En 1707 tuvo lugar con “católica,
real y noble pompa” la ceremonia que precedió a la reunión de los inquisidores
para la publicación del nuveo Índice de libros prohibidos, siendo el último de
1640. El documento en el que se lee lo que aquí resumimos[i],
dice que que “este gran empleo de inquisidor” es el que ha posibilitado
encargar “ a personas de la primera literatura [teología], prudencia y
experiencia” el examen de los pliegos e impresos que se se publicasen o
pretendiesen hacerlo.
Se consideraba a la
Virgen de Santa Rosalía de Palermo la “especial protectora contra los
accidentes contagiosos, [y] será antídoto contra la pestilencia fiebre de las
heregías”. Para ello se congregaron en las casas del Tribunal de la Inquisición
“mucha nobleza, ministros y ofiales de el Tribunal”, saliendo a caballo
precedidos de timbales y clarines la congregación de familiares… y así llegaron
hasta la plazuela de Palacio, “que no obstante estar cerrado el paso de coches
y cavallos, a causa del feliz parto de la reina […] fue su Magestad servido de
mandar se franquease a tan Católica función, saliendo al balcón a patrocinar
con la Real presencia este religioso acto”.
Hubo misa en la real
capilla “con todo el lleno de instrumentos y voces”, y el nuevo Índice se
mostró después del Evangelio. Vino luego la consiguiente predicación, y al
terminar toda la pompa, con no menos que como había comenzado, se produjo la
procesión con todos los nobles, familiares, etc. para retirarse.
Unos años más tarde, en
1720, Don Diego de Astorga y Céspedes[ii],
Arzobispo de Toledo e Inquisidor General, dio orden de que se retirase una
publicación que ponía en duda creencia muy extendida entre los españoles: se
había difundido un “papel” impreso en diez hojas que contenía cuarenta y seis
números, cuyo título era “Examen de la Tradición del Pilar”, poniendo en duda
el autor la venida del apóstol Santiago a España, lo que contravenía lo
decretado por el Santo Oficio en el Índice de 1707, donde se había mandado
borrar la propisición de dicha duda en otras obras.
“Y mandamos poner –dice
el arzobispo toledano- y ponemos perpetuo silencio, para que nadie pueda
escibir contra dicha Tradición” (bajo pena de excomunión), dando permiso al
tiempo para que se pudiese publicar libremente a favor de la misma. Diego de
Astorga se había mostrado contrario a ciertas formas de religiosidad popular
que consideraba anticuadas e impropias del nuevo tiempo que -como vemos- era
viejo en otros aspectos.
En 1703 se publicó la
lista de las personas que habían sido condenadas en el Auto público de Fe, que
se había celebrado en la iglesia del convento de Santo Domingo de Lisboa,
siendo Inquisidor General el obispo Fray Joseph de Lancastro, y en 1722 se hizo
pública la relación de los reos que salieron en el Auto de Fe que el Tribunal
de la Inquisición había celebrado en el convento de Santo Domingo de Madrid,
siendo Inquisidor General el obispo de Pamplona, Don Juan de Camargo[iii].
Este obispo presentó su renuncia al obispado en 1725 y se le asignaron diez mil
ducados sobre caudales de la Santa Cruzada y una canongía en la catedral de
Toledo, pero renunció a lo primero[iv].
En el mismo año tenemos ejemplos parecidos en Llerena, y en 1723 en Córdoba, Valladolid, Valencia, Coimbra, Murcia, Toledo y Sevilla. En 1724 en Madrid y al año siguiente en Granada… A medida que avanza el siglo XVIII van siendo más extrañas estas ceremonias.
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