miércoles, 19 de octubre de 2011


El documento redactado por la llamada Conferencia de San Sebastián, que especula con el fin de ETA y de su actividad criminal, presenta contenidos que no puden ser admitidos por personas que han sufrido en su propia familia la crueldad del asesinato, así como otras muchas que concebimos la democracia, la tolerancia, la paz y el problema del terrorismo de otra manera.

En primer lugar la de ETA no es "la última confrontacíón armada en Europa" por la sencilla razón de que aquí no ha habido un Estado contra nadie, sino solo una banda terrorista contra la población. No es, pues, comparable, este fenómeno con el del IRA, las Brigadas Rojas, la Banda Baader Meinhof o el conflicto de Yugoslavia.

Los "largos conflictos" que en otros países ha habido se explican de forma distinta al de las provincias vascas españolas, pues el IRA tenía una misión liberadora (que yo no estoy en condiciones de justirficar) contra la ocupación inglesa de Irlanda del Norte. Esta ocupación en cierto modo se explica por la numerosa población unionista, monárquica y protestante que existe en el Ulster.

Es cierto que "se requiere valentía" en la actual situación, pero solo por parte de los terroristas, pues la sufrida población vasca y española la ha demostrado con creces: ha ido a su trabajo, a su plaza, a su bar, a su casa, a su club de amigos, sin saber que alguien la acechaba para matarla. La "generosidad" ya está demostrada por las víctimas de ETA; ahora hace falta que ETA y sus adláteres la demuestren: abandonen  las armas, pidan perdón, sométanse a la justicia democrática y el pueblo y el Gobirno español tomarán nota.

Los "hábitos de odio" de los que habla la declaración de San Sebastián son los de ETA y sus adláteres, no los de la población trabajadora, los militares, los jueces, los profesores, los niños, las mujeres que cuidan a su familia, los hombres de toda condición que han sido víctimas de ETA. La "amargura del pasado" se debe a ETA y a sus delirios totalitarios, monstruosos, terroristas, antidemocráticos, pretendiendo imponer su voluntad por la fuerza, sin tener más apoyo que una parte minoritaria de la población vasca.

Claro que el conflicto se superará "mediante el diálogo", pero después de dejar de matar, de extorsionar, de amenazar. Diálogo que consistiría, según mi punto de vista, en estudiar, caso por caso, las posibildiades de reinserción de los criminales en la sociedad democrática; en nada más. Imposible me parece que los Gobiernos de España y Francia acepten "diálogo" alguno con los epígonos de ETA. Son Estados democráticos y soberanos, se deben a sus poblaciones, a los trabajadores, a las familias que venden día a día su fuerza de trabajo para recibir a cambio un salario; no se deben a ninguna banda criminal.

Las "conversaciones" ya se han producido en Argel, en el sur de Francia, en América latina; de nada han valido sino para sufrir nuevas decepciones. Ahora las "conversaciones" tienen que producirse entre los presos de ETA y sus ejecutores, sus mentores y asesinos. Cuando digan que ya paran, que ya no matan, que ya no roban ni tratan de imponer su voluntad por las armas, creo que la población -yo mismo, que estoy inquieto ante esta tragedia- será comprensiva y generosa; las primeras, las víctimas.

Creo que los españoles estamos muy reconciliados -aún teniendo en cuenta graves diferencias-, aquí quien no se ha reconciliado es una banda de asesinos. Hágalo. ¿Que "consulta a la ciudadanía" se pretende? ¿Que se pronuncie sobre la autodeterminación? ¿Sobre la condescendencia? ¿Sobre la democracia que tanto ha costado construir y tanto más va a costar recomponer? Aquí no hay "partes involucradas", no hay simetría entre ellas; aquí hay una banda criminal y un Estado democrático que goza del reconocimiento internacional, que ha conseguido sacar a España del aislamiento, que ha establecido derechos elementales para todos y que no creo esté dispuesto a dejarse llevar por ensoñaciones mil veces defraudadas.

4 comentarios: