Los cronistas, teólogos
y otros escritores españoles han tratado el tema del canibalismo de algunos
pueblos indígenas en América como prueba de su inhumanidad o como justificación
para conquistarles y hacerles cristianos. Ricardo Piqueras[i] ha
estudiado este asunto pero, aún más, le ha interesado la antropofagia
practicada por europeos (particularmente españoles) en América, siendo las
víctimas los indígenas de dicho continente, o bien la antropofagia practicada
inconscientemente, por imperiosa necesidad, siendo indios las víctimas, o
bien comiendo cadáveres humanos…
Los europeos que
escribieron sobre el canibalismo practicado por caribes, aztecas, mayas,
chichimecas, tupinambas o guaraníes, por citar solo algunos pueblos, no está
probado en todos los casos, aunque seguramente lo hubo entre algunos de ellos
como una forma cultural más. Los taínos informaron a Colón del canibalismo de
los caribes y el propio navegante habló de ello. También Álvarez Chanca,
“físico principal en el segundo viaje colombino”, y Mártir de Anglería (que
nunca estuvo en América) contribuyeron a la controversia. Juan López de Velasco[ii] y
Antonio Vázquez de Espinosa[iii]
también han escrito sobre este asunto siquiera sea incidentalmente,
trasmitiendo la palabra caníbal de la americana “caniba”, utilizada por los
taínos que se encontró Colón. López de Velasco, por ejemplo, dejó escrito de los
indígenas de Venezuela que “son de poca capacidad, desnudos y sin gobierno…
andan derramados por los montes por huir de los españoles: son todos carniceros
de carne humana, y muy pobres en extremo”.
El cronista Pedro Cieza
de León habla de que “todos los naturales de esta región comen carne humana”,
refiriéndose al Perú. El canibalismo entró a formar parte de los pecados
contranatura –dice Piqueras- junto a la sodomía, el bestialismo, el incesto,
los sacrificios humanos y la idolatría. El mismo Bernardino de Sahagún fue
partidario de ejercer el control sobre las sociedades que eran acusadas de
canibalismo para delimitar el sistema de valores propio. Francisco de Vitoria
dice que “los príncipes cristianos ni aún con la autoridad del Papa, pueden
apartar por la fuerza a los bárbaros de los pecados contra la ley natural, ni
por causa de ellos castigarlos”, pero en otro momento dice que “aún sin
necesidad de la autorización del Pontífice, pueden los españoles prohibir a los
bárbaros todas estas nefandas costumbres y ritos, pues les está permitido
defender a los inocentes de una muerte injusta”. De parecida manera se
pronuncia Domingo de Soto, y el polémico Ginés de Sepúlveda, partiendo de que
los indios eran inferiores, fue partidario de “desterrar las torpezas nefandas
y el portentoso crimen de comer carne humana”. También de las Casas defendió el
derecho a intervenir para evitar que los indios practicasen el canibalismo.
Claro que la
antropofagia atribuida a los pueblos indígenas pudo haber sido real en unos
casos e interesada o imaginaria en otros, como los aperreamientos,
degollamientos y cremaciones. Otra cosa es el canibalismo practicado por los
propios españoles: Alberto Cardín señala que se dio la paradoja de “una nación
que persigue el canibalismo y que lo emplea como casus belli contra los indígenas que quiere conquistar”. En
realidad no se trata de “una nación”, sino de personas que no representaban al
conjunto. El autor citado señala que los españoles tienen una larga tradición
en la práctica del canibalismo de penuria, si no en otras situaciones con “pasmosa
asiduidad”.
Esto ya fue expuesto y
criticado en el siglo XVI: Montaigne así lo hizo, y también Fernández de
Oviedo, que dice recuerda cosas con espanto y mucha tristeza por los “casos
crudos y tan despiadados” de los que recurrieron al canibalismo en “la extrema
necesidad”; esto lo escribe Oviedo durante la expedición del alemán Ambrosio
Alfinger[iv]
por Venezuela. Pero no es necesario llegar a la extrema necesidad para que
tengamos muchas referencias de canibalismo hispano en América en el siglo XVI,
y ello desde el sur de los actuales Estados Unidos hasta el sur de Argentina.
Alberto Cardín ha hablado
de la enorme variedad del canibalismo humano, aunque en el caso de América sea
difícil, a veces, de separar los casos reales de los imaginarios. De todas
formas, las fuentes hablan de asiduidad de casos y en múltiples situaciones: la
primera referencia es la del hijo de Colón, Hernando, cuando de vuelta del
segundo viaje dice que era tal el hambre que padecía la tripulación que se
pensó en comerse a los caribes que traían para ser enseñados en España, lo que impidió
el propio Colón, aunque cabe dudar de que el hijo haya querido dejar este
testimonio para engrandecimiento moral de su padre.
Jorge Robledo[v],
por su parte, señala que “tanto pudo el hambre que ya deseábamos topar indios,
que aunque fuera a bocados, peleáramos por ellos”. De la expedición de Juan de
Vadillo por el valle del Cauca (Colombia), Cieza de León informa que “había un
año que los españoles no comían carne sino de caballos que se morían, o de
algunos perros”, de forma que viendo que una gente huida tenía una gran olla de
carne cocida, creyendo que la carne era de curíes (quizá un tipo de conejo), se
dieron al hartazgo, pero luego “un cristiano sacó de la olla una mano con sus
dedos y uñas [y]… vieron luego pedazos de pies, dos o tres cuartos de hombres
que en ella estaban”, por lo que “les pesó de haber comido de aquella vianda”.
Cieza describe también
como un hombre negro se abalanzó sobre unas morcillas colgadas de un aposento
indígena, “y a punto está de comérselas” cuando se dio cuenta de que su contenido
no era el esperado. A veces se emplea el asesinato para procurarse alimento
humano, y con mayor frecuencia de lo que pueda pensarse. En el viaje de Juan de
la Cosa a Urabá (1504), algunos de sus hombres, viéndose hambrientos, mataron a
un indio, que asaron y se lo comieron, pero como de la Cosa se enteró, les
derramó la olla –según Fernández de Oviedo- “que estaba en el fuego a cocer
aquella carne humana”.
La gobernación de
alemanes en Venezuela (1528-1546), dio lugar a varias expediciones cuyo
pormenor Felipe de Hutten anotó en su diario, por ejemplo la de Jorge de Espira
(1535-1538), con prácticas caníbales llevadas a cabo por españoles. El
gobernador alemán consideró que, ante el hambre, “era bien atar a aquellos
indios e llevarlos para comer en el camino, porque los que viniesen [luego] no
los matasen y comiesen ellos”. Fray Pedro de Aguado, Juan de Castellanos,
Oviedo y Baños o Francisco Martín fueron cronistas que han recogido diferentes
versiones sobre los hechos acaecidos en dicha expedición.
[i]
“Antropófagos con espada: los límites de la conquista”. El presente resumen
está basado en este trabajo.
[ii]
Cosmógrafo y cronista en la segunda mitad del siglo XVI.
[iii]
Teólogo que ha dejado varios escritos sobre las Indias en el siglo XVII.
[iv] Vivió
entre 1500 y 1553 y estuvo al servicio del emperador Carlos, llegando a ser
gobernador de Venezuela.
[v]
Participó en la conquista de los Andes del norte como enviado de Lorenzo de
Aldana, fundando localidades como Santa Ana de los Caballeros, Cartago o Santa
Fe de Antioquia, yendo acompañado por Pedro Cieza de León.
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