domingo, 30 de octubre de 2011

Fabia y Manio


El tiempo bueno ha llegado y los árboles nos ofrecen alivio del calor. ¿Tú crees, Manio, que el amo decidirá algo sobre los trabajos de estos días? Manio se quedó pensativo, pues su ánimo estaba en la salud de su madre, una esclava que había sufrido cautiverio en Tracia y luego en Galia. Manio, te estoy hablando y no me escuchas ¿hay algún pensamiento en tu mente que te hace olvidarme? Estoy a tu lado, como en los últimos años, hemos leído juntos para el amo, hemos enseñado a sus hijos, hemos caminado al lado del río y ahora no me escuchas. Manio reaccionó tan rápido como pudo: ¡Oh, sí Fabia, no te ignoro, tus palabras suelen ser consoladoras para mí, soy solícito a tus deseos y me preocupo por tu suerte, dime Fabia. Te digo que si has oido hablar a algún esclavo sobre los trabajos que nos prepara el señor de la casa. No he oído nada, pero creo que será como todos los años por estas primaveras: trasegar el vino, cavar los campos, atender por la tarde a las damas de la casa y leer las historias a sus hijos. Te veo preocupado: ¿hay algo en tu ánimo que te oprime? No, sentía a mi madre presente como te siento a tí. Tu madre está bien, Manio, pero es vieja y debes saber que sus días son pocos. Sí, Fabia, lo sé, pero ella nos ha ayudado ¿te acuerdas cuando nos encontramos en el norte y me reconoció al momento? Supo al instante que yo te amaba. Sí, Manio, ahora nos amamos, pero ¿que será de nosotros cuando seamos viejos? Será, a mi entender, como la vida de mi madre: uno de los dos habrá desaparecido por el sufrimiento o por el destino; el otro seguirá en la vida preguntándose por los trabajos de la estación del año... Oh, sí Manio, aprovechemos estos años en que estamos juntos, aunque somos esclavos somos felices, pues tenemos un amo misericordioso; los dioses quieran que no se quiebre su carácter y no tengamos que sufrir como tu madre. 

(Conversación entre dos esclavos de la Campania en el siglo I antes de Cristo. Vivían en una villa rural y viajaban a la ciudad cuantas veces lo solicitaba el amo. Habían estudiado gramática, geografía, geometría, astronomía, medicina y otras artes, cuidaban de la familia de su amo y de sí mismos. La madre de Manio vivió seis años más en medio de un tenue silencio que la apagó poco a poco, pero sin sufrimiento, lo que alegró a Manio y, siendo así, Favia fue feliz aquellos años).

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