domingo, 2 de octubre de 2011

El poder de Zeus

Uno de los mitos más terribles de los antiguos griegos es el del nacimiento de Zeus y su lucha por hacerse con el poder del mundo. Los griegos de la antigüedad consideraban que el orden del mundo era cosa de los dioses y que el mundo que conocían era consecuencia de su voluntad. No se podrá negar imaginación a los griegos además de un sentido del drama y de la tragedia extraordinarios. Los mitos están llenos de crímenes, incestos, brutalidad, pero también lirismo y belleza. Un ejemplo es la union de Cronos (el tiempo) con Rea, que siendo hermanos no tienen inconveniente en cometer incesto para que el resultado de su unión sean también dioses. De Rea nacieron varios dioses, pero ante el temor de Cronos de que le disputasen -sus propios hijos- el poder, se los tragó vivos nada más nacer. No obstante, como estos hijos eran inmortales permanecieron dentro de Cronos en espera, quizá, de ser liberados. Esto incomodó a Rea, que cuando nació Zeus lo escondió en una cueva que los antiguos griegos sitúan en la isla de Creta. A cambio da a Cronos una piedra envuelta en una tela que este se traga engañado. Esa piedr es el ónfalos, tiene una forma cónica y se considera el ombligo, el centro del mundo (aún se encuentra hoy en el santuario de Delfos).

¿Como ha llegado hasta nosotros tan original relato? La fuente más importante es la de un poeta griego que vivió en torno al año 700 antes de Cristo (como en el caso de Homero no tenemos certeza ni de la época ni de su personalidad) de nombre Hesíodo, que escribió, entre otras obras, un "Origen de los dioses" o "Teogonía". En esta últmia palabra está clara la raíz griega.

Todavía hoy existe la cueva donde los antiguos griegos creyeron que vivió Zeus antes de hacerse dueño del mundo, oculto de la ira de su padre. En el santuario que ha sido excavado, los arqueólogos han aprecido escudos, joyas y otros objetos que hablan a las claras sobre los ritos que allí se celebraron en honor de Zeus.

No tuvieron que estrujarse mucho el cerebro judíos y cristianos para imaginar a Moisés niño también oculto en una cesta a la vera del río Nilo y a Jesús en un pesebre más o menos apartado.

Cuando Zeus estuvo preparado para hacerse dueño del mundo tuvo que luchar contra su propio padre, Cronos, y sus aliados los titanes, seres poderosísimos y fuertes que invitan a pensar en una lucha sin cuartel y donde las fuerzas de la naturaleza se desatarían a favor de unos y otros. Una de las estratagemas de Zeus consiste en utilizar una pócima que bebe Cronos y que le harán vomitar tanto a la piedra (ónfalos) como a los dioses que se había tragado, hermanos de Zeus. Estos, sin dudarlo, serían sus aliados. Pero Cronos también tiene aliados, sus hermanos los cíclopes o gigantes y los hecatómpilos, seres verdaderamente fantásticos de donde deriva nuestra palabra hecatombe: gran catástrofe, feroz movimiento de las fuerzas de la naturaleza. Debemos imaginar la lucha entre Zeus y Cronos con una fiereza extraordinarias, donde rayos y montañas eran lanzados contra el enemigo en medio de un estruendo y furor inimaginables (aunque los antiguos griegos, o por lo menos Hesíodo, sí lo imaginaron). Hasta tal punto los mitos no son solo el producto de la imaginación, que hoy se sabe que 900 años antes de que Hesíodo relatase su obra en la isla de Santorini, al sur del mar Egeo pero al norte de Creta, un gran volcán removió los cimientos de la tierra. Debió de ser un fenómeno que alarmó sobremanera a los habitantes de la futura Hélade, pues en aquella época todavía no podemos hablar de griegos en el sentido en que luego los conoceríamos, quizá sí de aqueos.

La batalla definitiva se habría librado en la llanura de Tesalia, siendo lanzados los vencidos al Tártaro, el lugar del Hades (el infierno de otros mitos y religiones posteriores) donde los que allí entraban sufrían eternamente: nada tuvieron que inventar los que nos hablaron, más tarde, del infierno que dice conocer nuestra civilización.

Zeus ya era el dueño del mundo, así nació la admiración y el temor a Zeus por parte de los antiguos griegos. Pero la promiscuidad sexual del dios le llevaría a tener que librar otras batallas: transformado en cisne, en águila, en toro, conseguía Zeus sus presas sexuales entre las más bellas jóvenes de Grecia, una de ellas Metis, diosa de la sabiduría. ¿Arrebataría el poder a Zeus el hijo de ambos? Entonces este decide tragarse a la propia Metis, que no desaparece, sino que permanece en el interior del dios a la espera, quizá, de ser liberada. Ahora Zeus es más poderoso, porque teniendo a Metis en su seno se hace con sus cualidades. Su nueva esposa será la hermana de Hera. Esta reunirá a los dioses olímpicos y consigue encadenar a Zeus mientras duerme. El más poderoso de los seres no puede evitar caer presa de un engaño, no puede deshacerse de las cadenas, pero entonces de nuevo acudirán en su ayuda los hecatómpilos y Zeus sobrevive para vengarse. Desde este momento Hera será condenada a vivir colgada del cielo con cadenas de oro.

Los griegos de la época clásica tenían memoria de otra gran catástrofe natural que algunos han identificado con el diluvio bíblico (estas catástrofes naturales consistentes en grandes inundaciones, donde solo se salvan unos pocos, está en muchas otras civilizaciones antiguas). Es curioso que solo dos mortales sobreviven en una embarcación, igual que las parejas de animales que Noé salvó del diluvio. Desde entonces Zeus, el amo del mundo, fue venerado como tal por los griegos, pero aún había algo que el dios no podía controlar: el destino. Esta limitación también está en los dioses de las religiones monoteístas, que no pueden evitar el porvenir. La teología ha venido a solucionar este problema con el concepto de providencia.

Lo importante no es que los mitos griegos obedezcan a la verdad o no. Lo importante es que los griegos de muchas generaciones los creyeron -más o menos- y ello condicionó no poco sus vidas.

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