lunes, 20 de mayo de 2019

Mujeres de la revolución soviética



La movilización de mujeres durante la revolución rusa de 1917 fue importante para caldear el ambiente, pero algunas de ellas tuvieron una cierta importancia por tratarse de luchadoras a favor de la mujer como tal, de la educación, o de la revisión del concepto de familia tradicional. Inessa Armand (Elisabeth Setéphane de Herbenville) hació en París en 1874 y murió en Beslán (Osetia del Norte) en 1920. Su familia era de religión judía y ella se casó con el heredero de una boyante industria textil rusa. Desde 1908 mantuvo correspondencia con Lenin, de cual quizá fue amante, contrayendo el cólera en el Cáucaso, falleció a la edad de 46 años.

Quizá se puede decir que la revolución soviética fue pionera en tomar conciencia de la condición de la mujer, habiendo sido Armand jefa de Jenotdel, la organización que reclamaba la igualdad de sexos en el Partido Comunista. Ella misma consideró que la maternidad era una pesada cruz insoportable para la mujer. Inauguró una escuela para niños campesinos cerca de Moscú y promovió una organización caritativa para mujeres prostitutas. Colaboró con Lenin en la propaganda antibelicista durante la primera guerra mundial y criticó la llamada “cocina casera”: para las mujeres –dijo- “y en especial para las obreras [era] un castigo insoportable que les consume todo el tiempo libre, las priva de la posibilidad de ir a las reuniones, de leer y de tomar parte en la lucha de clases”. No se planteó que las labores domésticas debían ser compartidas entre los dos cónyuges, sino que las consideraba un baldón del que debían ser liberadas por el Estado.

No pudo ver que los dirigentes del régimen comunista soviético fueron varones de forma abrumadora, por lo que “la vieja servidumbre familiar” no se superó con el nuevo régimen. Su exigencia de que la educación y el cuidado de los hijos debían ser cosa del Estado no se dio plenamente y, en todo caso, la revolución feminista con la que soñó no se dio en la Unión Soviética.

Aleksandra Kollontai, por su parte, fue embajadora en Noruega, Suecia y México, la primera vez en el mundo que una mujer desempeñaba una función como esta. De familia acomodada, su madre, sin embargo, pertenecía a una familia que había acumulado fortuna con la industria de la madera. Aleksnadra fue a estudiar a Suiza y se unió a las filas revolucionarias en 1905; luego destacó como escritora sobre temas de la mujer, la lucha de clases, la sexualidad y otros. “Para llegar a ser verdaderamente libre –escribió- la mujer debe desprenderse de las cadenas que la arroja encima la forma actual, trasnochada y opresiva, de la familia”, pero sabemos que en la Unión Soviética el modelo tradicional familiar continuó sin cambios. Fue partidaria de hacer desaparecer el matrimonio, pero fue consciente de que otras fórmulas de unión familiar eran utópicas. Aunque relacionó la libertad sexual con el sistema capitalista, como sabemos, aquella se venido imponiendo en sociedades capitalistas, y su idea de que la familia era consecuencia “del monstruoso sistema capitalista”, sabemos que aquella existió siempre, ya fuese en su forma patriarcal o nuclear, en todos los tiempos.

Junto con Inessa Armand creó el Jenotdel, un departamento de mujeres trabajadoras y campesinas del Partido Bolchevique. Se trataba de centrarse en los problemas de la mujer, que entonces iban mucho más allá de lo que hoy tenemos por tales: en 1925, en Azerbaiyán y los territorios del Asia central, más de treinta mujeres activistas perdieron la vida, víctimas de una sociedad anclara en el pasado. Este organismo también combatió los altos índices de analfabetismo, habiendo regiones donde el porcentaje de mujeres que sabían leer y escribir no superaba el 2%. Las revistas, los folletos, las poblaciones de todo tipo, trataban de superar la postración de la mujer, pero chocaban con una población que veía aquellas novedades como impropias, además de que dichas publicaciones pretendían un adoctrinamiento dirigido. Pero sí fue útil la construcción de guarderías, casas infantiles y comedores públicos.

Nadiezhda Krúpskaya destacó por su labor educativa creando las primeras bibliotecas públicas. De origen humilde, en 1894 se unió al Grupo para la Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, donde conoció a Lenin, su futuro esposo. Detenidos ambos, parece que tuvieron la oportunidad de elegir Siberia como destino, la aldea de Shúshenskoye (Minusinsk), pero ella y Lenin fueron obligados a casarse por el rito religioso.

Allí trabajó para Iskra, el periódico de los socialistas rusos emigrados fundado en Leipzig. Tras el triunfo de la revolución, ocupó importantes puestos en el Ministerio de Educación, donde combatió el tipo de educación que había conocido, compitiendo por tener éxito y superar al otro, por eso critica el sistema de “alabanzas y reprobaciones, notas, premios y castigos”, sostiene que la religión “arranca al hombre de la sociedad”. En realidad se trata de pensamientos muy generales y adaptados a lo que se exigía de una revolucionaria comunista, pero no tiene en cuenta el papel histórico que la religión ha jugado en el mundo, aún antes de que existiesen iglesias de cada una de aquellas.

Valoró el papel que debía realizar el Komsomol con la juventud, pero en realidad este organismo no hizo otra cosa sino adoctrinar críticamente a los jóvenes. No le vendría mal al Konsomol aprender psicología, dijo, como hacen los sacerdotes católicos, con el objeto de que “las escuelas fabriles y de los poblados obreros… los niños y los adolescentes viven las inquietudes de las masas obreras”. Considerar al obrero en la fábrica capitalista como un eslabón de una cadena no evitó que, igualmente, así fuese en la práctica del nuevo estado comunista.

Julia Alexandrovna Kostenko, en 2006, publicó un estudio en el que detectó dos fenómenos: la formulación de un nuevo canon de feminidad y la superación de la idea tradicional de familia, pero la misma autora considera que sigue faltando “un estudio detallado de la actividad de los departamentos de la mujer… Fuera del foco de atención de los investigadores quedan una serie de problemas relacionados con la formación de la nueva identidad de la mujer soviética”[i].


[i] El presente resumen se basa en el trabajo de Dimitrina Jivkova Semova.

No hay comentarios:

Publicar un comentario