Puente medieval en las proximidades de Auñón (turismocastillalamancha)
Auñón es una pequeña
localidad situada al suroeste de la actual provincia de Guadalajara, un pueblo
alcarreño que cuenta hoy con poco más de cien habitantes, pero a pesar de su poca
importancia en este sentido tiene un rico patrimonio histórico, destacando
un puente medieval en las proximidades del núcelo urbano, y en este algunas
casas denotan la presencia de nobleza en siglos pasados. La iglesia de San Juan
Bautista tiene una hermosa portada gótico-renacentista y una robusta torre de
planta cuadrada, estando cubierta su nave central por una bóveda con
nervaduras.
En este pueblo, que en
el siglo XV tenía mucha más importancia que en la actualidad, vivía una
comunidad judía que fue objeto de represión religiosa por la recientemente
creada Inquisición.
Cuando los judíos se
veían obligados a abjurar de su fe y ceremonias religiosas, así como de las
costumbres a ellas asociadas, se daba un cúmulo de promesas para intentar
salvar sus vidas, o bien que la condena fuese más benigna. En la Biblioteca
Sefarad se encuentra un documento[i]
donde se puede leer que Alonso Gonçalez Sastre[ii] y
Aldonça, su mujer, “abuelos de los Belmontes”, de la villa de Auñón, abjuran de
su fe “ante los señores inquisidores de la herética pravedad [perversidad] y
apostasía de Cuenca, documento fechado en torno a 1497.
El que dirige el
proceso inquisitorial es Bartolomé de Gomiel, provisor y oficial general de la
iglesia catedral de Burgos. Ante él y los demás inquisidores abjuran, niegan y
revocan Alonso y Aldonça de su fe y costumbres judaicas, añadiendo que cada uno
de ellos “niega, revoca y detesta cualquier herejía” contra la Santa Romana Iglesia
y fe católica, “y señaladamente abjuramos, negamos, revocamos y detestamos
aquellas especies de herejía, apostasía y superstición judaica, en las cuales nosotros
miserables hemos caído […] y perseverado durante muchos años”, y así continúa
formalmente el arrepentimiento (sincero o no) de los protagonistas de esta
historia.
Luego dicen reconocer a
“nuestro señor Jesucristo [como] verdadero Dios y hombre, y el verdadero Mesías”,
nudo gordiano que separa a los judíos de los cristianos. Así mismo renuncian a
todos los ritos y ceremonias que los judíos practicaban, aceptando todo lo que
la ley evangélica establecía, consecuencia de reconocer a Jesús como Mesías.
Juraron y prometieron que en adelante no enseñarían ninguna ceremonia judaica,
y especialmente no guardarían las noches de los viernes preparando candiles y
lamparillas con mechas nuevas, ni cazuelas de viandas, ni dejarían de hacer
trabajos los viernes por la tarde “por solemnidad del sábado siguiente”, ni
guardarían los sábados a la manera judaica, ni ayunarían el día del perdón, “que
se dice el día mayor el cual ayunan los judíos en el mes de septiembre.
Prometen también que
dejarían la costumbre de no comer en todo el día “hasta que a la llegada de la
noche sean vistas las estrellas”, ni respetarían ningún otro ayuno propio de
judíos, ni comerían pan cenceño (¿simple?) en las pascuas de los judíos cuando
las celebraban, lo que en adelante no harían, que se asbtendrían de comer pan
leudad (fermentado), ni quitarían el niervo o landrezilla[iii]
de la pierna de los corderos y de otras reses, ni limpiarían la carne del sebo,
ni desollarían aquella para quitarle la sangre “a la manera judaica”.
Prometieron también que no guardarían la fiesta de las Cabañuelas, entre
septiembre y octubre, que recuerda el tiempo en el que los judíos estuvieron
errantes entre Egipto y Palestina, siendo costumbre que las comidas principales
se hicieran al aire libre durante varios días.
Prometieron no
solemnizar la Pascua judaica ni decir oraciones propias de los judíos “ni
palabras heréticas”. En lo sucesivo no degollarían a los animales a la manera
judaica y no se abstendrían ya de comer tocino, liebre, conejo, congrio, angula
ni otros pescados y viandas vedadas “por la ley vieja”, concluyendo que se
declaraban miserables por habese abstenido de comer la carne de dichos
animales, y que “de buena voluntad nos pesa…”.
El documento tiene interés porque muestra, de primera mano, las exigencias de la Inquisición, que es lo mismo que decir la sociedad cristiana de la época, con la minoría judía, a la vez que nos informa de las costumbres de dicha minoría, generalmente relacionadas con sus creencias religiosas. No sabemos si Alonso y Aldonça, junto con otros muchos judíos, comerían a partir de esas promesas tocino, conejo y otras viandas que la ley judía prohibía, así como si creerían en Jesús como Mesías, o si aceptarían los textos evangélicos, pero si querían vivir más o menos integrados en la sociedad cristiana de la época debían aparentar que cumplían con ello.
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