miércoles, 12 de octubre de 2011

Los Caprichos


Grabados con diversas técnicas, bocetos para luego convertirse en escenas que ponen de manifiesto los vicios humanos, la estupidez, lo absurdo; caricaturas como quizá nunha han existido, representación de la fealdad, muestra de la ridiculez de muchas costumbres de la época (y de todas las épocas) distorsiones de los cuerpos y de las formas... El conjunto de reflexiones que Goya nos ofrece con esta serie de ochenta grabados, cuya interpretación a veces se nos escapa, en casi ninguna nos dejan impasibles: cada uno puede ser inspirado para un pensamiento más o menos inquietante. El mismo Goya dejó escritas las interpretaciones que procedían en cada caso, pero no sabemos si en algunas el mensaje irá más allá de lo que el autor se atrevió a confesar. La Inquisición andaba por medio, y aunque ya no quemaba a judíos, sí perseguía toda audacia en el campo del pensamiento, del arte y de la ciencia.
Es la sociedad en su conjunto, pero sobre todo la nobleza y el clero, los que pasan por la ironía e incluso el sarcasmo de Goya. En "Ni así la distingue" se muestra al obsesionado con una mujer que, cegado por su apariencia, no ve que es una fulana. En algunos "Caprichos" Goya muestra la crueldad, en otros los valores humanos, como es el caso de "El amor y la muerte", en el que una mujer intenta en vano sostener a su amado herido, todavía en pie pero agonizante. La crueldad está en la serie de abusos sobre los niños, en una sociedad atrasada que en vano intentarán reformar los ilustrados poniendo énfasis en la educación: "Todos caerán", donde se asa a un niño como si de un ave se tratase; o en el caso del niño que es azotado ("Si quebró el cántaro"). En "Bellos consejos" muestra el interés de la vieja en adiestrar a la joven, que a la postre hará lo que realmente quiere. En "Porque fue sensible" se muestra a la joven encarcelada porque no delató, porque se compadeció, porque no se comportó como el común; y allí está, en la soledad de la prisión, sentada y absorta, no entendiendo su suerte.
El viejo que trata de esconder sus caudales (le quedará poco de vida) ante la risa burlona y caricaturesca de los personajes que le espian: "¿Por qué esconderlos". "Chitón", donde una mujer confiesa algo a una vieja pero de forma secreta, para evitar ser escuchada en tiempos peligrosos, donde el chismorreo (que siempre ha existido) puede llevar a caer en manos de la Inquisición. Lo ridículo aflora en estas obras con "Quien más rendido", si el mozo que requiebra a la joven o al revés, pues ella lo desea sin confesarlo. Lo absurdo en "Ya tienen asiento", donde unas personas, en vez de sentarse, tienen las sillas del revés sobre sus cabezas. En "No hubo remedio" el populacho se amontona ante el reo, pero no recapacita sobre lo justo o injusto de su condena.


No creo que pueda haber una crítica más inteligente, más expresiva, que la de los Caprichos. Asnos y otros animales se amontonan como si de humanos se tratase; se critica la ignorancia, la superstición, la estupidez, que clama al cielo en aquel grabado en que dos jóvenes, en una discusión, por no dar el brazo a torcer, se empeñan en cargar sobre sí sendos burros... "Tú que no puedes".

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