jueves, 16 de mayo de 2019

El proyecto de Santa Amalia

Puente sobre el Guadiana en Medellín, cerca
de Santa Amalia

Son varios los autores que han estudiado el caso de la población de Santa Amalia, al norte de la provincia de Badajoz, uno de los intentos de repartir tierra a campesinos pobres que se frustró. Santa Amalia tuvo su origen en una legislación de 1827 a petición de un grupo de labradores de Don Benito, ante la falta de tierras labrantías, por lo que se trataba de construir un poblado en unos baldíos comunales, pero no dejó de despertar oposición[i].

Las políticas ilustradas del siglo XVIII se prolongaron, atenuadas, a la centuria siguiente, siendo este un caso más de colonización interior para asentar campesinos que pusiesen en valor zonas despobladas. De todas formas, Santa Amalia resultó un fracaso porque los campesinos, endeudados ante la falta de capitales, debieron entregar sus tierras a grandes propietarios a lo largo del siglo XIX. Otros casos, que han seguido diversa suerte, son los de Villarreal de San Carlos, Valdegamas y las colonizaciones de Sierra Morena llevadas a cabo por Olavide.

En el caso de Santa Amalia –dice Ruiz Rodríguez- se trataba de asentar colonos, crear una sociedad de propietarios agrícolas, dar seguridad a los caminos y aumentar las recaudaciones del Estado. Este es el primer caso de una población establecida en Extremadura que no surgió de la iniciativa estatal, ni de la Iglesia, sino resultado del empuje de unos vecinos; se trata, por lo tanto, de un modelo único, aunque se parece a otro en el trazado de nueva planta racional de sus calles, plaza y viviendas.

El contexto es el de un siglo XVIII expansivo demográficamente, aunque la actual provincia de Badajoz era un espacio con una baja densidad de población, unos 11 habitantes por km2, y la mayoría era pobre. Don Benito, por ejemplo, experimentó un constante crecimiento demográfico hasta mediados del siglo XIX, teniendo en 1837, 12.140 habitantes, el núcleo más populoso de Extremadura, siendo entre 1791 y 1829 cuando más creció, a pesar de estar por medio la guerra de 1808.

Había una gran riqueza agropecuaria, pero una veintena de nobles absentistas, cuando se funda Santa Amelia, poseían más de 40 dehesas extensas en el término municipal de Don Benito. Uno de ellos era el conde de Salvatierra, que vivía en Madrid, dueño de cerca de tres mil hectáreas; otros eran el duque de Uceda, el conde de Arenales o el marqués de Casas Blancas (los dos primeros vivían en Madrid y el tercero en Granada). También eran propietarias de dehesas algunas instituciones religiosas, en primer lugar el monasterio de Guadalupe, dueño de extensas y fértiles dehesas para el mantenimiento de ganados trashumantes. Le seguían siete conventos en Calzada de Oropesa, Badajoz, Trujillo (dos en este caso), Orellana la Vieja, Medellín y Cáceres. Las propiedades de la nobleza estaban amayorazgadas y las de la Iglesia amortizadas. También tenían propiedades los concejos (bienes de propios), existiendo tierras comunales y baldíos. Los bienes de propios se solían arrendar, con lo que los Ayuntamientos disponían de una fuente de ingresos, y los bienes comunales eran aprovechados por los vecinos, pero las dehesas boyales y los baldíos no eran disfrutados por igual por todos, pues “comunal” no quiere decir que su uso fuese democrático ni equitativo. Los más poderosos, al tener más ganados, usufructuaban más aquellos bienes. Los baldíos solían estar alejados de los poblados y sus tierras eran de peor calidad.

A pesar de la legislación favorable a la agricultura promulgada desde 1766, las cosas no debieron mejorar cuando en 1800 más de un centenar de vecinos de Don Benito, propietarios de yuntas, reclaman tierras para labrar acogiéndose a un decreto de 1793. De ellos, solo 73 consiguieron hacerse con algunas pequeñas suertes de tierra, 317 fanegas en total, dispersas por diversas dehesas del término. Los “cabezaleros”, los dos vecinos que encabezaron la petición, se expresaban diciendo que “los terrenos comunales… suelen ser menos el consuelo y alivio del pobre labrador, que el disfrute de los ricos…”, y continuaban diciendo que en el término había una “infinidad de tristes jornaleros o familias pobres”. Añadían que la fundación de un pueblo eliminaría “una guarida o madriguera de ladrones, contrabandistas y gentes sospechosas”.

El Ayuntamiento de Don Benito se opuso a la solicitud de aquellos campesinos, prueba de a qué intereses servía, pero lo cierto es que se procedió al deslinde y amojonamiento del término, se publicó la Real Orden, se produjo el acto de posesión de Santa Amalia con la nueva oposición de Don Benito y ahora de Medellín, se entregaron 25 fanegas de tierra a cada colono, y Santa Amalia comenzó su andadura. Pero la reforma agraria liberal, que se produjo en momentos distintos, favoreció a los que disponían de riqueza y estaban dispuestos a emplearla en bienes raíces, y dándose la circunstancia de que no pocos colonos no pudieron hacer frente a sus explotaciones por falta de capital, terminaron entregando sus tierras a los mejores postores, resultando este intento ilustrado en un fracaso.


[i] Uno de los autores que han estudiado este asunto es Juan A. Ruiz Rodríguez, “Santa Amalia: un intento fallido de mitigar el problema social de la tierra en la Extremadura del siglo XIX”. En este y otros trabajos sobre Santa Amalia se basa el presente resumen.

1 comentario:

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