jueves, 4 de julio de 2019

Los científicos prehistóricos



Benjamín Farrington se pregunta si existió la ciencia antes de la escritura; él mismo se contesta que si la ciencia es un método por el cual el ser humano adquiere el dominio de cuanto le rodea, la respuesta es afirmativa. Los utensilios más antiguos que se conservan –dice- usados por el hombre para dominar el ambiente, son herramientas de piedra. De estas deducen los expertos la capacidad intelectual y el progreso embrionario del hombre, aún en la Edad de Piedra. El crecimiento de la habilidad manual –que es por sí misma una forma de inteligencia- se ve en el perfeccionamiento de los utensilios[i].

En una etapa de su evolución, el ser humano no hizo sino seleccionar piedras adecuadas a sus propósitos y adaptarlas. En la etapa subsiguiente, picó las piedras grandes para obtener trocitos del tamaño y forma deseados. Después hizo sus herramientas para fines cada vez más especializaos: tuvo raspadores, puntas y trituradoras. Hasta tuvo herramientas para hacer herramientas. Pero no fue la piedra el único material empleado, de forma que el conocimiento de los materiales es inherente a la ciencia: madera, huesos, cuernos, marfil, ámbar o conchas le proporcionaron nuevos instrumentos y nos permiten hoy apreciar su creciente sabiduría. Pero esta sabiduría se manifestó en la creciente apreciación de los principios mecánicos. Pronto comprendió el ser humano la utilidad de la cuna y de la palanca, el lanzador de dardos, el arco y la flecha, el taladro son otros tantos jalones de su progreso mecánico.

El fisiólogo J. Haldane[ii] escribió que necesitaba una superficie del cerebro tan amplia para controlar sus manos como para sus órganos bucales. Como operario científico observó que algunos de sus colegas pensaban principalmente con las manos y eran muy poco hábiles con las palabras. Hay muchas pruebas de que el hombre primitivo hizo muchas cosas bien en relación a la necesidad de pensar y actuar, por lo tanto es evidente una ciencia previa a la civilización, y también por parte de salvajes contemporáneos. Driberg, un excelente observador, dice que los salvajes son seres razonadores capaces de inferencias, pensamientos lógicos, argumentos y especulaciones, e insiste en el verdadero carácter científico de algunas de las actividades de los salvajes. El salvaje, dice, no solo se adapta a su ambiente natural, sino que adapta el ambiente a sus propias necesidades. Es la interminable batalla entre las fuerzas de la naturaleza y el ingenio humano la que conduce a alguna forma de civilización, y se pueden poner ejemplos: los salvajes cuentan con dispositivos elaborados para proporcionarse agua pura para beber, practican el riego, se ocupan de plantar árboles con diversas finalidades, como mejorar el suelo, ampararse del viento, por razones estratégicas o para tener material para sus armas, fibras para hilar… construyeron embalses en los ríos, etc.

De siglos o milenios de tales actividades surgen las artes y los oficios en que se basa la civilización, siendo el verdadero origen de esta el dominio simultáneo de cierto número de técnicas, unas nuevas y otras antiguas que, reunidas, son suficientes para hacer de un recolector de alimentos un productor de ellos, y un superávit permanente de alimentos es la base necesaria para que surja la sociedad civil. De aquí se llegó a las mayores concentraciones de población, comenzó la vida urbana y la aldea neolítica fue sustituida por la poderosa ciudad.

Las técnicas fundamentales fueron la domesticación de animales, la agricultura, la horticultura, la alfarería, la fabricación de ladrillos, la hilandería, los tejidos y la metalurgia. Todo esto constituyó una revolución en la manera de vivir de los grupos humanos. Cuando se enseñe la historia como es debido –dice Farrington- se comprenderá la verdadera historia de la sociedad humana. El cinematógrafo, el museo, el taller, la conferencia, la biblioteca, han de combinarse para que la humanidad adquiera conciencia histórica del significado de los vitales dos mil años que van desde el 6000 al 4000 antes de Cristo, aproximadamente[iii]. Esa revolución técnica constituye la base material de la civilización antigua, y no ha tenido lugar otra mudanza comparable en el destino del hombre hasta la revolución industrial en los siglos XVIII y XIX. Toda la cultura de los antiguos imperios del Cercano Oriente, de Grecia y Roma, así como los de la Europa medieval, se funda en el acervo técnico de la época neolítica. Lo que hoy nos diferencia de dichas civilizaciones solo puede comprenderse si reparamos en que nos separa la segunda gran revolución técnica, el advenimiento de la era mecánica.

En Egipto, las varias fases del progreso humano están registradas por el uso creciente de cosas. En el período predinástico, en torno al año 4000 a. de C., los egipcios usaban piedras, huesos, marfil, pedernal, cuarzo, cristal de roca, cornerina, ágata, hematita, ámbar y una larga serie de otras piedras semipreciosas. Conocían el oro, la plata, el cobre y el bronce, el estaño, el antimonio, el plomo, el platino, la galena y la malaquita. Un friso funerario del Imperio Antiguo (tercer milenio) muestra un taller de operarios de metales, ocupándose algunos de los hombres en soplar el fuego de un horno con algo que parecen ser casas de arcilla; otros cortan y golpean “metales”; otros están pesándolos en pesas de piedra dura con formas geométricas.

Hubo comunidades que pesaron objetos miles de años antes de que Arquímedes[iv] descubriera las leyes del equilibrio, por lo que debieron tener un conocimiento práctico e intuitivo de los principios de aquel. Lo que Arquímedes hizo no fue sino extraer las deducciones teóricas de ese conocimiento práctico y enunciar el conjunto resultante.


[i] “Ciencia griega”.
[ii] Nacido en Oxford en 1892, murió en India en 1964. Genetista y biólogo evolutivo británico.
[iii] En Mesopotamia, el Nilo y en Indo.
[iv] Griego de Siracusa del siglo III a. de C.

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