sábado, 1 de abril de 2023

Construcción de un Estado

 

                                 Ilustración alusiva a los Concilios de Toledo en un incunable *

El presbítero de Alejandría, Arrio, defendió su fe entre los siglos III y IV y esta fue extendida por el misionero y obispo Ulfilas[i] a continuación, de forma que muchos pueblos, entre ellos los visigodos, abrazaron el arrianismo en contraposición al cristianismo romano (los arrianos se consideraban católicos, pero no de obediencia romana). Incluso los visigodos sostuvieron tener una Iglesia separada para su comunidad como una seña de identidad además de la étnica.

El rey Atanagildo, que lo fue de los visigodos entre 551 y 554, tuvo que combatir a Agila I, que había sido proclamado en 549 tras el asesinato de Teudiselo[ii], además de combatir a los bizantinos, situados en el sureste y sur de la península Ibérica. La amenza franca hizo que la nobleza goda de Septimania eligiese para sucederle a Liuva, conde de la región más septentrional del reino, pero no hubo acuerdo general, pues en Toledo, en torno a Goswintha, viuda de Atanagildo e influyente personaje donde los haya (luego sería esposa de Leovigildo) presionó para que Liuva asociase al trono a su hermano Leovigildo, que en realidad controló la parte meridional del reino aún antes de ser rey efectivo.

Se habla del reinado de Leovigildo como el del “cénit de su homogeneidad étnica, cultural y político-administrativa, así como geográfica”[iii], pero lo cierto es que es durante su reinado cuando se construye todo eso, y no se podrá mantener durante el siglo VII[iv]. El clientelismo militar fue algo endémico en el mundo germánico, y a ello se suma la dependencia de la mayor parte de la población de los propietarios latifundistas, la práctica independencia en que se encontraban los habitantes de Cantabria (entre el norte de la actual provincia de Burgos y La Rioja), de Sabaria (entre el oeste de la actual provincia de Zamora y Tras-os-Montes), y la tendencia a levantarse de cierta nobleza hispanorromana en Córdoba y, en general, el bajo Guadalquivir, particularmente su hijo Hermenegildo, conde de la Bética, así como en el levante peninsular y en el valle del Ebro.

El cronista Juan de Bíclaro[v], coetáneo de Leovigildo, nos ha dejado importante información sobre sus intenciones políticas, sus ideas religiosas y su concepción del poder, teniendo como ejemplo a sus enemigos los bizantinos. Durante la década de 570 el rey se va a empeñar en una serie de campañas militares y acuerdos diplomáticos para dejar el reino a su sucesor en las mejores condiciones posibles desde el punto de vista de la estabilidad y la integración de los diversos grupos étnicos y culturales.

Primero atacará Baza, en poder bizantino, con éxito, pero no así Málaga; luego Guadix con importante botín en las dos campañas victoriosas. Así conseguirá dividir las posesiones bizantinas en el sur peninsular y controlar la vía Augusta. Luego atacará Medina Sidonia, en el extremo occidental bizantino, consiguiendo que su gobernador rindiese la plaza. Seguidamente tuvo que emplearse contra la nobleza fundiaria bética, que tenía como centro la ciudad de Córdoba y bases importantes en las villae fotificadas. En 572 entró Leovigildo en Córdoba y se apoderó de las fortificaciones en su comarca, antes de que al año siguiente falleciese el rey Liuva y Leovigildo quedase como rey único.

Comprobó entonces el rechazo que hacia su persona había entre los grupos dirigentes de la Septimania, el cual se extendía hasta el valle del Ebro, pero el rey prefirió atender primero el noroeste peninsular, donde pervivía el reino suevo ya de obediencia romana[vi]. Bíclaro habla de la lucha del rey suevo Mirón contra los rucones, que vivían en una casi total independencia. Puede que se trate de un grupo étnico que basaba su economía en ataques esporádicos sobre las zonas llanas más ricas en cereal y otros productos, situándose quizá en la zona más occidental de la cordillera Cantábrica.

Algo más al sur se encontraba la región de Sabaria, solar de los “sapos”, en torno al río Sabor, que discurre de norte a sur al Este de la actual Bragança. Lo cierto es que el empeño por dominar esta región, a medio camino entre los centros palatinos de los suevos y los visigodos, competía a ambos. En el alto Ebro, Leovigildo ocupó la plaza fuerte de Amaya Patricia, al noroeste de la actual provincia de Burgos, lo que permitió lanzar desde allí sus campañas en el valle del Ebro y su núcleo central, Caesaraugusta. Desde aquí quiso enlazar con la meseta norte (Briviesca) y dominar así la vía romana que unía Astúrica con Burdeos.

De nuevo se ocupó el rey de los suevos, donde las secesiones nobiliarias eran constantes, llegando a dominar la región de los montes Aregenses, que es el sistema montañoso del sudeste de la actual Galicia, y en 576 se dirigió a la capital de los suevos, Brácara, donde firmó tratos de dependencia clientelar de tradición germánica antigua. De esta forma el reino suevo no tendría capacidad para la política exterior, dependiendo del reino de Toledo.

Un año más tarde se dirigió el rey al alto Guadalquivir ocupando sus villae fortificadas y las ciudades, región que conocemos como Oróspeda por las anfractuosidades de su relieve; tuvo que reprimir a la nobleza latifundista de la zona, por lo que decidió construir una serie de fortificaciones frente al territorio bizantino, con cuyas autoridades pronto llegaría a un "status quo".

Solo después de estas campañas se puede decir que Leovigildo y sus colaboradores conformaron una monarquía que será a partir de ahora hereditaria, eliminaron las diferencias étnicas y religiosas entre católicos romanos, judíos y católicos arrianos, y por primera vez entre los godos de Hispania se utilizará el trono, los símbolos  y las vestiduras reales a imagen de las del emperador de Bizancio. Asoció al trono a sus hijos, Hermenegildo y Recaredo, poniendo las bases de lo que pretendió ser una dinastía[vii].

El rey godo Teudis, antes de mediados del siglo VI, había favorecido a los católicos de obediencia romana, pero su sucesor, Agila I, fue un claro enemigo de ellos; con Atanagildo la convivencia religiosa mejorará, aunque no estarán permitidos, a los obispos de obediencia romana, la celebración de sínodos provinciales. En todo caso los herederos de la doctrina priscilianista fueron motivo para un combate con la autoridad goda, así como contra los eunomianos[viii], sin que los obispos de obediencia romana se mezclasen en esas disputas. La Iglesia católica arriana se empeñó por este tiempo en establecer una doctrica coherente con el celibato del clero y la educación de los aspirantes al sacerdocio por los obispos; sin embargo fueron un caos las normas sobre los casados o viudos que podrían o no ser ordenados sacerdotes.

La Iglesia católica arriana poseía muchas riquezas, pero no desempeñó nunca un papel cultural semejante a la católica romana, que contó con importantes intelectuales. Los obispos arrianos, que en su mayor parte fueron nombrados por el monarca, cometieron abusos de rapacidad (según las fuentes), mientras que los de obediencia romana asumiieron en Hispania el papel de conservar la cultura clásica latina, situándose a finales del siglo VI a la cabeza de las Iglesias de occidente[ix].


[i] Vivió en el s. IV y tradujo la Biblia del griego a la lengua de los godos.

[ii] Rey entre 548 y 549. Los cortos períodos de estos reinados hablan de la inestabilidad del reino.

[iii] “Leovigildo, el Gran Rey de los Visigodos…”, José María García-Osuna y Rodríguez. En esta obra se basa el presente resumen.

[iv] Los francos pierden el interés por la Septimania y los bizantinos deben atender a las embestidas del primer islam.

[v] Nació en Scallabis, Santarém, y falleció en 621. Fue un clérigo católico de obediencia romana.

[vi] En el siglo VI, Martín de Dumio escribió “De correctione rusticorum”, prueba de la débil cristianización del noroeste.

[vii] En el año 579 se enfrentará al rey su hijo Hermenegildo, duque de la Bética y católico romano, que ya por razones religioso-ideológicas o por ambición de poder, provocó una crisis que no se trata aquí.

[viii] De Eunomio de Cízico, siglo III. Cízico está en la costa sur del mar de Mármara. Entre otras doctrinas defendían que la fe era suficiente para salvarse y que se podía conocer a Dios tal y como Dios se conocía a sí mismo.

[ix] Ver nota iii.

* Periodista Digital.

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