viernes, 28 de octubre de 2011

Kamose y Ahmose

Hubo un tiempo del antiguo Egipto, que en el bajo valle del Nilo se instaló un pueblo procedente de oriente, de Canaán y otras regiones próximas, hasta el punto de que se hizo dueño de dicho territorio suplantando el poder de los faraones o reyes egipcios. Quizá no fue un pueblo solo, sino varios más o menos emparentados, pero la historiografía los ha conocido como hicsos. Era el siglo XVII antes de Cristo, según sostienen la mayoría de los historiadores, tanto de la antigüedad como actuales, y reinaron en el bajo valle hasta bien avanzado el siglo XVI. 

Los príncipes egipcios no tuvieron más remedio que acomodarse más al sur, en contacto con los nubios, sin que por ello palideciese la cultura que milenariamente se había mantenido con altibajos. En el siglo XVI, a la expulsión de los hicsos se emplearon dos reyes egipcios con un éxito relativo el primero y quizá con el triunfo definitivo el segundo; son Kamose y Ahmose. El primero, como muchos otros reyes y faraones egipcios, se hizo cargo de su pequeño reino a una edad muy joven. La corte que le acompañó, añorando la gloria de los antiguos faraones, dominadores de todo el valle, le animó a emprender la recuperación de las tierras ocupadas por los hicsos. Labor muy difícil, pues todo indica que estos eran un pueblo guerrero con armas incluso más perfeccionadas que las de los egipcios. Muerto en una de las batallas, le sucedió Ahmose, que daría fin a la dominación de los hicsos sobre el norte del antiguo Egipto. Avaris, la capital, caería en manos del ejército de Ahmose y con ello los hicsos abandonaron el país si no estaban ya integrados, después de siglo y medio, en la sociedad nilótica. Si tuvieron que abandonar el país los miembros de la corte, los generales y altos funcinarios hicsos.

Cuando subió al trono Hat-Shepsut (en la primera mitad del siglo XV antes de Cristo) la ilegitimidad que se le supuso para ocupar el poder, pues era mujer, le hizo valerse de todas las armas posibles para gobernar, posiblemente aconsejada por una facción de la realeza, del ejército y de los altos funcionarios; posiblemente también por su ambición política y de riqueza. Así se puede explicar que hiciese grabar una inscripción con un texto en el que su poder estaría legitimado por ser la artífice de la expulsión de los hicsos, cuando según hemos visto, tal asunto estaba despachado ya en el reinado anterior. Puede suponerse que algunos hicsos permanecían todavía en Egipto, que amenazaban la estabilidad que parecía segura, o que incluso fue en el reinado de Hat-Shepsup cuando los hicos fueron vencidos. En todo caso el texto de la inscripción es revelador de las intenciones de la reina, cuyo poder le fue discutido:

"Oidme, pueblo todo, seais los que seais: he hecho estas cosas siguiendo el consejo de mi corazón. No me he dormido olvidadizamente, sino que he restaurado todo lo que había sido arruinado. He levantado todo lo que había sido reducido a pedazos desde que los asiáticos estuvieron en el centro de Avaris, en la tierra del norte, y había entre ellos vagabumdos que destrozaban lo que se había hecho. Gobernaron sin Re y no actuaron de acuerdo con el mandato divino, que desciende hasta el reino de mi majestad. Pero yo ahora me encuentro sobre el trono de Re. Había sido predicho que en el límite de los años habría de nacer yo como conquistador. He venido como la serpiente de Horus, lanzando llamas contra mis enemigos. He alejado a aquellos a los que la divinidad abomina; la tierra ha eliminado la huella de sus pies. Este es el mandato del padre de mis padres, que viene en su momento oportuno, Re; no habrá daño contra lo que Amón ha mandado. Mi propio mandato permanece como las montañas, mientras el disco del sol brilla, lanza sus rayos sobre los títulos de mi majestad y mi halcón se encuentra encima de mis nombres reales para siempre eternamente".


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