Morabetinos de época de Alfonso VIII de Castilla*
En el centro de la
provincia de Ciudad Real se encuentra Poblete, que junto con el municipio de la
capital conserva un yacimiento arqueológico excavado parcialmente. En la Edad
Media Poblete fue una aldea dependiente del castillo de Alarcos y las
excavaciones han dado muestras de poblamiento en la Edad del Bronce, en época
ibérica y posteriores.
A finales del siglo XII
tuvo lugar en Alarcos una batalla entre almohades y cristianos que fue
favorable a los primeros, retrasando el avance conquistador del rey Alfonso
VIII hacia el sur. El actual yacimiento arqueológico forma parte de una serie
de fortalezas en las provincias de Ciudad Real y de Cuenca: El Cerro,
Guadalerzas, Malagón, Caracuel, Mora, Oreja y Amasatrigo, tratándose en este
último caso de una fortaleza casi irreconocible.
El protagonismo en el
siglo XII correspondió a Calatrava la Vieja y a la Orden Militar del mismo
nombre, que tuvo como principal misión defender de los almohades la plaza.
También se han excavado en Alarcos tres necrópolis cristianas y otra musulmana que solo ha
apuntado los primeros resultados.
En Alarcos quiso el rey
Alfonso VIII construir una ciudad a partir de los materiales existentes de
épocas anteriores, pero la obra quedó inconclusa: “A su grandiosidad agregó
esfuerzo y construyó Alarcos”, dejó escrito Jiménez de Rada, pero ha quedado
testimonio del acopio de piedras para construir la muralla, que encierra un
recinto casi rectangular con varias torres de planta también rectangular y dos
de ellas pentagonal en proa[i].
La muralla, de tres metros de anchura, tenía una fosa a partir de restos
ibéricos. Dentro de la muralla el castillo, y en la fosa se ha encontrado el
depósito de los restos humanos y animales sin mutilar, arrojados completos.
El número mínimo de
individuos estudiados es 34, la mayoría de ellos masculinos con edades entre 14
y 34 años (aptos para la guerra), pocos niños y pocos adultos de más de 40
años. Las patologías que presentan están relacionadas con la batalla de Alarcos
(1195), con mayor frecuencia en las extremidades inferiores, por lo que cabe
deducir que se trataba de jinetes. Una vez que los cristianos fueron vencidos,
el recinto amurallado de Alarcos fue ocupado por población almohade, de lo que
nos ha quedado muestra en un arco de herradura y varias casas con tapial de
tierra, tejados con teja y vegetación, que han podido ser excavadas, aunque
falta por descubrir parte de las construcciones.
En cuanto al ajuar
almohade, quizá se trate de lo más interesante desde un punto de vista
artístico: cerámica común (jarras, ollas y botella panzudas con asas), una
cantimplora, una cajita y un cántaro decorados con trazos rojizos, ataifores
(una suerte de fuentes de uso doméstico) con escrituras árabes, en un caso con
una estrella de color verde con las puntas en curva; cerámica vidriada en una
de cuyas piezas se representa la mano de Dios con dos palomas (0,5 m. de
diámietro), loza decorada geométricamente en el centro de las piezas, candiles
o lucernas, una tinaja decorada en color verde en su mitad superior y un cubo
de abluciones decorado con cuerda seca[ii].
Muchas de estas obras eran producciones locales, habiéndose encontrado también sellos con signos árabes y motivos geométricos para estampillar tinajas, cajas de hueso con pan de oro, yunques para afilar hoces, monedas de la época de Alfonso VIII (dos morabetinos de oro) y una flauta. En cuanto al cementerio almohade han aparecido dos tipos de tumbas: las piramidales y las que constan de un cipo[iii] en la cabecerea, siendo estas las más habituales y estando los enterrados de cúbito lateral derecho, como era común entre los musulmanes.
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