La movilización de
mujeres durante la revolución rusa de 1917 fue importante para caldear el
ambiente, pero algunas de ellas tuvieron una cierta importancia por tratarse de
luchadoras a favor de la mujer como tal, de la educación, o de la revisión del
concepto de familia tradicional. Inessa Armand (Elisabeth Setéphane de
Herbenville) hació en París en 1874 y murió en Beslán (Osetia del Norte) en
1920. Su familia era de religión judía y ella se casó con el heredero de una
boyante industria textil rusa. Desde 1908 mantuvo correspondencia con Lenin, de
cual quizá fue amante, contrayendo el cólera en el Cáucaso, falleció a la edad
de 46 años.
Quizá se puede decir
que la revolución soviética fue pionera en tomar conciencia de la condición de
la mujer, habiendo sido Armand jefa de Jenotdel, la organización que reclamaba
la igualdad de sexos en el Partido Comunista. Ella misma consideró que la
maternidad era una pesada cruz insoportable para la mujer. Inauguró una escuela
para niños campesinos cerca de Moscú y promovió una organización caritativa
para mujeres prostitutas. Colaboró con Lenin en la propaganda antibelicista
durante la primera guerra mundial y criticó la llamada “cocina casera”: para
las mujeres –dijo- “y en especial para las obreras [era] un castigo
insoportable que les consume todo el tiempo libre, las priva de la posibilidad
de ir a las reuniones, de leer y de tomar parte en la lucha de clases”. No se
planteó que las labores domésticas debían ser compartidas entre los dos
cónyuges, sino que las consideraba un baldón del que debían ser liberadas por
el Estado.
No pudo ver que los
dirigentes del régimen comunista soviético fueron varones de forma abrumadora,
por lo que “la vieja servidumbre familiar” no se superó con el nuevo régimen.
Su exigencia de que la educación y el cuidado de los hijos debían ser cosa del
Estado no se dio plenamente y, en todo caso, la revolución feminista con la que
soñó no se dio en la Unión Soviética.
Aleksandra Kollontai, por
su parte, fue embajadora en Noruega, Suecia y México, la primera vez en el
mundo que una mujer desempeñaba una función como esta. De familia acomodada, su
madre, sin embargo, pertenecía a una familia que había acumulado fortuna con la
industria de la madera. Aleksnadra fue a estudiar a Suiza y se unió a las filas
revolucionarias en 1905; luego destacó como escritora sobre temas de la mujer,
la lucha de clases, la sexualidad y otros. “Para llegar a ser verdaderamente
libre –escribió- la mujer debe desprenderse de las cadenas que la arroja encima
la forma actual, trasnochada y opresiva, de la familia”, pero sabemos que en la
Unión Soviética el modelo tradicional familiar continuó sin cambios. Fue
partidaria de hacer desaparecer el matrimonio, pero fue consciente de que otras
fórmulas de unión familiar eran utópicas. Aunque relacionó la libertad sexual
con el sistema capitalista, como sabemos, aquella se venido imponiendo en
sociedades capitalistas, y su idea de que la familia era consecuencia “del
monstruoso sistema capitalista”, sabemos que aquella existió siempre, ya fuese
en su forma patriarcal o nuclear, en todos los tiempos.
Junto con Inessa Armand
creó el Jenotdel, un departamento de
mujeres trabajadoras y campesinas del Partido Bolchevique. Se trataba de
centrarse en los problemas de la mujer, que entonces iban mucho más allá de lo
que hoy tenemos por tales: en 1925, en Azerbaiyán y los territorios del Asia
central, más de treinta mujeres activistas perdieron la vida, víctimas de una
sociedad anclara en el pasado. Este organismo también combatió los altos
índices de analfabetismo, habiendo regiones donde el porcentaje de mujeres que
sabían leer y escribir no superaba el 2%. Las revistas, los folletos, las poblaciones
de todo tipo, trataban de superar la postración de la mujer, pero chocaban con
una población que veía aquellas novedades como impropias, además de que dichas
publicaciones pretendían un adoctrinamiento dirigido. Pero sí fue útil la
construcción de guarderías, casas infantiles y comedores públicos.
Nadiezhda Krúpskaya
destacó por su labor educativa creando las primeras bibliotecas públicas. De
origen humilde, en 1894 se unió al Grupo para la Lucha por la Emancipación de
la Clase Obrera, donde conoció a Lenin, su futuro esposo. Detenidos ambos,
parece que tuvieron la oportunidad de elegir Siberia como destino, la aldea de
Shúshenskoye (Minusinsk), pero ella y Lenin fueron obligados a casarse por el
rito religioso.
Allí trabajó para Iskra, el periódico de los socialistas
rusos emigrados fundado en Leipzig. Tras el triunfo de la revolución, ocupó
importantes puestos en el Ministerio de Educación, donde combatió el tipo de
educación que había conocido, compitiendo por tener éxito y superar al otro,
por eso critica el sistema de “alabanzas y reprobaciones, notas, premios y
castigos”, sostiene que la religión “arranca al hombre de la sociedad”. En
realidad se trata de pensamientos muy generales y adaptados a lo que se exigía
de una revolucionaria comunista, pero no tiene en cuenta el papel histórico que
la religión ha jugado en el mundo, aún antes de que existiesen iglesias de cada
una de aquellas.
Valoró el papel que
debía realizar el Komsomol con la
juventud, pero en realidad este organismo no hizo otra cosa sino adoctrinar
críticamente a los jóvenes. No le vendría mal al Konsomol aprender psicología, dijo, como hacen los sacerdotes
católicos, con el objeto de que “las escuelas fabriles y de los poblados
obreros… los niños y los adolescentes viven las inquietudes de las masas
obreras”. Considerar al obrero en la fábrica capitalista como un eslabón de una
cadena no evitó que, igualmente, así fuese en la práctica del nuevo estado
comunista.
Julia Alexandrovna
Kostenko, en 2006, publicó un estudio en el que detectó dos fenómenos: la
formulación de un nuevo canon de feminidad y la superación de la idea
tradicional de familia, pero la misma autora considera que sigue faltando “un
estudio detallado de la actividad de los departamentos de la mujer… Fuera del
foco de atención de los investigadores quedan una serie de problemas
relacionados con la formación de la nueva identidad de la mujer soviética”[i].
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