Aunque Fernando Luis
Corral, de forma general, ha estudiado la situación del campesinado en la alta
Edad Media a partir de documentos jurídicos de compra-venta de tierras,
donaciones, litigios, testamentos, etc., otros autores en España, Francia,
Italia…, han llevado este asunto a una renovación que todavía no ha dado todos
sus frutos, basándose sobre todo en la arqueología. El autor citado habla, para
el siglo VIII, de campesinos propietarios de pequeñas explotaciones agrarias,
en general células conyugales que ponen en cultivo una explotación familiar.
Junto a estas propiedades estarían los bienes comunes, el bosque y los campos algo
alejados de la aldea, de donde estos campesinos obtendrían madera, frutos
silvestres, leña como fuente calorífica o pastos para el ganado.
Estas pequeñas
propiedades agrarias aparecen en las fuentes como hereditas (heredad), sobre todo en el occidente, siendo más común
el término alodium (alodio) en la
zona oriental de la Marca Hispánica. Ambos términos se refieren a propiedades
plenas de los campesinos sobre las tierras que trabajan, y que habrían obtenido
ocupando partes de las grandes propiedades de época romana y goda una vez
desaparecidos estos regímenes. En otras ocasiones se habrían producido “aprisios”
o “presuras”, términos ambos que se refieren a apropiaciones de tierras
abandonadas y que una familia o un grupo de campesinos se disponen a colonizar.
Con el andar del
tiempo, las aldeas formadas por estos campesinos en régimen de propiedad, irían
sufriendo la presión de aristocracias locales o de monasterios, viéndose
obligados a entregar sus tierras para seguir trabajando en ellas, pero no ya
como propietarios, sino como dependientes. En todo caso, aquellas heredades comprendían
la vivienda, tierra, prados, huertos, árboles frutales, viñas, lagares, hornos,
presas, molinos o canalizaciones (en el mejor de los casos).
Juan Antonio Quirós
Castillo aporta una serie de trabajos realizados por arqueólogos de varios
países europeos, además del territorio que a él le interesa, que es el que comprende la actual provincia de Álava. Y en su trabajo[i]
aporta datos sobre la evolución del territorio a partir del siglo VIII, pero
también los precedentes aldeanos desde mediados del V; y las principales
novedades entre esos dos límites temporales serían el aprovechamiento de áreas
marginales y la jerarquización del territorio. En torno a mediados del siglo
VIII se observa una red de aldeas “económicamente muy complejas” y, en los
siglos X y XI, ya diferenciaciones sociales notables.
El área de estudio
abarca algo más de 3.000 Km2 viéndose realidades distintas: la tierra de Ayala
(alto valle del Nervión, comarca cantábrica), el territorio montañoso oriental,
la Llanada central y sus rebordes montañosos, Treviño y la Rioja alavesa.
Para algunos autores la
alta Edad Media se caracteriza por un poblamiento disperso formado por “pueblos
efímeros” caracterizados por una “sedentarización imperfecta” y con una
agricultura itinerante e inestable. Solo en torno al año mil se habría
producido la formación de aldeas con un campesinado sujeto a los poderes
señoriales. En el siglo XI sería cuando nacen las aldeas en torno al cementerio,
la parroquia, los castillos y los señoríos. La aldea no sería, pues un concepto
físico, sino sociológico.
García de Cortázar ve
también una red de aldeas en torno al año mil entre el Cantábrico y el Duero,
pero para este autor no se da aún una concentración autoritaria del
poblamiento, remontándose las aldeas altomedievales a los siglos IX-X, y
algunos autores franceses aceptan la existencia de una red aldeana en torno al
año mil como la existencia de un largo proceso de “crecimiento agrario” que se
desarrollaría entre los siglos VIII al X, desplazando al modelo de poblamiento
inestable y disperso de la época visigoda. Para Galicia –dice Quirós Castillo-
no se ha dado prioridad al fenómeno de las aldeas sino a las “comunidades
pseudo-monásticas” como agentes de transformación social.
Volviendo a Francia,
las aldeas fechables antes del año mil serían más bien protovillages y, desde la década de 1990, los historiadores
hablan de la existencia de una densa red aldeana en amplios sectores franceses,
donde también ven una cierta complejidad social. En Italia existiría una red
aldeana sobre la que se implantaron los castillos, en una larga historia que
comenzó varios siglos antes, lo que marcó la ruptura con el período romano.
En el norte de Europa
se dieron cambios muy significativos en torno al siglo VIII gracias a
la transformación de las prácticas agrarias y ganaderas y a la creación de
nuevas redes de intercambios. Esto trajo consigo la reordenación de las
estructuras políticas y de la propiedad, pero esas comunidades rurales
altomedievales no eran simples, ni estaban aisladas económicamente[ii].
[i] “La
génesis del paisaje medieval en Álava: la formación de la red aldeana”.
[ii] La
historiadora H. Harmerow.
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