domingo, 30 de abril de 2023

"... aliviar los ajes de la arruinada vejez..."

 

                                                (peakpx.com/es/hd-wallpaper-desktop-ngqja)

La colonización de la Luisiana y la Florida, en el sureste de los actuales Estados Unidos, fue una labor lenta, penosa y llena de dificultades. Sus costas fueron descubiertas por Ponce de León en 1513, al mismo tiempo que Núñez de Balboa descubría el Pacífico, y aquel le puso el nombre de Florida por ser el domingo de Pascua Florida. La intención de Ponce era la de “navegar hacia las islas de Bimini[i], porque los indios de Borinquen[ii] le habían revelado una quimera: aliviar los ajes de la arruinada vejez comunicando el vigor y gracia de la mocedad”[iii]. Un año después el rey Carlos le dio orden de que tomara posesión y poblara la “isla” de la Florida, para lo que salió de Puerto Rico en 1521 con doscientos hombres y 50 caballos[iv].

Ponce de León había descubierto la Florida a su costa, como era común en el siglo XVI, y predentió establecer una cabeza de puente aunque fracasó, como ocurrió con las expediciones de Vázquez de Ayllón a la Carolina (1526) y la de Pánfilo de Narváez a la Florida (1528). En 1538 Hernando de Soto salió de Sanlúcar de Barrameda con diez barcos y desembarcó en la bahía de Tampa[v] (Florida). En 1549 el dominico Luis Cáncer de Barbastro[vi] lo intentó de nuevo, pero fue muerto por los nativos.

Por orden de Felipe II el virrey Velasco[vii] organizó una expedición en 1558 nombrando gobernador a Tristán de Luna y Arellano, el cual fundó dos establecimientos, uno en Panzacola con el nombre de María de Filipino, que duró muy pocos años, y otro en Santa Helena, precursora de la actual San Agustín, al nordeste de la península de Florida y primer asentamiento definitivo en Norteamérica llevado a cabo por europeos, pero fue obra ya de Pedro Menéndez de Avilés (1565). El objetivo fue expulsar de la zona a los colonos franceses que se habían establecido allí.

Mucho más tarde, en 1682, Robert la Salle reclamó para Francia el valle del Mississippí, al que bautizó con el nombre de la Luisiana en honor del rey Luis XIV, pero en 1698 una expedición española llevó a cabo la fortificación de la bahía de Panzacola (Pensacola, al Este de Nueva Orleáns), de forma que cuando llegaron los franceses fueron rechazados, dirigiéndose entonces hacia el oeste para fundar varias colonias: Biloxi, Movila[viii] y Nueva Orleáns.

En Panzacola hubo convictos desde su fundación, militares, religiosos franciscanos y de San Juan de Dios que dirigían el hospital, e indios que realizaban diversos trabajos. Pero los conflictos con los colonos franceses de Movila fueron frecuentes durante el siglo XVIII, llegándose a capitulaciones y reconquistas, sin contar con los huracanes frecuentes en la zona. La toma de La Habana por los ingleses en 1762 (en el contexto de la guerra de los siete años) obligó a España a entregar la Florida a Gran Bretaña, y en compensación Francia entregó la Luisiana a España en 1763, nombrándose poco después el primer gobernador español, Antonio de Ulloa[ix], sustituido en 1768 por Alejandro O’Reilly, irlandés de nacimiento pero formando en el ejército español.

O’Reilly llegó a Nueva Orleáns en 1769 al frente de un ejército de más de 2.000 hombres con el que pacificó el territorio que se hizo depender militarmente de La Habana y judicialmente de la Audiencia de Santo Domingo. Fue también autor del primer plan español de fortificación de la Luisiana, concentrando la mayoría de las tropas en Nueva Orleáns. En 1776 el coronel Francisco Bouligny[x] redactó una “Memoria de la Luisiana” para el Secretario de Indias José Gálvez, donde explicó su plan de fortificación del país con el objetivo de combatir a los ingleses. Importancia especial tuvo la localización en el río Mississippí de una fragata con no menos de treinta cañones, la cual estaría siempre en el río como batería flotante, y se propuso la reconstrucción de dos baterías en la zona denominada Torno de los Ingleses, la reconstrucción del fuerte de Manchak[xi] español sobre la isla de Nueva Orleáns y la construcción de otro igual en la orilla opuesta.

En cuanto a la ciudad de Nueva Orleáns, Boulingy planteó rodearla con muros, y en el año 1779 el rey Carlos III declaró la guerra a Gran Bretaña en el contexto de las aspiraciones por el control de la zona. Era entonces gobernador de la Luisiana Bernardo de Gálvez, que apoyará la independencia de las colonias rebeldes de Gran Bretaña con el suministro de armas, medicinas, alimentos, dinero y vestuario. Al tiempo expulsó a los ingleses de dos ploblaciones de la costa de Florida, Movila y Panzacola, destruyó la primera y conquistó la segunda, con lo que los ingleses huyeron y Gálvez fue objeto de honores.

Aunque se intentó reconstruir la ciudad de Panzacola en un lugar nuevo, la zona llamada de las Barrancas junto al fuerte de San Carlos, la Hacienda real no etaba para tales gastos, por lo que se desechó el proyecto. En cuanto a Movila su reconstrucción consistió en 25 manzanas, 20 de las cuales estaban destinadas a viviendas y las otras cinco a los edificios públicos. Las manzanas adyacentes al río se dividieron en diez solares, mientras que las restantes tenían ocho. Salvo el costado oriental de la calle Real, que presentaba una hilera de casas con huertas al fondo, cada una de las manzanas disponía de viviendas en las esquinas, y los jardines y las huertas se dispusieron en el centro, si bien no todo lo planificado fue llevado a cabo de tal manera.

También se construyeron presidios y fuertes, y en cuanto a San Marcos de Apalache estuvo ligado a la cadena de misiones de los franciscanos a raíz de la fundación del presidio de San Agustín. Entre 1614 y 1616 se había creado la misión de San Francisco de Apalache, y en 1630 la población urbana con el mismo nombre[xii]. Se construyó un fuerte en Los Nogales, situado a 26 pies sobre la superficie del río Yaroo (Mississippí arriba). Otro fuerte se construyó en San Carlos de Arkansas[xiii], y en 1787 se decidió la construcción del fuerte de San Felipe de Placaminas, terminado en 1792.

La Luisiana fue devuelta a Francia en 1803 por el Tercer Tratado de San Ildefonso que se había firmado en 1800: a cambio recibía España territorios en la Toscana. Cuando a principios del siglo XIX los cazadores de esclavos estadounidenses perseguían a los semínolas negros del norte de la Florida española, surgieron nuevos conflictos. En 1816 los estadounidenses invadieron el norte de la Florida y así comenzó la primera guerra semínola[xiv], y en 1821 fue Estados Unidos quien controló el territorio definitivamente, mientras España se preparaba para perder también el resto de sus territorios en la América continental.


[i] Al oeste de las Bahamas y al sureste de Miami.

[ii] Se identifica con la isla de Puerto Rico.

[iii] José Antonio Cubeñas Pelluzzo, “Presencia española e hispánica en la Florida…”. Citado por José Miguel Morales Folgueras (ver nota iv).

[iv] José Miguel Morales Folgueras, “La última frontera del imperio español en el siglo XVIII…”. En esta obra se basa el presente resumen.

[v] Ripley Bullen (1902-1976) dice que el lugar de desembarco fue Shaw’s Point, a la entrada de un canal al sur de Tampa. Bullen trabajó en el Museo de Historia Natural de Florida y en su universidad; fue también arqueólogo y se le tiene como el mejor conocedor de la arqueología en el sureste de los Estados Unidos.

[vi] Nació en torno a 1480 y se le reconoce su obra como filólogo.

[vii] Era natural de Carrión de los Condes (1511) y murió en México en 1564.

[viii] Las dos al nordeste de Nueva Orleáns.

[ix] Naturalista al que se considera descubridor del platino.

[x] Natural de Alicante (1736), su familia era franco-española, llegando él a ser gobernador interino de la Luisiana.

[xi] Al noroeste de Nueva Orleáns.

[xii] Al noroeste de la península de la Florida.

[xiii] Dio nombre al estado que se encuentra al norte de Luisiana.

[xiv] Los indígenas de la zona resistieron a la dominación estadounidense hasta pasada la primera mitad del siglo XIX.

sábado, 29 de abril de 2023

Almohades y cristianos en Alarcos

 

                                           Morabetinos de época de Alfonso VIII de Castilla*

En el centro de la provincia de Ciudad Real se encuentra Poblete, que junto con el municipio de la capital conserva un yacimiento arqueológico excavado parcialmente. En la Edad Media Poblete fue una aldea dependiente del castillo de Alarcos y las excavaciones han dado muestras de poblamiento en la Edad del Bronce, en época ibérica y posteriores.

A finales del siglo XII tuvo lugar en Alarcos una batalla entre almohades y cristianos que fue favorable a los primeros, retrasando el avance conquistador del rey Alfonso VIII hacia el sur. El actual yacimiento arqueológico forma parte de una serie de fortalezas en las provincias de Ciudad Real y de Cuenca: El Cerro, Guadalerzas, Malagón, Caracuel, Mora, Oreja y Amasatrigo, tratándose en este último caso de una fortaleza casi irreconocible.

El protagonismo en el siglo XII correspondió a Calatrava la Vieja y a la Orden Militar del mismo nombre, que tuvo como principal misión defender de los almohades la plaza. También se han excavado en Alarcos tres necrópolis cristianas y otra musulmana que solo ha apuntado los primeros resultados.

En Alarcos quiso el rey Alfonso VIII construir una ciudad a partir de los materiales existentes de épocas anteriores, pero la obra quedó inconclusa: “A su grandiosidad agregó esfuerzo y construyó Alarcos”, dejó escrito Jiménez de Rada, pero ha quedado testimonio del acopio de piedras para construir la muralla, que encierra un recinto casi rectangular con varias torres de planta también rectangular y dos de ellas pentagonal en proa[i]. La muralla, de tres metros de anchura, tenía una fosa a partir de restos ibéricos. Dentro de la muralla el castillo, y en la fosa se ha encontrado el depósito de los restos humanos y animales sin mutilar, arrojados completos.

El número mínimo de individuos estudiados es 34, la mayoría de ellos masculinos con edades entre 14 y 34 años (aptos para la guerra), pocos niños y pocos adultos de más de 40 años. Las patologías que presentan están relacionadas con la batalla de Alarcos (1195), con mayor frecuencia en las extremidades inferiores, por lo que cabe deducir que se trataba de jinetes. Una vez que los cristianos fueron vencidos, el recinto amurallado de Alarcos fue ocupado por población almohade, de lo que nos ha quedado muestra en un arco de herradura y varias casas con tapial de tierra, tejados con teja y vegetación, que han podido ser excavadas, aunque falta por descubrir parte de las construcciones.

En cuanto al ajuar almohade, quizá se trate de lo más interesante desde un punto de vista artístico: cerámica común (jarras, ollas y botella panzudas con asas), una cantimplora, una cajita y un cántaro decorados con trazos rojizos, ataifores (una suerte de fuentes de uso doméstico) con escrituras árabes, en un caso con una estrella de color verde con las puntas en curva; cerámica vidriada en una de cuyas piezas se representa la mano de Dios con dos palomas (0,5 m. de diámietro), loza decorada geométricamente en el centro de las piezas, candiles o lucernas, una tinaja decorada en color verde en su mitad superior y un cubo de abluciones decorado con cuerda seca[ii].

Muchas de estas obras eran producciones locales, habiéndose encontrado también sellos con signos árabes y motivos geométricos para estampillar tinajas, cajas de hueso con pan de oro, yunques para afilar hoces, monedas de la época de Alfonso VIII (dos morabetinos de oro) y una flauta. En cuanto al cementerio almohade han aparecido dos tipos de tumbas: las piramidales y las que constan de un cipo[iii] en la cabecerea, siendo estas las más habituales y estando los enterrados de cúbito lateral derecho, como era común entre los musulmanes.


[i] También se observa esto en la fortaleza de Caracuel.

[ii] No es segura dicha utilidad. La técnica de la cuerda seca consiste en una decoración superficial con trazos muy marcados y definidos con apariencia de estar en relieve.

[iii] Pequeño pilar.

* Fotografía de We are numismatics.

viernes, 28 de abril de 2023

Especias, negocio y falsedad

 

Tus renuevos son paraíso de granados, / con frutos suaves. / De flores de alheña y nardos; / Nardo y azafrán, caña aromática y canela, / Con todos los árboles de incienso; / mirra y aloes, con todas las especias aromáticas. Así se puede leer en el “Cantar de los Cantares” (4,14), describiendo las excelencias de la mujer amada.

Las especias, conocidas desde la antigüedad pero puestas muy en valor durante la Baja Edad Media y la Edad Moderna de occidente, eran aromatizantes, conservantes, servían para fabricar cosméticos y fármacos. En todo caso terminaron por ser símbolo de riqueza y poder como el oro.

Se debe a Klaus Wagensonner la transcripción de trablillas de Mesopotamia, particularmente cuatro de una antigüedad aproximada del siglo XVIII a. C. que se encuentran en la Yale Babylonian Collection. En dichas tablillas ya se citan el comino, el sésamo y el hinojo. Muy posteriormente barcos fenicios distribuyeron estas y otras especias por el Mediterráneo, y Alejandro Magno tiene noticia de ellas en la India durante su extraordinaria expedición guerrera.

Tiro y Alejandría, en el Mediterráneo, se convirtieron en centros distribuidores de especias, y posteriormente Roma mantuvo un comercio con Asia a través de la ruta de la seda, comercializándose la canela, el clavo, el jenjibre y la nuez moscada, etre otras. Una ruta marítima entre Roma y la India se estableció desde el siglo I de nuestra era, llegando a Alejandría productos desde oriente.

Con la división del Imperio Romano a finales del siglo IV, Constantinopla se convirtió en un centro privilegiado que comunicaba, a estos efectos, oriente con occidente, y unos siglos más tarde, con la expansión islámica, se establecieron pasos clave en las rutas terrestres. Los árabes controlaron el Índico y el sur del Mediterráneo antes de que los mogoles[i] debilitasen su monopolio. Cogieron el relevo Venecia y Génova, que habían sido ciudades beneficiadas por las cruzadas siglos atrás; particularmente la familia Polo, en Venecia, venía explotando el comercio con oriente desde el siglo XIII[ii].

Lo que está claro es que la India fue el espacio intermediario entre las islas Molucas y occidente. Mientras Génova perdió sus factorías en el mar Negro por la acción de los otomanos en el siglo XV, Venecia siguió llegando a acuerdos con ellos para prolongar algo más su poderío económico, pero aceptando la superioridad turca. Surgieron entonces ciudades como Marsella y Barcelona, donde sus grupos dirigentes se esforzaron en encontrar una solución para seguir manteniendo el comercio con Asia.

Mientras Venecia se alió con Portugal para financiar los viajes de circunnavegación de África, Génova lo hizo con Castilla para los viajes ultramarinos de Colón. El objetivo era controlar el comercio de las especias –entre otros- una vez que por los portugueses se supo de las islas Molucas y el binomio oro-especias se impuso. En 1493 Colón dejó escrito que había visto en las Indias la planta que allí llamaban ají, que nada tenía que ver con la pimienta negra de oriente. En 1497 Vasco de Gama llegó a la India en busca de las especias cuyo comercio habían interrumpido los otomanos, y en 1510 estableció en Goa la capital con dicho fin.

                                                        Ilustración de "La Voz de Galicia"

En 1513 los portugueses llegaron a establecer relaciones comerciales con Java, mientras que nobles gallegos, entre los que destaca Fernando de Andrade das Mariñas, influyeron para que se estableciese en A Coruña (aunque efímeramente) una Casa de la Especiería. En 1529, mediante el Tratado de Zaragoza, el rey Carlos vendió a Portugal las islas de las Molucas, en lo que hizo un buen negocio, pues posteriormente dichas islas serían explotadas también por comerciantes españoles.

Los portugueses establecieron alianzas con poblaciones del sur de la India, y sus carracas surcaban los mares para hacer de Lisboa el único centro de importanción de las especias durante algún tiempo. Luego cobró importancia Amberes, antes de que Hamburgo contribuyese a arruinar a no pocos comerciantes holandeses. De esta nacionalidad fueron los que establecieron una ruta con Java entre los siglos XVI y XVII para el cargamento de especias, origen del imperio comercial holandés, para lo que jugó un papel clave la Compañía de las Indias Orientales, de titularidad privada pero que actuaba como un estado acuñando moneda, con 50.000 empleados a su servicio, cientos de naves y un ejército propio.

Se creó entonces la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, y otra con el mismo nombre en Dinamarca, fundadas en 1600 y 1616 respectivamente. La competencia fue entonces la norma, sobre todo entre las compañías inglesa y holandesa, hasta 1620, en que se llegó a un acuerdo de cooperación antes de volver a los enfrentamientos. A estas empresas se unió, en la segunda mitad del siglo XVII, el comerciante de esclavos británico Elihu Yale[iii], que vio una oportunidad de negocio en las especias junto con otros, estableciéndose así en Massachusetts un floreciente comercio.

Pero para esa época se vio la necesidad de diversificar el comercio dando entrada al té, el café, el azúcar y otros productos, además de que se habían producido cambios en los gustos de la demanda europea. La corrupción en la Compañía holandesa, entre tanto, le había hecho perder importancia en las rutas abiertas con tanto esfuerzo. Durante el siglo XVIII, como consecuencia de las ideas ilustradas que se abrían paso, se vio la posibilidad de cultivar en Europa, mediante invernaderos, las plantas de las que se obtenían las especias orientales, y al dar comienzo el siglo XIX Claudio Boutelou[iv] publicó una serie de obras sobre injertos, los cultivos de huerta, descripción de especias y sus propiedades.

Como se ha dicho (el uso de especias orientales dio la frase “lujo asiático”), fue signo de distinción y poder, por lo que dichas especias solo las consumían las familias pudientes. El resto de la población se valió de especias locales como la salvia, el romero, el hinojo, el perejil, el espliego, el filantro, etc. Algunas tenían la propiedad de conservar los alimentos, pero en Europa se había extendido la costumbre del secado (embutidos), la salazón (pescados), escabeches con vinagre, conservación en aceite y vino, elaboración de salsas para dar mejor sabor a los alimentos, etc. Son de destacar las bebidas reconfortantes elaboradas por los monjes de Poblet que luego siguieron otros cenobios, y en algunas regiones de España se elaboró un aguamiel especiado que se guardaba en cuevas para garantizar su frescor.

Desde el punto de vista terapéutico se impusieron el empirismo y la credulidad de las gentes; mito y magia estuvieron presentes en las cualidades medicinales y curativas de las especias y plantas. Los venecianos “inventaron” un polifármaco en el que el rito tenía más importancia que el producto obtenido. Cervantes nos ha legado su “bálsamo de Fierabrás” como panacea para todos los males de su protagonista quijotesco. La botánica, en el siglo XVI, estuvo en medio del oscurantismo, del que se hace eco Andrés Laguna en 1555 con el escepticismo que le caracteriza: las descripciones terapéuticas adolecían del desconocimiento de las plantas pretendidamente medicinales por sus recomendadores, así como los preparados.

El pimentero es una planta trepadora a la que se dieron facultades que no tiene. El amomo o cardamomo sería el combinado de varias especias aromáticas, pero en realidad es una herbácea perenne y aromática de cierta longitud en altura. El jenjibre tiene un sabor picante y se decía de él que servía como afrodisíaco, lo que no se corresponde con la realidad. Cristóbal Acosta, que a mediados del siglo XVI estuvo como soldado en la India, conoció al naturalista portugués García de Orta, y llegó a publicar un “Tratado de las drogas y medicinas de las Indias orientales”, donde dice que la canela (que tenía un alto coste) combatía los dolores de estómago y muchos males más, igual que la pimienta negra, pero denuncia las descripciones “mágicas” que se hacían en su época.

Del clavo dice que combate los males del hígado, y contra otras enfermedades era buena la nuez moscada. Las plantas que producen las especias, incluso en el siglo XVII, fueron desconocidas en Europa, y de estas nunca fueron descubiertas sus propiedades terapéuticas. Con el impulso de la ciencia en el siglo XVIII las plantas vivas cruzaron el océano a bordo de los buques para su estudio, misión especial de las expediciones de la época. En su “Dorotea”, Lope de Vega hace decir a uno de sus personajes cuando trata de describir la casa de la mujer a la que pretende:

¿Qué humo es este? ¡Qué gentil pastillas! ¿Esto es vuestra casa, señora Dorotea, donde dice mi amo que se retrató el paraíso, los olores de la India oriental, donde nacen el clavo y la canela y espira más fino el ámbar que en los mares de la Florida?[v]


[i] Constituyeron un imperio en la India entre los siglos XVI y XIX.

[ii] Se ha puesto en duda el testimonio de Marco Polo en su obra “Il Milione”, cuyo autor sería alguien a su servicio, Rustichello de Pisa, pero sometida a crítica, es posible sacar algunas conclusiones.

[iii] Benefactor de la Universidad de Yale, que por eso se llama así, en Connecticut.

[iv] De origen francés, desarrolló su labor científica en España.

[v] El presente resumen se basa en un trabajo de Don Antonio González Bueno.

La Europa de Galdós

                                           Soldados de Silesia tras la primera guerra mundial*

¿Por qué no considerar el comienzo de la “gran guerra” con la anexión por parte de Austria de Bosnia y Herzegovina? Quizá porque no llevó consigo operaciones militares inmediatas, pero cuando Italia arrebató a Turquía Tripolitania y Cirenaica en 1911 se dio un nuevo paso para un conflicto que –sin embargo- no se vislumbraba. En 1912 los ejércitos de Montenegro, Grecia, Serbia y Bulgaria se movilizaron contra Turquía, que ya no era –dice Galdós- la que contuvo a Rusia en Plewna[i].

España, para protejer a las colonias sefarditas, muchas de ellas todavía de nacionalidad española, estableció en Malta el crucero “Reina Regente”, mientras en la capital turca estallaba una revolución que suspendió las negociaciones de paz tras la guerra de 1912. Había nacido un nuevo estado, Albania, mientras en los Balcanes empezaron a actuar sociedades secretas con nombres como “Mano Negra”, “Unión o muerte”, “Acción revolucionaria”... Puesta Bulgaria de acuerdo con Austria solo faltaba el aniquilamiento de Serbia para realizar el imperio de los pangermanistas.

Pero al mismo tiempo “el lujo y el placer habían llegado a su cima en Europa aquel año de 1914. Todo el Continente parecía girar en un remolino de valses vieneses, interrumpidos por nuevas estridencias de jazz americano, de música negra, en una orgía de tisúes, de plumas, de diamantes, de cigarrillos turcos y egipcios, de fiestas doradas ahítas de faisanes y champaña, de extravagancias infinitas, donde el cubismo levantaba su gesticulante geometría…”. Las fiestas eran para algunos cosa corriente en los casinos, en las playas, en las montañas, en los hipódromos, gastando verdaderas fortunas sobre el tapete verde, en las carreras de Ascott y de Longechanps[ii].

Mientras tanto Alemania era una potencia militar y había conseguido aumentar su flota, pero aún no inquietaban a los grupos dirigentes las revueltas que habían comenzado en 1905. Eran relativamente pocos los obreros sindicados, y solo en las minas estaban asociados en mayor número, señalando Galdós que en Gran Bretaña y Alemania rondaban los cuatro millones en cada caso. Se extendía la influencia del marxismo entre esos grupos y entre los intelectuales, mientras que Europa ejercía una supremacía indiscutible sobre el mundo; era el banquero y la fábrica del mundo, y había heredado de Asia, hacía tres mil años, “la facultad de dirigir la Historia”. En Europa habían nacido las corrientes de pensamiento y los descubrimientos más fecuntos de los últimos siglos, mientras que Rusia y Turquía se consideraban semisalvajes por el resto de europeos.

Los rápidos transportes desde que se superó la depresión económica de 1873-1875, hicieron de Europa “una república mercantil internacional” que funcionaba bajo la égida británica con sus transportes marítimos y la explotación de las riquezas del mundo “en beneficio de la raza blanca”. Después de Trafalgar, nadie se atrevió a disputarle el señorío de los mares a Gran Bretaña, fue la primera en industrializarse, pero a finales del siglo XIX había surgido el poderoso rival que fue Alemania.

El gran territorio social y lingüístico alemán se había hido formando desde la Edad Media, mientras que los suízos se habían independizado con elementos latinos; los holandeses, de procedencia frisia y franca, se desarrollaron mientras Alemania había mandado a millones de sus hijos a la labor colonizadora, en el siglo XIX, hacia Hungría, Rusia y Estados Unidos. Se había apropiado de territorios como Schleswig, Alsacia-Lorena, Posen[iii] y la Silesia Superior[iv]. Polonia había sido repartida entre sus poderosos vecinos, llamándose el territorio adjudicado a Prusia, Posnania (la región de Posen).

Para el personaje del que se vale Galdós, Ignacio Aymerich, los pecados de Europa eran los más soportables porque se gozaba de la libertad que no existía en ninguna otra parte del mundo (recuérdese la vida de la minoría negra y de los indígenas en Estados Unidos). Había problemas internos, por ejemplo en Irlanda, en Polonia, en Alsacia y Lorena, en Finlandia, entre las minorías eslava y latina en Austria-Hungría, donde los nacionalismos estaban en su cúspide. Cualquier guerra redundaría en perjuicio de Europa –razonaba Aymerich- y además aparecían por oriente y occidente las grandes potencias de Japón y Estados Unidos.

Se estilaban las alianzas secretas entre estados. Alemania, hostil a toda expansión eslava, oponía su pangernanismo al paneslavismo. Rusia, dueña del Asia central desde la ocupación de Siberia, codiciaba Constantinopla para tener salida al mar Mediterráneo sin necesidad de combatir a los hielos nórdicos. Francia ocupó Túnez y creció la rivalidad ruso-inglesa en Asia. Alemania agitó los países con motivo de la guerra del Transvaal[v]. El rey Eduardo VII, a quien Galdós califica de “monarca que poseía un conocimiento poco común de los hombres”, y Delcassé[vi] llegaron a un acuerdo para preservar la paz, mientras que Guillermo II de Alemania visitaba al emperador de Marruecos en Tánger reconociéndole como monarca independiente. En 1907 desembarcaron los franceses en Casablanca y Eduardo VII viajó a Berlín sin poder llegar al mismo acuerdo que con Francia, muriendo poco después (1910).

La competencia de las potencias europeas por construir los ferrocarriles en Asia aumentó las tensiones, mientras Francia continuó su penetración en Marruecos y llegó hasta Fez. España, por su parte, desembarcó tropas en Larache y ello motivó la protesta de Alemania, que envió al crucero “Panther” a Agadir, lo que provocó el pánico en toda Europa. Los países alargaron el período de instrucción militar de sus jóvenes preparándose para la guerra[vii].


[i] En el contexto de la guerra ruso-turca de 1877-1878. Plewna está al norte de la actual Bulgaria.

[ii] Al oeste de Londres en ambos casos.

[iii] Provincia prusiana, hoy al oeste de Polonia

[iv] Hoy al sur de Polonia.

[v] Fue una república independiente durante la segunda mitad del siglo XIX, pero los bóeres tuvieron que defenderla contra el imperialismo británico, que se hizo con ella en 1900.

[vi] Del partido radical francés, fue Ministro de Colonias y de Asuntos Exteriores, a quien se reconoce un papel importante en la formación de la Triple Entente.

[vii] El presente resumen parte del volumen 6 de la obra de Galdós, “Episodios Nacionales Contemporáneos”, “España neutral (1914-1918”.

* Fotografía de wikiwand.com/es/Alta_Silesia

jueves, 27 de abril de 2023

"... y hacen levantiscos los indios"

 

                                                   Fotografía antigua de Quezaltenango*

En 1545 Bartolomé de las Casas escribió al emperador Carlos diciéndole que si los indios se levantaban era porque los conquistadores abusaban de ellos: “ellos son [los españoles] y no los indios los que hacen alborotos y hacen levantiscos los indios”, continúa el dominico. En muchas otras ocasiones Las Casas pone a los indios como mansos y soportadores de la brutalidad de los conquistadores, porque su intención era conseguir un trato justo para ellos; no tiene sentido atribuirle la ingenuidad de que los indios soportaban todo con resignación.

Cuando nuevos historiadores han querido investigar los movimientos de revuelta de los indígenas americanos contra la colonización española, se han encontrado con que han aparecido muchos más datos que los manejados por la historiografía tradicional en dicha materia. Por tanto se han preguntado por las causas de esos levantamientos en el siglo XVIII, que es cuando han sido más visibles: en primer lugar por la revitalización de la represión de las idolatrías que mantenían las comunidades menos aculturizadas; en segundo lugar por un incremento de la presión económica en forma de impuestos que sufría, con mayor intensidad, la población indígena.

Pero sabemos que también en los siglos XVI y XVII hubo levantamientos indígenas que tuvieron mayor o menor entidad contra la conquista y colonización española. Cierto que durante la primera mitad del primer siglo citado, los ejércitos españoles vencieron a los jefes indígenas con toda su panoplia de caciques y curacas; también es cierto que los españoles consiguieron destruir sus estructuras políticas, sobre todo allí donde eran más reconocibles, mexicas e incas.

Pero los indígenas siempre trataron de conservar, en la medida de lo posible, algunos elementos de su tradición cultural[i], aunque esto no se pueda observar con carácter general, lo que llevó a levantamientos como el de Taqui Onqoy[ii] en Perú, al que se reconoce como una auténtica sublevación. Su duración abarca desde 1564 a 1572, al considerar los indios que las huacas, o todos los elementos de la sacralidad indígena, eran suplantados por el Dios cristiano; se trataba, pues, de preservar sus tradiciones religiosas. El líder religioso Juan Chono fue el que dirigió la protesta, que elevó al intento de expulsar a los españoles, pero estos consiguieron, no sin esfuerzo, vencer a los indígenas y hacerles abjurar de sus creencias públicamente (en la intimidad sería otra cosa).

Más conocida es la guerra del Mixtón, en realidad una serie de levantamientos discontínuos durante la segunda mitad del siglo XVI cuando los españoles quisieron extener su dominio al norte de México, donde vivían pueblos seminómadas como los chichimecas. Se ha considerado que la política brutal de Nuño de Guzmán en lo que los españoles llamaron Nueva Galicia, provocó el levantamiento que luego se extendería, y que tuvo motivaciones de reacción al sometimiento, tanto cultural como económico.

Entre 1679 y 1820 encontramos otros levantamientos indígenas, lo que permite suponer que fue compatible la legislación protectora de los indios con su explotación, como en nuestro tiempo es posible esta aunque exista una legislación social. Durante los años citados se produjeron levantamientos de diversa intensidad en las tierras altas de los mayas, aunque en ocasiones no siempre cuajaron en violencia armada, pero algunos consideran que la aculturación fue “el mejor impulsor del levantamiento”.

A principios del siglo XVIII se levantaron los tzeltales de Chiapas, que se extendieron a los Altos de Guatemala (tzotziles, tzeltales y choleas) con una intencionalidad mesiánica y contra la aculturación de la que eran objeto dichos indígenas, pero el más conocido es el protagonizado por Túpac Amaru[iii] desde Cuzco en 1780, siendo las motivaciones sociales, económicas y políticas, pues incluso se planteó por parte del círculo más próximo al jefe rebelde la independencia de la monarquía española. El movimiento se extendió por parte del virreinato del Perú y del Río de la Plata, comunidados entre sí por las alturas de la actual Bolivia.

En 1820 se produjo la rebelión de los quichés de Totonicapán bajo el liderazgo de Atanasio Tzul[iv], que aunque no llegó a ser tan violento como la guerra de castas en Yucatán[v], estuvo entroncado con el movimiento independentista de Centroamérica.

Por lo que respecta a los pueblos mayas de los Altos sus levantamientos tuvieron el carácter de luchas campesinas más que de tipo cultural, cuestión esta que en el siglo XVIII aparece con fuerza como si se tratase de una maduración tras el largo período de dominación española. De hecho las comunidades corporativas campesinas cerradas perviven entre los mayas de los Altos en la actualidad[vi], quizá como recuerdo de los chinamit o grupos endogámicos de parentesco cuyos miembros tenían tierras en común[vii].

-------------------

[i] Elías Zamora, “Resistencia maya a la colonización: levantamientos indígenas en Guatemala durante el siglo XVI”.

[ii] El término hace referencia a una creencia.

[iii] Mestizo descendiente de Túpac Amaru I, último de los Incas de Vilcabamba, y por lo tanto situado en un plano de superioridad entre la población indígena.

[iv] Indígena guatemalteco que derrotó a las autoridades españolas e impuso durante un breve tiempo un gobierno en la región de Totonicapán.

[v] Protagonizada por los mayas de Yucatán a mediados del siglo XIX contra criollos y mestizos, lo que quiere decir que el sometimiento de la población indígena continuó después de la independencia de la América continental española.

[vi] Véase nota i.

[vii] Diccionario Histórico Biográfico, 2004. Ver aquí mismo "Estas son las gallinas que has de comer" y "Encerrar el sol en un corral".

* Fotografía de diariodelosaltos.com

martes, 25 de abril de 2023

Pintar en Tahití

 

                                                               "Música bárbara", 1892

La obra de Gauguin es muy abundante y variada, por mucho que hayan quedado en la retina de los observadores los cuadros de su etapa tahitiana. Nos legó “La playa de Dieppe”[i], donde el color está atenuado con dominio de los blancos y azules. Atrás su “Bodegón con cabeza de caballo”, que si no es una obra cubista por la técnica, sí lo es por el tema, donde se mezclan elementos muy variados. La obra “Gauguin en su caballete” es uno de los muchos autorretratos del pintor, como las anteriores citadas, de 1885, cuando estaba apuntando su madurez.

De 1886 son varios dibujos, que repetirá en años posteriores, y de 1888 son su “Por encima del abismo”, donde estalla el color que le caracterizará y que tanto influirá en la pintura posterior. Del mismo año es “Árbol azul” y “Niñas bretonas danzando”, quizá esta obra una de las más entrañables de la pintura moderna.

A partir de 1891 está en Tahití huyendo de la civilización moderna, si bien en la Polinesia francesa los nativos contaban con asistencia médica, iglesia y algunos avances que no les hacían completamente apartados. De ese año es “Una calle en Tahití”, y en 1992 pinta –seguramente influido por las conversaciones con los nativos y sus bailes- “Música bárbara”.

Luego vendrían las muchas escenas de la vida en Tahití y en Atuona, en las Islas Marquesas. Jóvenes polinesias, juegos, colorido, escenas religiosas traspasadas por su mentalidad innovadora, animales, máscaras, paisajes… Lo cierto es que Gauguin pasó necesidades en la Polinesia, no pudiendo ayudar debidamente a su familia (esposa y varios hijos) que no había querido acompañarle en su aventura. Imaginamos al pintor embarcando en un puerto francés en medio de fardos y el trajín de los empleados. En el Pacífico ha de pescar y cazar si quiere alimentarse, duerme bajo los cocoteros, come la pulpa de los frutos.

Entra en contacto con una comunidad indígena y parece que es bien tratado, sintiendo que aquella vida es la buscada por él, lejos del bullicio de la civilización, en el contexto de un final de siglo que ha sido de avances y novedades con sus pros y sus contras. Los tahitianos le ofrecen limones y otros alimentos, recibe noticias de su esposa diciéndole que no ha conseguido vender ni uno solo de los cuadros que le dejó…

En el ambiente intertropical de las latitudes donde vivió paseó entre palmeras, cayó enfermo y fue atendido en un hospital; pidió pinturas para matar el tiempo y pintó en los cristales de las ventanas. Sin curarse del todo sigue con su vida natural y una anciana le advierte sobre espíritus en las montañas, en las aguas y en el aire. El paisaje es quebrado y la vegetación abundante.

Los niños colman su curiosidad ante aquel ser pálido y extranjero y los nativos ven sus pinturas. ¿Quién creó todo el cielo y toda la tierra? –es preguntado: las rocas y la arena eran del dios que se acostó con la diosa, o una mujer, y de ellos nació el primer germen. ¿Qué pensamientos serían los de Gauguin ante aquellas conversaciones, aquel paisaje, aquellas gentes?

En sus obras de tahitianas parece exagerar los rasgos étnicos. Los nativos van a la iglesia con camisas o sayones blancos. Es abundante la producción de Gauguin en las islas, envía sus obras por barco para atender a las necesidades de su familia, esculpe en madera ídolos y símbolos que expone al aire libre… Su espíritu libre rompió todos los moldes: nuevo arte, nueva vida y muerte lejos de su patria.


[i] Localidad costera en el norte de Francia.