García de Polavieja (1838-1914) |
Tuñón de Lara ha estudiado a las elites del régimen de la Restauración,
limitándose a su primera etapa, hasta 1902, señalando que, desde 1875, hubo
siete presidentes. Algunos gobernaron solo unos meses, como el general Jovellar
y Posada Herrera. Cánovas, por el contrario, ocupa el 44,8% del tiempo,
mientras que Sagasta el 42,1%. Martínez Campos y Azcárraga, para Tuñón, no
tuvieron entidad como presidentes, pero sí Francisco Silvela, que lo fue en los
años del cambio de siglo.
En cuanto a los ministros de
Hacienda destaca el papel desempeñado por Cos-Gayón, Camacho, Gamazo,
Villaverde y Navarro Reverter. En Gobernación destacan Romero Robledo, Fernando González y Moret. Los que más tiempo
estuvieron presidiendo el Senado y el Congreso fueron Posada Herrera y Pidal y
Mon, respectivamente. Otros a quien Tuñón considera que “estuvieron” en el
poder (distingue de “tener” el poder) fueron Alonso Martínez, Maura, Dato,
López Domínguez y Canalejas.
Cánovas fue Consejero del Banco
Hipotecario desde 1875 y luego presidente de Ferrocarriles Andaluces y de cuatro
compañías más de ferrocarriles; fue también propietario de importantes
propiedades rústicas. Se casó en segundas nupcias con una hija de Osma, varias
veces presidente del Crédito Mobiliario, uno de los hombres más ricos de España
(él de origen peruano).
Alonso Martínez fue el verdadero
artífice de la Constitución de 1876 y redactará los dos Códigos más importantes
de la época: el Civil y el de Comercio. Como abogado tuvo una riquísima
clientela, casándose con una hija del conde de Romanones, siendo Alonso varias
veces presidente del Crédito Mobiliario.
Juan Francisco Camacho llevó a
cabo una importante consolidación de la Deuda con Sagasta, e hizo numerosas
reformas fiscales. Persona acaudalada, fue director de la Sociedad Española
Mercantil. Romero Robledo cambió de partido con frecuencia, contrayendo
matrimonio con una hija del negociante negrero Zulueta (ver aquí mismo
“Esclavos negros, chinos y otros”).
Segismundo Moret está considerado
de la izquierda dinástica y defendió durante la primera guerra mundial el
alineamiento de España con la Triple Alianza. Fue presidente de la Comisión de
Reformas Sociales, masón y muy amigo de Giner de los Ríos. Burgués acaudalado,
tuvo importantes intereses financieros en los ferrocarriles de
Madrid-Cáceres-Portugal, en el Banco de Madrid y, entre otros, en los Fosfatos
de Cáceres.
Fernández Villaverde es el autor
de una Ley de Presupuestos que marcó un hito en la historia de España, así como
de una política deflacionista. Además de conde consorte de Pozos-Rubio, fue
abogado de empresas como Explosivos, además de presidente del Crédito
Mobiliario durante bastantes años, pasando luego al Banco Español de Crédito y
consejero del Banco Hipotecario.
Germán Gamazo tuvo como pasante
en su bufete a Antonio Maura, que se casaría con la hermana de aquel. Gamazo
fue defensor de los grandes cerealistas castellanos, siéndolo él mismo en la
provincia de Valladolid. A finales de siglo tuvo grandes intereses en la industria azucarera y quiso revisar los
conciertos económicos, que durante la Restauración habían sustituido a los
sistemas forales vascos.
Los hermanos Pidal y Mon (Luis
fue marqués de Pidal) descendían de una familia dedicada a los negocios.
Alejandro contribuyó a la creación del Banco Asturiano de Industria y Comercio con
los hermanos Herrero, y fue copropietario por herencia de la siderometalúrgica
“Duro Felguera”. Al casarse Luis con una hija de Guilhou[i],
entró en el sector minerosiderúrgico de Asturias.
El padre de José Canalejas fue
secretario general de los Ferrocarriles de Ciudad Real y Badajoz, pero estuvo
también interesado en otros negocios ferroviarios y fue consejero del Banco
Hipotecario. La familia compró en 1890 el diario “Heraldo de Madrid”, que sería
el portavoz del que en 1910 llegó a ser Presidente del Gobierno. Este mismo
poseyó un importante paquete de acciones del Banco de España.
Vemos, pues, que aunque no
agotemos los ejemplos, durante el régimen de la Restauración se fue formando un
bloque de poder con fuertes rasgos oligárquicos y se va formando el político
profesional que suele estar vinculado –dice Tuñón- a los medios de la gran
propiedad, los negocios o la banca. Algunos querrán “ennoblecerse”, en
ocasiones mediante enlaces matrimoniales que funden los intereses de la vieja
aristocracia con los de la alta burguesía. Diego Mateo del Peral, a quien cita
Tuñón, dejó escrito que “aunque generalmente los políticos no controlaron los
más importantes resortes del poder económico, manejados entre bastidores por
los grandes hombres de empresa…, como Manuel y Jaime Girona, Arnús, los
marqueses de Comillas, los Basagoiti, los Urquijo, … permanecieron no obstante
ligados a los intereses dominantes, y [fueron] condicionados por la presión de estos a la
hora de tomar decisiones…”. Posiblemente –sigue diciendo Mateo del Peral- esta
simbiosis es una de las principales características del régimen de la
Restauración, un régimen de “simulación constitucional”, el montaje del “freno
institucional” a las fuerzas renovadoras y al pueblo.
Por si ese poder no fuese
suficiente ahí estaba el ejército, que no pocas veces actuó coercitivamente
contra el “enemigo interior”, e incluso algunos militares dirigieron el
Gobierno: Martínez Campos, Azcárraga y López Domínguez. Sin embargo tuvieron
más influencia, con la excepción del primero citado, Weyler o Polavieja. En la
medida en que Tuñón de Lara considera que en España nunca hubo ruptura con el
antiguo régimen, dice también que este personal político siguió comportándose
con arreglo al “techo ideológico” de una época anterior al capitalismo.
Los gobernantes del régimen de la
Restauración que “estuvieron” en el poder, aplicaron el proteccionismo cuando
interesó a los industriales y el librecambismo cuando interesó a los cerealeros. Los dueños de la economía española, basaron el poder que
“tuvieron” en los restos de las colonias (Cuba[ii],
Puerto Rico y Filipinas), además de en la tierra, el ferrocarril, la banca, la
exportación de minerales y otros negocios. El apoyo de la Iglesia, que a cambio
de “aceptar” el liberalismo gozaba de privilegios, hizo el resto.
Los que “estuvieron” en el poder,
sin embargo, hicieron políticas modernizadoras como los Códigos Civil y de
Comercio, inspirados en un liberalismo a ultranza, sustituyeron los fueros
vascos por conciertos económicos, la concertación del Gobierno con el Banco
Hispano-Colonial para créditos al Estado y para suscribir emisiones de deuda
pública, obteniendo el Banco la renta de Aduanas de Cuba y Puerto Rico; el
Gobierno prestó apoyo a la Compañía Trasatlántica y se prorrogaron las concesiones
para la explotación del servicio a las Compañías ferroviarias. Aquel
liberalismo predicado en los Códigos era olvidado cuando se trataba de proteger
intereses oligárquicos, como los aranceles proteccionistas (1891) y la retirada
del tratado sobre comercio con Alemania bajo presión de los grupos
empresariales (1894). Así la industria nacional recibió la concesión exclusiva
para los suministros a los ferrocarriles (1898).
En otro orden de cosas los que
“estuvieron” en el poder se negaron a aprobar un régimen de autonomía para Cuba
que había propuesto primero Montoro y Labra y luego Maura, este en 1893.
Fernández Villaverde pudo aumentar los ingresos del Estado mediante el aumento,
a su vez, de los impuestos indirectos, los que pagan todos independientemente
de su renta. Y la mentalidad antisocial (a pesar de la Comisión de Reformas
Sociales de 1883) se muestra en las palabras de Cánovas cuando se refiere al
ejército como “dique a las tentativas ilegales del proletariado que no logrará
otra cosa que derramar inútilmente su sangre en desiguales batallas” (Ateneo de
Madrid, 1890).
[i]
Empresario francés que, comenzando en el negocio de la lana, luego fue un
importante industrial en Asturias.
[ii] Debe tenerse en cuenta que, hasta 1886,
existió la esclavitud legal en Cuba.
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