sábado, 6 de julio de 2019

Médicos babilonios

cardenashistoriamedicina.
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Según Piedad Yuste aun no disponemos de textos teóricos mesopotámicos sobre medicina[i], pero sí de textos que revelan el saber práctico de aquellos sanadores. Los tratados médicos se han clasificado en tres categorías: terapéuticos, farmacológicos y series de diagnósticos y pronósticos.

El documento médico más antiguo se remonta a los siglos XXII-XXI a. de C. y es un repertorio farmacológico que ha estudiado S. Kramer. Recoge conocimientos de la tradición sumeria, que es la primera a la que podemos considerar culta en la zona. Quizá fuese un manual utilizado por un sanador o azu donde se incluyen remedios concretos para aliviar algunas dolencias, sin detallar las proporciones de los ingredientes, lo que posiblemente se hacía de una forma u otra según los casos.

Los elementos nombrados son de origen vegetal: semillas, raíces, tallos, cortezas y hojas. Las plantas son el mirto, el cedro, la palmera datilera, la higuera, el sauce y otras. También se mencionan elementos procedentes de animales: miel y leche; y minerales como salitre, sal común, arcilla del río y aceite del mar (¿?). Uno de los productos más utilizados como excipiente era la cerveza y en ocasiones se citan sustancias de origen animal: piel de serpiente, caparazón de tortuga, pero eran más bien para exorcismos.

En un texto procedente de Ebla (Siria) se detalla el instrumental médico: hojas de bronce con pesos entre 16 y 24 gramos, lancetas para las dolencias oculares, forceps para asistir a las parturientas, martillos pequeños para comprobar los reflejos, vidrios pulimentados para examinar la piel y los tejidos…

Durante el período paleobabilónico[ii] los sanadores actuaban de dos maneras distintas. Los exorcistas hacían exhaustivos exámenes de los pacientes observando cada detalle: el pulso, las secreciones, el color de la piel, el semblante, la lengua, los ojos y los olores. Recomendaban remedios y bebedizos solo si el enfermo tenía cura; de lo contrario se limitaban a recetar algún producto para aliviar el dolor y daban al enfermo por desahuciado. También recurrían a la ayuda de los dioses y, en ocasiones, el mal desaparecería si el enfermo se arrepentía de algún mal que había hecho. Para ello, el exorcista elevaba plegarias al dios mientras hacía rituales y hechizos.

Los terapeutas llevaban a cabo una práctica más empírica: recomendaban terapias de origen vegetal, animal o mineral; suministrando pócimas, aplicando bálsamos y emplastos, curando heridas y lesiones, restaurando huesos rotos, administrando antídotos contra las mordeduras de serpientes y las picaduras. A diferencia de lo que ocurría en el antiguo Egipto, en Mesopotamia no se practicaban momificaciones y tampoco se hacían autopsias ni disecciones. El adivino solo inspeccionaba el interior del cuerpo de los animales ofrecidos a los dioses, examinaba qué órganos estaban marcados por el mal y anotaba malformaciones y coloraciones inusuales. Según algunos investigadores (Scurlock y Andersen) los asirios hicieron incursiones en el interior de los fallecidos a causa de enfermedades, pero no existe constancia de ello.

Los médicos babilonios disponían de tratados terapéuticos según el remedio sea vegetal, mineral o animal. Un ejemplo es el siguiente: azafrán amarillo para la constricción de la vejiga, el cual debía machacarse y administrar como poción en cerveza fina; bellota que debía machacarse y mezclarse de la misma manera que en el caso anterior; ajo preparado de la misma manera; pistacho para los pulmones, que debía machacarse y administrar como poción. Algunos de los manuales terapéuticos estaban destinados al corazón, los pulmones, el vientre y los riñones, habiendo remedios contra la fiebre, la tos, los dolores de cabeza, las afecciones oculares, cólicos, entumecimiento de las extremidades, etc. Se dice en un texto antiguo: Si un hombre tose, haz cocer arnoglosa, (es una planta) cuando está todavía verde como las judías, mézclala con leche, ajo y aceite fino; que la beba en ayunas y sanará. Si un hombre tiene reuma…, mezcla palomina (excremento de las palomas), cantáridas (insecto parecido a la mosca), excrementos de gacela, en la cerveza extiende la mezcla en una tela y colócala en su pecho y en la base de sus pulmones; déjala así durante tres días y él sanará.

 Las enfermedades de la mujer y el cuidado de los recién nacidos contaban con especialistas y parteras que prescribían recetas contra la esterilidad o practicaban pruebas de embarazo. Otros describían los síntomas de las enfermedades, de lo que conservamos un manual escrito por Esagil-kin-apli, de Borsippa (muy cerca de Babilonia), un sipu que vivió en el siglo XI a. de C., el cual recogió una parte de la tradición médica acumulada hasta entontes. Se trata de 40 tablillas con más de 5000 líneas donde se habla de muchas enfermedades: malaria, tuberculosis, difteria, faringitis, neumonía, tétanos, cólera, rabia, varicela, hepatitis, herpes, lepra, etc. Otras eran causadas por transmisión sexual: gonorrea, sífilis, infecciones del tracto urinario… También patologías causadas por parásitos, falta de higiene, contagio, heridas y malformaciones. Se describen también enfermedades propias de la vejez, como el párkinson, la demencia, trastornos de la memoria… y dolencias nerviosas, problemas digestivos, afecciones mentales, insuficiencias respiratorias, arritmias, etc. 

El “Tratado de diagnósticos y pronósticos”, que es como se ha traducido el manual de Esagil, permitió a los médicos asirios, que heredaron la “ciencia” de los babilonios, distinguir cinco niveles de temperatura corporal: normal, tibia, caliente, muy caliente y ardiente. Hoy conservamos dos copias de este manual con juicios clínicos sobre el cráneo, como la fiebre, heridas y dolor; heridas y afecciones de los ojos, nariz, orejas, boca, dientes y lengua; temblores y rigidez en el cuello; afecciones en el pecho y la respiración; brazos, manos, dedos, muñecas y codos; abdomen, epigastrio, intestinos, cadera, ingles, nalgas, ano, pene, testículos, excrementos, orina, piernas, rodillas y pies. 

En otro apartado se aportan síntomas de personas que han cumplido setenta años; sobre enfermedades infecciosas; las que afectan al sistema nervioso; lesiones de la piel; dolencias y cuidados de la mujer y de los niños.

Se ha recuperado otro texto más antiguo del que se conservan dos fragmentos, uno procedente de Nippur y otro encontrado en las excavaciones de Sultantepe[iii], donde se puede ver que los sipu pasarían a ser los auténticos médicos diferenciados de los que se ocupaban de cuestiones farmacológicas o herbarias. En una vivienda de Assur se ha encontrado un texto neoasirio en el que se mencionan las actividades de Kisir-Assur, hijo y descendiente de “sipus” del templo dedicado al dios Assur.

Magia y curación iban muchas veces de la mano, pues las facultades curativas de los fármacos dependían de un ritual. Algún autor ha señalado que la medicina debía ser preparada bajo la influencia de las estrellas benefactoras y administrada en el momento propicio: deja reposar [el medicamento] por la noche bajo las estrellas, o por la noche, colócalo frente a la estrella Cabra (se trata de Vega, la estrella más brillante de la constelación Lira, en aquella época la diosa de la salud). El asu (farmacéutico) cubría su cabeza al recolectar la hierba, y lo hacía de noche, cuando la posición de los astros era favorable. Tapaba la planta con un paño y trazaba un círculo de harina a su alrededor, mientras que otros métodos curativos consistían en envolver figurillas de arcilla y colgarlas del cuello del enfermo.

Los babilonios creían que el lugar donde se genera la actividad mental es el corazón y distinguieron un grupo de dolencias a las que nosotros identificamos con la epilepsia. Denominaron con el término AN.TA.SUB.BA al ataque repentino “caído del cielo”, pero otras enfermedades las denominaban miqtu (algo que ha caído abajo). Si un bebé –se dice un en texto- tan pronto como nace pasados dos o tres días [su estómago] no acepta la leche y miqtu cae sobre él por la mano de un dios, la mano de Istar: el ladrón le ha tocado; él morirá. En una afección contemplada en el código de Hammurabi se dice: si un hombre compra un esclavo o esclava y antes de que haya transcurrido un mes bennu (una enfermedad de carácter crónico en lengua acadia) cae sobre él, el comprador devolverá el esclavo a su vendedor y el comprador obtendrá la plata que hubiera pagado.



[i] “El arte de la curación en la antigua Mesopotamia”
[ii] Siglos XIX-XVII en su máxima duración, pero hay diversas posiciones sobre este asunto.
[iii] En la actual Turquía, muy cerca de la frontera con Siria. La ciudad asiria se corresponde con los siglos VIII y VII a. de C., pero los fragmentos son muy anteriores (siglos XIV-XII a. de C.).

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