sábado, 1 de abril de 2023

Alonso y Aldonça, judíos alcarreños

 

                       Puente medieval en las proximidades de Auñón (turismocastillalamancha)

Auñón es una pequeña localidad situada al suroeste de la actual provincia de Guadalajara, un pueblo alcarreño que cuenta hoy con poco más de cien habitantes, pero a pesar de su poca importancia en este sentido tiene un rico patrimonio histórico, destacando un puente medieval en las proximidades del núcelo urbano, y en este algunas casas denotan la presencia de nobleza en siglos pasados. La iglesia de San Juan Bautista tiene una hermosa portada gótico-renacentista y una robusta torre de planta cuadrada, estando cubierta su nave central por una bóveda con nervaduras.

En este pueblo, que en el siglo XV tenía mucha más importancia que en la actualidad, vivía una comunidad judía que fue objeto de represión religiosa por la recientemente creada Inquisición.  

Cuando los judíos se veían obligados a abjurar de su fe y ceremonias religiosas, así como de las costumbres a ellas asociadas, se daba un cúmulo de promesas para intentar salvar sus vidas, o bien que la condena fuese más benigna. En la Biblioteca Sefarad se encuentra un documento[i] donde se puede leer que Alonso Gonçalez Sastre[ii] y Aldonça, su mujer, “abuelos de los Belmontes”, de la villa de Auñón, abjuran de su fe “ante los señores inquisidores de la herética pravedad [perversidad] y apostasía de Cuenca, documento fechado en torno a 1497.

El que dirige el proceso inquisitorial es Bartolomé de Gomiel, provisor y oficial general de la iglesia catedral de Burgos. Ante él y los demás inquisidores abjuran, niegan y revocan Alonso y Aldonça de su fe y costumbres judaicas, añadiendo que cada uno de ellos “niega, revoca y detesta cualquier herejía” contra la Santa Romana Iglesia y fe católica, “y señaladamente abjuramos, negamos, revocamos y detestamos aquellas especies de herejía, apostasía y superstición judaica, en las cuales nosotros miserables hemos caído […] y perseverado durante muchos años”, y así continúa formalmente el arrepentimiento (sincero o no) de los protagonistas de esta historia.

Luego dicen reconocer a “nuestro señor Jesucristo [como] verdadero Dios y hombre, y el verdadero Mesías”, nudo gordiano que separa a los judíos de los cristianos. Así mismo renuncian a todos los ritos y ceremonias que los judíos practicaban, aceptando todo lo que la ley evangélica establecía, consecuencia de reconocer a Jesús como Mesías. Juraron y prometieron que en adelante no enseñarían ninguna ceremonia judaica, y especialmente no guardarían las noches de los viernes preparando candiles y lamparillas con mechas nuevas, ni cazuelas de viandas, ni dejarían de hacer trabajos los viernes por la tarde “por solemnidad del sábado siguiente”, ni guardarían los sábados a la manera judaica, ni ayunarían el día del perdón, “que se dice el día mayor el cual ayunan los judíos en el mes de septiembre.

Prometen también que dejarían la costumbre de no comer en todo el día “hasta que a la llegada de la noche sean vistas las estrellas”, ni respetarían ningún otro ayuno propio de judíos, ni comerían pan cenceño (¿simple?) en las pascuas de los judíos cuando las celebraban, lo que en adelante no harían, que se asbtendrían de comer pan leudad (fermentado), ni quitarían el niervo o landrezilla[iii] de la pierna de los corderos y de otras reses, ni limpiarían la carne del sebo, ni desollarían aquella para quitarle la sangre “a la manera judaica”. Prometieron también que no guardarían la fiesta de las Cabañuelas, entre septiembre y octubre, que recuerda el tiempo en el que los judíos estuvieron errantes entre Egipto y Palestina, siendo costumbre que las comidas principales se hicieran al aire libre durante varios días.

Prometieron no solemnizar la Pascua judaica ni decir oraciones propias de los judíos “ni palabras heréticas”. En lo sucesivo no degollarían a los animales a la manera judaica y no se abstendrían ya de comer tocino, liebre, conejo, congrio, angula ni otros pescados y viandas vedadas “por la ley vieja”, concluyendo que se declaraban miserables por habese abstenido de comer la carne de dichos animales, y que “de buena voluntad nos pesa…”.

El documento tiene interés porque muestra, de primera mano, las exigencias de la Inquisición, que es lo mismo que decir la sociedad cristiana de la época, con la minoría judía, a la vez que nos informa de las costumbres de dicha minoría, generalmente relacionadas con sus creencias religiosas. No sabemos si Alonso y Aldonça, junto con otros muchos judíos, comerían a partir de esas promesas tocino, conejo y otras viandas que la ley judía prohibía, así como si creerían en Jesús como Mesías, o si aceptarían los textos evangélicos, pero si querían vivir más o menos integrados en la sociedad cristiana de la época debían aparentar que cumplían con ello.


[i] Transcrito por María Luisa López Rol.

[ii] Podría tratarse del oficio de Alonso, aunque en el documento aparezca con mayúscula.

[iii] Pedazo de carne que se encuentra en los músculos del muslo.

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