Felipe V.
[ii] “Auge y
decadencia… en Ferrolterra…”, Alfredo Martín García. En uno de los capítulos de
esta obra se basa el presente resumen.
[iii] Hoy en
el municipio de San Fernando, Cádiz.
[iv] Nació
en Mesina en 1687 y murió en Isla de León en 1772, habiendo sido Capitán
General de la Armada española.
[v] Ver aquí
mismo “Las villas gallegas en el siglo XVIII”.
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