Monasterio de Oña (Burgos) |
Los monasterios participaron
a favor de Sancho IV cuando se rebeló contra su predecesor, Alfonso X, en la
Corona de Castilla; para ello formaron una Hermandad[i] de
la que estuvieron ausentes otros monasterios[ii]. En
el Capítulo General de la orden de predicadores celebrado en Provenza en 1276,
se dio orden de que los monjes no se uniesen a las contiendas de “los
príncipes”, pero de poco sirvió porque, como han demostrado varios autores,
entre ellos Prieto Sayagués[iii],
no fueron pocos los casos en los que monjes de un lado y otro apoyaron a uno u
otro bando político.
La intervención de los
monjes en las campañas políticas de los reyes les sirvió, con frecuencia, como
vía de acceso a la privanza. En las Cortes de Toledo de 1462 se denunció que “algunos
obispos e abades e otras personas eclesiásticas” participan en bandos
escandalizando a la población. En 1282 el infante Sancho reunió en Valladolid a
los abades de las tres grandes órdenes monásticas del momento, cluniacenses,
cistercienses y premostratenses, acudiendo a la llamada unos cuarenta que
acusaron a quien Sancho combatía, el rey Alfonso X, de desafueros, daños,
fuerzas, muertes, despechamientos, deshonras, etc. Las nuevas órdenes
monásticas, por su parte, hicieron lo mismo; en la reunión de Valladolid se
encontraba presente el procurador dominico fray Munio de Zamora, lo que luego
le valió el favor de Sancho IV. Por lo que respecta a la otra gran orden
mendicante, la franciscana, el custodio de Zamora y después provincial de
Santiago, fray Juan Gil de Zamora, escribió una obra[iv]
ensalzando a Sancho. Otro ejemplo lo encontramos en la investigación llevada a
cabo ya en su momento (1284) por Pedro Sánchez de Monteagudo para dilucidar si
el guardián de San Francisco de Burgos había participado en la revuelta de
Sancho. Al lado de este estuvo también el arzobispo de Santiago, fray Rodrigo
González (1286-1304).
Mucho después, en la
guerra de los dos Pedros, el monasterio de Sahagún aportó ballesteros al rey
castellano contra el aragonés, para lo que el concejo y el abad establecieron
una nueva alcabala sobre el vino, mosto y vinagre para pagar el sueldo de
dichos ballesteros. También participó en esta contienda el obispo dominico de
Lugo y confesor de Pedro I, López de Aguilar (1349-1390) que por su largo
pontificado se ve no tuvo que pagar precio alguno, pues una vez Enrique II en
el trono le sirvió sin más miramientos. De igual forma, el monasterio de
Sahagún, establecida la dinastía Trastamara en Castilla, la sirvió, como cuando
en 1373 el abad envió al rey cuarenta cargas de trigo.
En el bando contrario
pudieron estar los franciscanos, si tenemos en cuenta las donaciones y
privilegios que recibieron de Enrique II, y otro tanto puede decirse del
monasterio de Bujedo de Juarros, que ayudó a dicho rey en Toledo a comienzos de
1369. En las Cortes de Valladolid de 1385 Juan I (el segundo Trastamara) pidió
por primera vez en reunión de este tipo, que los eclesiásticos contribuyeran, comparando las “armas espirituales” con las “temporales”, de forma que en la
guerra que a él interesaba[v]
pedía colaboración tanto a “clérigos como leygos”.
Durante el reinado de
Juan II los religiosos colaboraron con la nobleza levantisca, como en el caso
de Fadrique de Luna[vi],
resultando complicado un franciscano portugués que fue condenado a cárcel
perpetua. Otros religiosos, principalmente dominicos, prestaron su apoyo al rey
frente a los nobles, lo que en el caso de la orden citada era norma, sobre todo
durante el reinado de Juan II. En la ciudad de Cuenca hubo una gran
conflictividad durante el siglo XV, posicionándose los Mendoza a favor de los
Infantes de Aragón, aunque aquellos habían sido nombrados guardas mayores de la
ciudad. El obispo dominico Lope de Barrientos[vii]
(1445-1469) participó en la defensa de Cuenca a favor del rey contra los
Mendoza, dirigiendo las tropas concejiles entre 1447 y 1449, y luego a favor de
los conversos en los sucesos protagonizados por el alcalde mayor, Pedro
Sarmiento, siendo uno de los principales instigadores del alejamiento de Juan
II y su hijo Enrique, mientras que fray Pedro de Silva, hermano del conde de
Cifuentes, tuvo un destacado papel en Toledo a favor del rey durante el
enfrentamiento con su hijo.
Pero no todos los
dominicos defendieron la causa regia: en 1453 la Corte se encontraba en Burgos
y, oyendo misa el rey en la catedral, un dominico estaba predicando un sermón
en el que criticaba a Álvaro de Luna, lo que le valió una reprimenda del rey y
el obispo apresó al fraile en la cárcel episcopal. En este episodio resultó
asesinado el cómplice del fraile, Pérez de Vivero. Otro caso es el de un
franciscano que estaba colaborando con las autoridades para evitar la conquista
de una plaza cristiana contra los musulmanes. El guardián del convento de San
Francisco de Jerez dio aviso de las intenciones de los habitantes de la villa,
que querían venderla a los musulmanes.
Durante el reinado de
Enrique IV el dominico Juan López defendió la causa del príncipe Alfonso, acusando
al rey de sus costumbres arábigas y su cercanía a los mudéjares y conversos. El
príncipe Alfonso contó también con la colaboración del dominico fray Alonso de
Burgos en la batalla de Olmedo[viii],
fray Rodrigo de Mesa, prior del Parral, y el agustino fray Martín de Córdoba. El
primero colaboró con el obispo de Segovia, Juan Arias Dávila; el agustino
publicó una obra a favor del pretendiente Alfonso, pero en el bando contrario
también nos encontramos a dominicos, mientras que el monasterio de Santo
Domingo el Real de Toledo estuvo al lado del príncipe Alfonso e igualmente el
convento dominico de Sevilla.
En 1467 se produjo un
concierto entre el concejo de Tordesillas y el convento de Santa Clara, ante el
rumor de que la villa sería atacada para entregársela a Alfonso, lo que provocó
que los vecinos rogasen a la abadesa que designase vasallos para defender la
villa, lo que demuestra el poder que ejercían las clarisas.
Los religiosos también
fueron árbitros en las disputas internas de la Corona, hicieron prestaciones
económicas para causas bélicas, tanto en el interior de Castilla como en
guerras exteriores; toda una casuística que demuestra la implicación de los
monasterios y el clero regular en asuntos no religiosos durante la Baja Edad
Media.
[i]
Formaron parte de ella los monasterios de Oña, Arlanza, Silos, San Millán,
Cardeña, Montes (al suroeste de la provincia de León), San Prudencio (en Clavijo,
La Rioja), Valverde (en la provincia de Madrid, actual carretera de Colmenar
Viejo), Santa María de Vega (debe de ser el que se encuentra en Renedo de la
Vega, Palencia, ya que hubo otro del mismo nombre en Asturias), La Vid, San
Pelayo de Hornillas, Villoria (en la provincia de León), Villamediana (debe de
ser Villamediana de Valdesalce, provincia de Palencia), Medina del Campo, San
Miguel del Monte (Miranda de Ebro, provincia de Burgos), Valbuena (en la
provincia de Valladolid, a orillas del Duero), La Espina, Valparaíso (en Peleas
de Arriba, al sur de la provincia de Zamora), Moreruela, Matallana (en Villalba
de los Alcores, Valladolid), Palazuelos, San Pedro de Gomello, Sandoval,
Valdeiglesias, Aguilar, Retuerta, San Pelayo de Cerrato, Santa Cruz de Monzón,
Villamayor, San Cristóbal de Bujedo, San Leonardo de Alba de Tormes y Sancti
Spíritus de Alba. Aunque no se cita la localización de todos, puede verse que
la geografía de estos monasterios es muy representativa de la expansión de los
mismos y su influencia. Véase el número de monasterios implicados en este
asunto que se encuentran en la actual provincia de Burgos.
[ii]
San Zoilo de Carrión, San Isidro de Dueñas, San Román de Entrepeñas, Santa
María la Real de Nájera, Obarenses, San Salvador de Cornellana, San Martín de
Castañeda, San Vicente de Segovia, Herrera, Rioseco, Belmonte, Valdediós,
Villanueva de Oscos, Brazacorta y algunos monasterios gallegos. Aquí también es
significativa la expansión geográfica, sobre todo con los monasterios
palentinos y riojanos.
[iii]
“La clerecía regular ante los conflictos internos y guerras exteriores de la
Corona de Castilla durante la Baja Edad Media”. En este trabajo se basa el
presente resumen.
[iv] “De
preconiis Hispaniae”.
[v]
Juan I sería vencido por el ejército portugués en Aljubarrota, que no permitió
el ascenso de aquel a la Corona lusa.
[vi]
Pretendió la Corona de Aragón en el Compromiso de Caspe, pero no lo consiguió.
Refugiado en Castilla, pretendió apoderarse del castillo de Triana y las
Atarazanas para sublevar Andalucía a favor de los Infantes de Aragón.
[vii] Había
servido a Fernando de Antequera, padre de los Infantes de Aragón.
[viii] 1467,
en relación con los conflictos por la sucesión de Enrique IV.
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