sábado, 22 de octubre de 2011

La mujer humilde en el arte (I)

Solo de forma parcial, quiero mostrar algunos casos de como los artistas han visto a la mujer humilde en sus pinturas y esculturas. Los casos de mujeres de la nobleza, diosas, burguesas, alegorías y figuras religiosas son mucho más abundantes.

Si nos remontamos a la época helenística encontramos un ejemplo en el "Gálata sucidándose", donde tenemos, junto a la figura masculina, una mujer que no parece pertenecer a las categorías superiores de la sociedad.


Este gálata, también llamado "Galo Ludovisi", puede antribuirse a Antíoco de Caristo, de la escuela de Pérgamo. Es una obra para ser vista desde todos los ángulos a su alrededor. Dramatismo y teatralidad se mezclan, pero también el dolor. Contrasta el vigor del guerrero que se da muerte, tras la de su compañera, antes de caer en la esclavitud inexorable tras una batalla adversa.

En medio hay un gran vacío, aunque podríamos encontrar unos pocos ejemplos. Sin embargo, en los tiempos del barroco, cuando los pintores vuelven al realismo, tenemos varios casos: Caravaggio, Rembrandt, Vermeer, Murillo y Velázquez. Ya en los siglos XVIII y XIX encontramos a Goya, que sin una intención claramente social, representó varias veces a mujeres de las clases inferiores o populares. Ejemplificaremos esto con "La lechera de Burdeos".


Los románticos tampoco dejaron de reflejar el sufrimiento de la mujer humilde en los grandes temas que trataron, dándonos a entender que las gestas no eran solo cosa de hombres y de héroes. A los pintores realistas les debemos una gran aportación: es el caso de Courbet y de Millet, pero no son los únicos. Luego saltamos a Corot y a Gauguin, este con sus mujeres bretonas y tahitianas. Llegamos así al caso del gallego Aorey, escultor que realiza la mayor parte de su obra en la primera mitad del siglo XX. Los pintores expresionistas también escogieron a la mujer para reflejar su estado de ánimo, generalmente pesimista y agónico. Llegamos a Picasso, pues sus prostitutas deben ser entendidas como mujeres a quienes la fortuna no les sonrió, así como las que vemos gritar en su "Guernika".

Son mujeres anónimas que no suelen ocupar un puesto en la historia escrita. Con su sufrimiento y trabajo, con sus pensamientos y actitudes, reflejan para nosotros una espiritualidad, un realismo en ocasiones, una denuncia social, que no podemos dejar de tener en cuenta; antes bien, destacar que gracias a la mujer despreciada, humillada, explotada a lo largo de los siglos, el mundo es mejor que el que podría haber sido. En las mujeres aisladas, pensativas, afanadas en sus trabajos, debemos ver un tributo que los artistas aportaron a la mitad del género humano.

La "Cena en Emaús", de Caravaggio, es una obra de 1606, cuando al pintor, a pesar de su juventud, le quedaban menos de cuatro años de vida. Se encuentra en la Pinacoteca de Brera (Milán) pero hay otra con el mismo tema, anterior, en la National Gallery de Londres. De 141 por 175 cm., es un óleo sobre lienzo. En esta obra la atmósfera es menos brillante que en la de Londres, los gestos son más comedidos; aquí aparecen dos sirvientes, uno de los cuales es la mujer anciana y pobre que nos interesa.


La "Moza bañándose", de Rembrandt, se encuentra en la National Gallery de Londres, y fue pintada en 1654. Vemos a una mujer en un riachuelo y sola. Es el retrato de Hendrickje, criada del pintor y más tarde su segunda esposa. Su actitud es sencilla, con una cierta melancolía que proviene del propio carácter del artista.


"La lechera", de Vermeer, es obra de 1658 que se encuentra en el Rijksmuseum de Ámsterdam. El artista representa aquí a una criada vertiendo leche en un cuenco, de forma resignada, como aceptando su destino.






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