Antonio Caridad Salvador[i]
ha estudiado diversos aspectos de los carlistas que lucharon por sus ideas e
intereses en la primera de las guerras civiles del siglo XIX español, señalando
que la mayoría de los caudillos carlistas eran hombres entre treinta y cuarenta
años con cierta experiencia militar, mientras que los soldados tenían una edad
media de 26 años.
El autor ha estudiado la
biografía de 258 líderes carlistas, aunque de algunos de ellos los datos
disponibles son más que los de la mayoría. Entre jefes principales, jefes secundarios
y carlistas no combatientes, la mayoría nacieron con posterioridad a 1790,
siendo no pocos solteros, entre los que están los eclesiásticos y los
estudiantes. Entre los combatientes principales y secundarios, de un total de
115, 32 estaban casados y tenían hijos.
En cuanto al lugar de origen los
principales jefes carlistas eran catalanes, fundamentalmente del corregimiento
de Tortosa, y aragoneses, con escasa presencia de valencianos, pese a que gran
parte de la guerra de 1833 se produjo en su territorio. Quizá influyó que
Cabrera fuese catalán, mientras que los valencianos aceptaron de mejor grado la
autoridad de José Miralles (“el Serrador”). Este procedía de Villafranca del
Cid (Castellón) y su familia era de condición muy modesta, habiendo luchado en
la guerra de 1808 antes de desertar, dedicándose entonces a serrar madera en
los bosques, de ahí su apodo.
Por región de nacimiento, según
Caridad Salvador, entre jefes principales, secundarios y no combatientes, 73
eran de la Comunidad Valenciana, 60 de Aragón y 52 de Cataluña, de un total de
223. Entre los jefes secundarios los valencianos eran los más numerosos y en
cuanto a los civiles la mayoría procedía de ciudades, pero llama la atención el
elevado número de catalanes en unas fuerzas que combatían principalmente en
Valencia y Aragón, y ello quizá se deba a que tanto Cabrera como Forcadell los
preferían. Este último nació en Ulldecona (Tarragona) en una familia de
labradores acomodados, habiendo ya luchado contra los liberales durante el trienio
de 1820-1823. A partir de 1837, sin embargo, el número de batallones
valencianos fue siempre superior al de catalanes. Por las provincias de
nacimiento, la mayoría de los jefes carlistas eran de Tarragona (43), Castellón
y Teruel (41 en cada caso), Valencia (28) y Zaragoza (14). Lo que parece claro
es que el número de dirigentes carlistas de cada localidad condiciona el de
combatientes. El río Ebro era una barrera natural para el movimiento de las
tropas, por lo que los que vivían al sur tendían a combatir en Tortosa,
Aragón y Valencia, mientras que los que vivían al norte se quedaban en el
ejército carlista de Cataluña.
Las comarcas que dieron el mayor
número de dirigentes carlistas son aquellas en las que la guerra tuvo más
intensidad. Se trata de los corregimientos de Alcañiz y de Tortosa, así como el
Maestrazgo y los Puertos de Morella, pero hay una excepción: la comarca de la
ciudad de Valencia, ya que era el lugar de residencia de aristócratas y
profesionales que militaron en la administración carlista; se trata de los
jefes civiles.
Por municipios destaca Ulldecona
por el importante apoyo al carlismo de este pueblo, pero también se debe a que
Domingo Forcadell dirigió durante toda
la guerra la división valenciana. A la hora de nombrar a los jefes tenía una
gran importancia la amistad, ligado a un origen común. Por comarcas destacan Montsià
(Tarragona) con 18 jefes carlistas, Bajo Aragón (Teruel) con 17, Bajo Ebro
(Tarragona) con 15, Bajo Maestrazgo (Castellón) con 12, Los Puertos de Morella
(Castellón) con 8 y Valencia con 8.
En cuanto al origen social el
predominio es claro de los antiguos militares y voluntarios realistas, que
habían combatido en la guerra de 1808 o en la del trienio. Los jefes carlistas
militares fueron el 50% , porcentaje que asciende al 61% si contamos solo a los
combatientes. En números absolutos Antonio Caridad contabiliza 97 jefes
carlistas militares, entre los que destacan los apartados del servicio (52).
Siguen en importancia los eclesiásticos (23) de entre los cuales los del clero
secular fueron 18. Los procedentes de profesiones llamadas “liberales”, fueron
jefes carlistas 18, campesinos 16, comerciantes 9, miembros de la alta nobleza
7 y empleados públicos 4. Algunos de los incluidos en estos grupos se apuntaron
al carlismo por ver sus intereses amenazados, ya que los militares y
voluntarios realistas habían empeorado bastante por las medidas tomadas por
Fernando VII en su última etapa de reinado. Con la regente María Cristina
algunos fueron apartados del servicio, acercándose entonces al absolutismo para
esperar, si este triunfaba, una rápida carrera en el ejército.
En cuanto a los empleados
públicos, algunos se habían quedado sin trabajo y se postularon como jefes
militares en el carlismo. El clero estuvo muy bien representado, pues siendo el
5,9% de la población activa valenciana (según el censo de Godoy de 1797) entre
los jefes carlistas fueron el 11,9%, aunque la mayoría estuvieron en puestos de
retaguardia, conspirando junto a los estudiantes, muchos de los cuales aspiraban
a un puesto en la Iglesia. Aparecen frailes en puestos de combate, mientras que
el clero secular se empleó más bien en la administración carlista, entre él
tres curas párrocos, tres canónigos, un profesor, un arcediano y dos obispos.
Las causas de apoyo al carlismo de estos fueron las medidas anticlericales
durante el trienio y la guerra, como la reducción del diezmo a la mitad, lo que
animó a los campesinos a negarse a pagarlo. Debe tenerse en cuenta que en 1835
se cerraron los primeros monasterios consecuencia del proceso desamortizador.
Algunos dirigentes carlistas
habían tenido cargos municipales que con el liberalismo corrían peligro para
ellos, mientras que entre la nobleza solo uno ocupó posiciones de combate (el
barón de Hervés). Hubo aristócratas entre los jefes pero no entre la tropa,
influyendo en este grupo las razones ideológicas: la mayoría de ellos vieron
confiscados sus bienes y su vida acabó en el exilio.
Entre los comerciantes se
distinguen entre los ricos y los que no lo eran, pero fueron numerosos los
arrieros, pues conocían los caminos, información útil en una guerra de
guerrillas. Los empleados públicos que habían perdido su puesto de trabajo
aspiraron, apuntándose al carlismo, recuperarlo si este triunfaba. Los
campesinos, en cambio, que representaban el 79,2% de la población activa
valenciana, solo supusieron el 8,2% de los jefes carlistas, pero la mayoría de
ellos eran más bien propietarios ricos, estando documentados varios casos en
Zaragoza. Sí hubo muchos campesinos en las tropas carlistas, pero como se ha
dicho no entre los jefes. El colectivo más numeroso lo formaban los hijos de
campesinos (entre hacendados, labradores y jornaleros): diez jefes carlistas
eran hijos de hacendados y 16 de labradores. Por último, la mayoría de los
jefes carlistas habían combatido en la guerra del trienio, mientras que menos
en la guerra de 1808 y menos aún eran noveles en 1833 debido a su juventud.
Los que ostentaron algún título
nobiliario o condición social destacada entre los principales dirigentes
carlistas destacan José Joaquín Lloréns, llamado “El Alcalde de Villarreal”, el
arcipreste de Moya, el cura de Molíns, el cura de La Puebla, el fraile de
Esperanza, Matías Ginés (llamado El Fray), Manuel Cercos (llamado el Mayorazgo
de Sarrión), El Organista, el conde de Alcudia, el de Cirat, el barón de
Hervés, el conde de Orgaz, el de Samitier, el barón de Terrateig y el conde de
Torrefiel.
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