"Desesperación" de Jean Joseph Perraud (1869)
La escultura en la
segunda mitad del siglo XIX, e incluso antes, es una contínua repetición de los
temas neoclásicos, incluso formalmente, pero también aporta novedades que
resultaron insólitas con permanentes ensayos y propuestas. Los bustos de
Carpeaux, Carrier-Belleuse[i] y
otros, empleando como materiales el mármol, la terracota y el bronce se repiten.
La “Cornelia, madre de los Gracos”, obra de 1861 en mármol, de 1,71 m. de
altura[ii],
es obra de Jules Cavelier, donde la madre y los hjos, aún niños, están
representados en apretada familiaridad.
Representación de
animales, retorcidas escenas como las de Camile Claudel, ángeles, estatuas
yacentes como las de Auguste Clesinger, la escultura de Carlo Goldoni[iii]
debida a Antonio Dal Zotto, mujeres desempeñando oficios, como la bordadora de
Jules Dalou, son solo una muestra de la enorme variedad de temas y estilos que
en esta época se producen. Además encontramos esculturas de gran tamaño y otras
casi en miniatura, para servir de adorno en el interior de las casas, deudoras
unas de la tradición inmediata, también clásica, y otras que representan una
audaz novedad.
La obra de Perraud que
se muestra arriba está a caballo entre el neoclasicismo y “la angustia
romántica” (“Desesperación”, 1869, mármol de 1,08 m. de altura)[iv]. Jean-Joseph
Perraud nació en Monay (al Este de Francia) en 1819 y murió en París en 1876,
habiendo recibido una formación académica y siendo su obra conocida por Rodin.
En un primer momento la
estatua fue compuesta en yeso y pareció a los críticos “un paso de gigante” en
la evolución de la escultura. Se trata de un desnudo masculino donde el
tratamiento de la anatomía no es exagerado, pero proporcionado. La actidud del
joven permite interpretaciones diversas: pensativo, sentado, con los brazos
extendidos y los dedos entrecruzados, como un gesto derivado de los
pensamientos contradictorios que azotan a la humanidad; la cabeza inclinada
hacia adelante, las piernas cruzadas para dar mayor estabilidad al cuerpo; el
modelado muy cuidado y el basamento de clara inspiración neoclásica.
Si Perraud está en
pleno auge romántico, tiene presente la producción de su época, debiéndose a
él, también, obras para ser expuestas al aire libre, un “Baco niño”, un busto de
Jean Pierre de Bérangere[v] en
mármol y otras obras que rezuman drama y clasicismo.
En cuanto a Carpeaux, le debemos la concepción y parte de una obra que debió terminar Emmanuel Frémiet: “Fuente de las cuatro partes de la Tierra”, obra monumental que se encuentra en una de las plazas de París. Jules Dalou, por su parte, fue de una versatilidad extraordinaria, con bustos, estatuas sedentes, “El triunfo de la República” (una alegoría de la III República francesa en la que empleó veinte años) y “La Fraternidad de los pueblos”, obra monumental en relieve de 1883, existiendo varias versiones (yeso, bronce, terracota y mármol).
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