Según explica el
profesor Serrano-Piedecasas, la invasión musulmana de 711 no es un elemento
inédito en Hispania, pues las relaciones a ambos lados del Estrecho, no por
desconocidas, fueron menos intensas siglos atrás. En el siglo III, desde la
Mauritania Tingitana, hubo invasiones de mauroi[i]; en 429[ii]
volvieron grupos vándalos desde el norte de África, o la migración de
comunidades monásticas en los siglos V y VI. La expansión bizantina en época de
Justiniano para favorecer al rey Atanagildo[iii]
permitió a aquel ocupar la zona levantina desde 552 a 624.
Tras la conquista de
Ceuta en 710, los musulmanes del norte de África desembarcaron en Tarifa, pero
sin más consecuencias. Será en 711 cuando la invasión más profunda no encuentre casi resistencia hasta que, unos meses más tarde, se produjo el enfrentamiento
con el ejército godo formado en buena parte por esclavos, no obstante lo cual
la batalla entre Algeciras y Medina Sidonia costó a Târiq la cuarta parte de su
ejército y a los godos la mitad y la vida del rey Rodrigo. El botín fue enorme
y movió la codicia de los beréberes rezagados en África.
Los restos del ejército
godo se retiraron hacia Écija, a donde se dirigirá Târiq con su ejército poco
después, y aquí se da un enfrentamiento que se considera crucial. La rendición
cristiana pactada abrió las puertas a los norteafricanos, huyendo los nobles
hispano godos a Córdoba, Málaga y Granada, mientras Târiq fue sobre Toledo. Las
fuentes no hablan de Extremadura y Lusitania sino tardíamente (expedición de
Mûza), que bien pudieron pactar al ser posesiones de Oppa[iv],
obispo de Hispalis. Parece que en esta primera fase de la conquista los árabes
fueron pocos y la mayoría eran jefes tribales norteafricanos reciente o
insuficientemente islamizados. Con ellos colaboraron potentiores godos y las comunidades judías, que venían sufriendo la
legislación visigoda. Los humiliores,
por su parte, se mostraron pasivos o indiferentes.
La ocupación de Toledo
se realiza pacíficamente, pues la ciudad había sido abandonada a su suerte, y
de nuevo aparece aquí Oppa, quizá como asesor de Târiq. Los notables huyeron
hacia Amaya perseguidos por Târiq, y antes Córdoba había sido asediada y
conquistada por Mugît, siendo el objetivo capturar el botín. Amaya[v]
era un poderoso castrum en poder de
Pedro, un dux de Cantabria, pero la
captura de otros castra supuso el fin
de Spania y el surgir de al-Andalus, tal y como simbolizan las
primeras monedas acuñadas por los invasores.
Algunas expediciones
musulmanas pudieron llegar hasta Astorga en 712, regresando Târiq a Toledo con
un enorme botín, donde se entera de que Musa ha cruzado el Estrecho, el cual hasta
entonces no había tenido noticia de la invasión de Târiq. La campaña de Musa se
inicia con la captura de Medina Sidonia, Carmona y Sevilla; desde aquí se dirige
a Mérida, a la que asedió y terminó conquistando. Se hizo con los bienes de los
muertos, huidos y de la Iglesia (713). Entretanto, Sevilla se sublevó.
Se produce en Almaraz[vi]
el encuentro de Mûsa con Târiq, al que aquel trata violentamente, habiendo venido
con tâbi’un, individuos de gran
prestigio religioso y moral encargados de la cobertura religiosa de la
conquista. El gran ejército de Mûsa se dirige entonces a Zaragoza sin oposición
alguna, y así llegó a dominar el valle del Ebro, mientras que las grandes
familias se someten a la nueva autoridad, entre ellas los hispano-godos Banî Qasî, que más tarde se convertirán
en gobernadores de la zona. Luego le llega el turno a la tierra de los vascos y
finalmente a Pamplona, donde de nuevo está Mugît, rindiéndose la ciudad.
Llegaron entonces ante
Mûsa las gentes de Gillîqiya*
(territorio mal definido que puede corresponder al cuadrante noroccidental de
la península) pidiendo la paz, que se les concedió mediante la aceptación del
pago de tributos. Un ejército va desde Navarra hasta Lugo realizando
incursiones hacia la costa y la Meseta, y en este recorrido debieron
fortificarse León, Astorga, Lugo** y otras poblaciones. Desde Lugo, Mûsa regresa
a Algeciras, y su hijo ‘Abd al-Azîz, heredero como gobernador, se dedicará a
someter el occidente peninsular.
El volumen de rentas
que los bienes raíces podían aportar al Califato era enorme, pero los
conquistadores buscaron legitimar su propiedad casi total frente a los derechos
inalienables del Califato, el denominado quinto o mâl al-hums que modelará el futuro productivo y fiscal inmediato de
la gobernación de al-Andalus.
Dominada Sevilla, Abd Alah, uno de
los hijos del emir, sometió Granada, Málaga y Murcia, mientras que su padre
sometió el Algarbe y llegó hasta Lisboa, Coimbra y Viseu hasta conectar con
Lugo. Luego recibió refuerzos norteafricanos y ocupó Tarragona, Barcelona,
Gerona y posiblemente Narbona.
Su pacto con los
poderosos terratenientes mawâlî,
hispanos, clientes de la familia nusayrî (Musa
y sus parientes) llevó a Abd Allah a
casarse con Egilona, viuda del rey Rodrigo, y a enemistarse con grupos de
invasores árabes celosos de su primacía, de sus apoyos entre los indígenas y beréberes,
sirviendo de brazo ejecutor al Califa, que parece ordenó su asesinato en 716.
El nivel de colaboración de los indígenas hispano-godos en el proceso de
invasión y ocupación del reino debió de ser significativo si nos atenemos a
los notables casos que conocemos (Rodrigo y Oppa), otros muchos como los
mencionados señores de Zaragoza pactaron y quedaron convertidos en gobernadores
de facto para el nuevo Estado musulmán, como los Yûnus extremeños, los Banû
Angalino y Banu Sabariqo, los Hafsûníes malagueños o Aidulfo, señor de
Conímbriga, Tudmir en Murcia y otros muwallad cuyo
nombre no se ha conservado, pero que fueron imprescindibles para asegurar el
dominio peninsular de los norteafricanos con tan pocas tropas, y así pudieron
seguir sus pasos otros de menos rango, seglares y eclesiásticos, condes y
obispos que basaban su poder en la renta agraria de sus posesiones, pactaron y
colaboraron en buen número para mantener su estatus.
[i] Mercenarios
auxiliares africanos
[ii] En 425
saquearon Cartago Nova y en 426 Hispalis.
[iii] En el
contexto de las diputas con Agila. Los bizantinos ocuparon el sur y sudeste de
Hispania. Atanagildo habría negado a los bizantinos el control sobre Orospeda.
[iv] Hijo
del rey gogo Egica.
[v] En las
Loras de Burgos.
[vi] Al este
de la actual provincia de Cáceres.
* El origen está en el nombre de la provincia romana Gallaecia.
** En este caso debe entenderse que se reforzaron las defensas, pues Lugo tenía una muralla romana (que aún se conserva).
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