sábado, 4 de mayo de 2019

Al-Murabitun

Aledo (Murcia) regmurcia.com/servlet/s.Sl?
sit=c,373,m,3029&r=ReP-20679-DETALLE_REPORTAJES

Entre mediados del siglo XI y mediados del XII los almorávides (al-Murabitun) intervinieron en la península Ibérica ayudando o sometiendo a los pequeños reinos en los que había quedado dividido al-Andalus tras la definitiva crisis del Califato andalusí.

En el proceso de islamización del norte de África e Hispania fueron varias las corrientes teológicas que fluyeron, lo que quiere decir que, como en otras religiones, no todo estaba escrito en el Corán. De las escuelas teológicas consolidadas será la de Malik ibn Anas, conocida como “malikí”, la hegemónica en occidente, cuyo núcleo de pensamiento se reúne en al-Mudawwana, obra de un discípulo. El proceso de consolidación y profundización del islam en el Magreb se agudizó en el siglo XI, en que desde Ifriqiya se expande el malikismo hacia el Sahel en la persona del alfaquí Abdallah ibn Yasin. Su acción entre las tribus beréberes de los sinhaya, y ya investido como imán en 1054, logra imponerse entre un grupo de tribus, alguna incluso no convertida después de tres siglos de dominio islámico. Sus seguidores practicaron un islam riguroso en extremo e igualitario, íntegramente beréber; sus practicantes se hicieron llamar murabitun, de donde deriva el nombre de amorávides.

Estos controlaron muy pronto las vías comerciales africanas que conducían desde el Níger y el corazón del África negra hacia el norte y al-Andalus, lo que les dio un poder inicial muy grande al acceder a las fuentes del oro. A la muerte de Yusuf ibn Tasufin, uno de sus máximos colaboradores, conquistador de todo el norte junto con su primo Abu Bakr b. Umar, expanden su nuevo imperio religioso desde Siyilmasa[i] y Agmat[ii] y, en 1068, construyen la ciudad de Marrakech. Luego se expandieron desde Senegal hasta Tánger en 1077, y poco después de la caída de Toledo en manos de Alfonso VI, cruza el estrecho de Gibraltar un numeroso ejército en 1086. Los jefes almorávides desembarcan y refortifican Algeciras y dicho ejército marcha contra el rey castellano, que se encontraba hostigando Badajoz.

En época de Yusuf ibn Tasufin, junto al ejército almorávide forman los de los reinos musulmanes de al-Andalus, mientras Alfonso VI regresa desde Zaragoza para presentarles batalla. El éxito musulmán fue claro y poco después de nuevo se enfrentaron con el rey castellano en Aledo[iii]. En 1090 los almorávides comenzaron la dominación de los taifas, empezando por la zirí de Granada, luego la de Badajoz, que intentó incluso aliarse con Alfonso VI, y la última taifa en caer en manos de Tasufín fue la de Valencia en 1102. Las tropas almorávides fueron, en realidad, un ejército de ocupación; se instalaron en las alcazabas urbanas y refortificaron muchas plazas del valle del Ebro, donde se empleó la tabiya (tapial), muy barata y rápida de edificar, a la par que muy plástica para recibir los impactos de las catapultas. Alí, el hijo de Tasufín, se acantonó en Sevilla, y mil soldados fueron dispuestos en Córdoba, otros mil en Granada, cuatro mil en Valencia y otros tantos para proteger toda la frontera.

A la muerte de Tasufín en 1106 le sucede Alí, quien desde el norte de África regresó a al-Andalus cuatro veces, derrotando a los cristianos en Uclés (1108) y conquistando Zaragoza en 1110, haciendo frente a Alfonso “el batallador”. El gobierno almorávide procedió a reclutar masivamente a ulemas, cadíes y alfaquíes, despreciados por los reyezuelos taifas como celosos servidores del nuevo estado, pero otros problemas en África, como es el avance de los almohades, obliga a Alí a regresar (1117), y más tarde fue derrotado su ejército en Coimbra y luego en Zaragoza (1118).

El rígido pensamiento almorávide provocó una crisis de las letras ante su escaso entusiasmo por los panegíricos, pero no por ello dejó de haber autores del pensamiento hispanomusulmán. Los poetas andalusíes cultivarían géneros hasta entonces poco académicos como el zéjel, junto a formas ya conocidas como la moaxaja y, en general, la poesía de evasión. La figura literaria cúlmen de la época es Ibn Quzmân (1086-1160), maestro del zéjel, de métrica silábica acentuada, emparentado con la moaxaja. En su cancionero incluyó palabras mozárabes y expresó su desprecio por los almorávides ante su brutalidad ante las artes.

En la arquitectura se introducen algunos nuevos rasgos estilísticos, como los mocárabes, los arcos de cortina[iv] y de herradura apuntada; el alfiz suele cortar el arco por sus lados, las bóvedas con nervaduras son cada vez más finas y su sobriedad les lleva a utilizar el pilar en vez de la columna, haciendo un uso abundante de cerámicas vidriadas. En sus residencias tienen un especial relieve los jardines, fuentes y estanques, anticipando el gusto nazarí.


[i] Al sur de Fez y del Atlas.
[ii] Al sur de Marruecos.
[iii] Al oeste de Totana, en la actual provincia de Murcia.
[iv] Dos arcos que se cruzan en la clave.
(Fuente: Luis Serrano-Piedecasas).

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