En el centro de la
actual provincia de Murcia se encuentra Algézares, pueblo donde nació, en 1584,
Diego de Saavedra Fajardo, cuya obra escrita es reflejo de sus experiencias
como diplomático en Europa al servicio del rey Felipe IV. De lo mucho que
escribió, no poco se refiere a cuestiones políticas, tando de la época que le
tocó vivir como de otras anteriores, cobrando entonces valor histórico.
Nació en el seno de una
familia noble, pues de lo contrario le sería difícil haber alcanzado los
puestos que desempeñó, y viajó por Europa durante una de las épocas más
convulsas, la guerra de los treinta años en la que se vio involucrada la
Monarquía española. En 1633 estuvo en la Corte de Baviera con la misión de “fomentar
la amistad entre el Duque de Baviera y el Emperador y mantener al corriente a
la Corona española de las negociaciones entre dicho Duque y Francia[i]”,
y cuatro años más tarde, encontrándose en Ratisbona, envió un discurso sobre el
estado de Europa. Pero lo que aquí queremos comentar son las “empresas” a las
que se refirió en una obra para “un príncipe político cristiano”, es decir, el
rey Felipe IV, publicadas en 1640.
Algunos han considerado
las “empresas” de Saavedra Fajardo una obra fundamental de “cuantos libros en
España y fuera de ella han tratado el mismo tema”[ii],
pero otros han considerado contradictoria esta obra[iii].
La contradicción surge –dice Gómez-Martínez- cuando se trata de establecer
dónde radica el valor de la obra, que no cabe duda es muy erudita: Para García
de Diego la obra carece de originalidad, viendo similitudes con los “Emblemata”
de Jacobo Bruck, llamado Argenmundt[iv].
No obstante –dice Gómez-Martínez- lo que domina en las “empresas” es la
reflexión, y así lo da a entender cuando el propoio Saavedra dice que fue “escribiendo
en las posadas lo que había discurrido entre mí por el camino”, en lo que se
parece a Leibniz y quizá a otros notables personajes. En ocasiones “disfraza
las referencias a su momento actual concreto, buscándolas origen clásico”,
pareciendo así que las “empresas” son “una culiminación en la tradición
literaria del barroco, y Saavedra es el más genuino representante del ensayo
filosófico español del siglo XVII[v]”.
Con el Renacimiento
cobra importancia la literatura política, ejemplo de lo cual es “El Cortesano”
de Castiglione, “El Príncipe” de Maquiavelo, Quevedo con su “Política de Dios”
y otros, pero ninguno tuvo la relevancia internacional de Saavedra. Sus “empresas”
pretenden ser una teoría sobre la educación del príncipe, que ha de ser a la
vez político y cristiano, y así las partes de la obra tratan de las acciones
que corresponden al príncipe, las relaciones con sus súbditos y con los
extranjeros, con sus ministros, el gobierno de sus Estados, los males internos
y externos de estos, cómo debe conducirse el príncipe en las victorias y en los
tratados de paz, en la vejez, etc.
Ángel González Palencia[vi]
dice que Saavedra se vale de varias fuentes para su obra: la Biblia,
Aristóteles, Tácito, Séneca, Alfonso X de Castilla, el Padre Mariana, etc.,
siendo su erudición bíblica asombrosa, y lo mismo cabe decir de “la facilidad y
seguridad con que evoca los pensamientos del historiador romano Tácito”. En
otras ocasiones se inspira en la literatura histórica y moralista, pero también
se sirve de Horacio, Virgilio y Ovidio, y todos los críticos han coincidido en
la intencionalidad antimaquiavélica de Saavedra.
La base religiosa es
fundamental en nuestro autor, que en ocasiones busca en la historia de España
las pruebas de los derechos que le asisten, siendo en esto el prolífico Mariana
su principal fuente. Como causas principales de las caídas de las monarquías
cita las discordias religiosas, la indefensión de la vida de los súbditos y el
desastre de la hacienda pública. Achaca a “la dura exacción de tributos […]
malgastada en impopulares empresas” la ruina de las monarquías, de igual manera
que la “embrollada y apicarada administración de justicia”, la prepotencia de
consejeros y validos y las intrigas y luchas palaciegas.
Como estaba en plenitud
la llamada “leyenda negra”, se desata contra los libelos escritos para difamar
a la monarquía española, citando aquí al “obispo de Chiapa” (sic) a quien
considera origen de aquella leyenda, pero no por ello deja de reconocer las
atrocidades que –dice- se cometieron en los primeros años de la conquista de
América, consecuencia de ser empresas privadas sin el control de los reyes,
antes de que llegasen las leyes que intentaron poner freno a los abusos sobre
los indígenas de América.
No es, pues, su obra, un cúmulo de lisonjas, sino un empeño en equilibrar lo bueno con lo malo, denostando esto, ensalzando aquello, aunque no puede evitar, lógicamente, ser un hombre de su tiempo, cultísimo, fecundo escritor que incluso nos ha dejado poesía, que contrasta con los horrores de la guerra de los treinta años que él describe sin miramientos en otros lugares.
[i] Rafael González Cañal, “Tres escritos desconocidos de D. Diego Saavedra Fajardo”.
[ii] Vicente García de Diego.
[iii] José Luis Gómez-Martínez, “Reflexiones ante las empresas de Saavedra Fajardo”.
[iv] Han sido estudiados por Jesús María González de Zárate, “Los emblemas de Jacob Bruck inspiran a Saavedra Fajardo”.
[v] Gómez-Martínez, op. cit.
[vi] “Las ‘empresas políticas’ de D. Diego Saavedra Fajardo”.
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